Desde que pisamos
por primera vez un aula escolar en nuestra vida, estamos incorporado
conocimientos en nuestra memoria y actitudes en nuestro comportamiento.
Aprendemos a
expresarnos correctamente, dominamos materias concretas como la física y las
matemáticas y abstractas como la lógica o la filosofía y todo ese aprendizaje
de años, nos da una preparación intelectual que nos debiera permitir transitar
por la vida con éxito.
Pero, sirven todos
estos conocimientos en el momento de las grandes decisiones que la vida en su
transcurrir nos depara?; la respuesta debiera ser SI!!!, ya que nuestra
capacidad de comprensión, nuestro criterio y las múltiples enseñanzas
recibidas, se han ampliado de tal modo que debieran facilitar nuestra
convicción a la hora de discernir.
Lamentablemente,
sabemos que esto no es así, ya que en el momento de las grandes y pequeñas
decisiones, entran a jugar otros valores que nada tienen que ver con el
aprendizaje recibido en las aulas.
Nos han enseñado y
repetimos hasta el cansancio que los seres humanos tenemos CINCO sentidos,
gusto, tacto, vista, oído y olfato. ¿Nos hablaron alguna vez en la escuela,
como parte de la currícula escolar, de temas que tienen que ver con la vida o
con el mundo interior que los seres humanos tenemos?.
Salvo a título
personal, algún profesor que corría el riesgo de ser apercibido por no atenerse
al programa establecido, alguien nos hizo reflexionar sobre “quien soy
yo?” , “porqué o para qué estoy en el mundo?” o nos habló de los
sentidos que tiene nuestro mundo interior.
Dónde quedan
entonces, la imaginación, la creatividad, la intuición, las sensaciones, las
emociones, los sentimientos; no son acaso éstas, facultades que tenemos los
seres humanos, que nos permiten “sentir” o detectar situaciones o
estados de ánimo en nuestro mundo espiritual, del mismo modo que sienten o
detectan las cosas en el mundo físico los otros cinco sentidos?.
De allí que resulta
incomprensible que no se nos enseñe de niños a pensar sobre el mundo interior
de las personas, sobre los sentimientos, sobre el amor en todo caso y de este
modo estaríamos más propensos a divulgar el amor en el mundo.
El amor a nuestros
padres, el amor al prójimo, el amor a la verdad, a la tierra en que nacimos, en
fin a despertar ese sentimiento al que llegamos muchas veces de grandes y no
sabemos como tratar.
Como el amor
encierra comprensión, respeto, solidaridad, alegría, ganas de vivir, imagina un
mundo en el cual prevalecieran todos estas cualidades?
Tu, que tienes el suficiente
criterio para advertir estos déficits con que los seres humanos llegamos a
grandes, háblales del amor a tus seres queridos, y si te resulta difícil
expresarlo con palabras, haz que tus acciones y actitudes lo demuestren y ellos
a su vez, que se miran en el espejo que tu simbolizas en la familia, también
transmitirán esa imagen, en el devenir de los ciclos que tiene la vida.