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Anecdotario policial

Un policía recoge en un libro anécdotas y argot de su profesión La historias cotidianas, pero sorprendentes y curiosas, de un policía que ejerció parte de su carrera en Ávila, conforman una pequeña obra donde el surrealismo diario juega un papel fundamental

El asunto de la aspirina radiactiva  

Un  día hace años mientras estaba comiendo en la casa familiar que tiene mi madre en el pueblo   me dijo: 

– Recuérdame que cuando terminemos te dé una cosa que tengo ahí guardada, de tu  tío “El Cura”. 

Mi tío abuelo, Pepe para los de casa y  Don José para otros menos allegados, había sido sacerdote a partir de la época de la Guerra Civil, además de profesor universitario de Física y Cosmología. Tenía una personalidad extraordinaria y era muy aficionado a la fotografía. Aún conservo su curioso archivo fotográfico, siempre estaba “artimañando” algún aparato que se le ocurría. 

Falleció a principios de los años 60 de una leucemia galopante que consumió su vida en poco más de dos meses, debido a que se ocupaba en la Facultad de todo lo relativo a temas radiactivos de los que se sabía muy poco en aquella época. 

Cuando acabamos de comer, nos acercamos hasta un bargueño castellano de buena madera que tiene mi madre en un dormitorio para los invitados y allí de un hueco secreto, extrajo una cajita roja de metal que ponía “Laxen Busto”  diciéndome: 

– Hazte cargo de esto…  son unos polvos que le mandó la hija de Madame Curie, creo que se llamaba Irene, a tu tío “El Cura” y  siempre tuvo mucho cuidado con la cajita. Creo que deben servir para quitar las verrugas, pero quizás sean  algo radiactivos… 

A continuación abrí la cajita y veo bien envuelto en un papelito una sustancia parecida a polvo de aspirina machacada… 

Volví a dejar todo como estaba y lo coloqué  en la bolsa de viaje. 

Unos días después, me incorporé al trabajo y dado que conocía a un compañero que se ocupaba de los  temas nucleares, lo fui a ver a su despacho, 4 ó 5 veces,  pero nunca estaba. 

…Cómo viven algunos!! pensé… 

Total, que se lo dejé al ordenanza para que se lo diera de mi parte cuando lo viera, para su análisis y  me marché sin darle más importancia al asunto.  

Al día siguiente, cuando llegué a primera hora con idea de ponerme a revelar unas fotos que tenía pendientes, me encontré esperándome en la puerta al propio Comisario Jefe, a mi Jefe inmediato y al compañero que nunca encontraba y me dicen: 

-Por Dios, Silvestre… ¿de dónde ha sacado Vd. eso que ha traído?… si tiene tal radiactividad que lo han tenido que subir inmediatamente al tejado del edificio y hacerle de momento una urna con placas de plomo… 

Pues me quedé de un aire… 

Les conté la historia y  acto seguido de forma tajante  el Comisario nos dijo: 

– Inmediatamente comiencen Vds. las gestiones para que “eso” salga de aquí cuanto antes. 

Hablamos con los organismos pertinentes, explicamos el caso y quedaron en pasar lo más pronto posible a recogerlo… 

Al día siguiente, vino una persona que dijo ser ingeniero, muy bien trajeado y tomó medidas en nuestra urna y efectivamente corroboró que allí había una  radiactividad muy alta. 

Luego  pasó un día, otro…y  hasta 10 días  sin saber nada…, en los que  el Jefe me llamaba unas ocho veces diarias para interesarse por el traslado de la sustancia…  

 Al fin, el día once, apareció un Land-Rover similar a un furgón blindado para trasladar fondos de un banco a otro y se bajaron unos hombrecitos vestidos de astronauta que llevaban sobre los hombros algo parecido al Arca de la Alianza de los israelitas, pero sin las  figuras decorativas… 

Subieron a la azotea con grandes precauciones y medidas de seguridad, tomaron con unas pinzas largas especiales la cajita de “Laxen Busto”, introduciéndola en el Arca y desaparecieron con los famosos polvos radiactivos que ya costaba mantener en secreto dentro de las Dependencias. 

Hasta aquí todo bien, pero a los dos meses me llegó una factura a mi nombre   de la empresa del traslado por valor de 450.000 Pts de las de entonces, cuando ganábamos unas 70.000 Pts al mes. El sueldo de cinco meses  por deshacerme de aquella pequeñez… 

Total, que nuevas gestiones y nuevos escritos aún más complicados que los primeros,  y con la intervención de diversas personas se pudo solucionar el problema de la factura, no sé exactamente cómo… 

Al cabo de un año, comiendo nuevamente por las mismas fechas en casa de mi madre, me preguntó: 

-¿Qué tal hijo?. Era algo peligroso el polvo de la cajita? 

-Yo creo que no, – le contesté -… se lo di a un compañero que entiende del tema y no me ha vuelto a decir nada… 

Cualquiera le contaba otra cosa, con lo que se preocupa siempre  cada vez que tengo algo de “tosecilla”…  

La mujer del viajante y el tenedor  

La primera persona que conocí cuando me incorporé a mi nueva profesión fue el Sr. Flores., Soltero él  y no solterón,  porque había pasado mas Nochebuenas que Navidades  gustaba decir… 

Este colega, a punto ya de jubilarse, era muy delgado,  menudo… puro nervio, fumaba de forma compulsiva, iba siempre muy trajeado y tenia unas gafas de concha que se levantaba y bajaba continuamente. 

Ignoro el tipo de afección ocular que padecía  pues cuando entré a saludarlo se levantó las gafas para verme mejor a cierta distancia…y luego también se las levantaba para leer,  digo yo que le servirían para una visión intermedia… 

Mi primer trabajo con él consistió en hacer un informe sobre la apertura de un bar, hablar con los vecinos y demás gestiones que se hacían entonces… Actualmente todo esto ha cambiado, pasando a ser competencia municipal. 

El Sr. Flores tenía muy pocas habilidades manuales y al comprobar que yo le reparaba de forma elemental las cosas que tenía rotas por el despacho, me llevó a su casa para que le aconsejase sobre una cama de forja muy antigua, que había heredado de su familia y  tenía en el trastero del patio , y  que pensaba arreglar cuando se jubilase como si de su obra maestra se tratara. 

Verdaderamente la cama estaba totalmente oxidada y no servía para nada, le aconsejé que no perdiera el tiempo con ella… yo creo que me hizo caso, pues ya jubilado  se pasó gran parte de su tiempo hasta que falleció jugando al póquer y al mus que eran sus aficiones favoritas…,fumando Ducados como una coracha… y soltero… 

Durante los meses que estuve a su lado me contó muchas cosas curiosas e inolvidables que le habían ocurrido pero la más graciosa fue un día cuando estábamos tomando el vino de la una que le dijo un colega: 

– Y tú Flores, ¿cómo es que no te has casado con la buena planta que tienes? 

– Mira chico… por un empacho… 

– ¿Por un empacho? Dijimos todos… cuenta a ver… 

… y contó… 

Cuando salí de la Escuela de  Miguel Ángel, a finales de los años 50, fui destinado a Barcelona, allí no paraba, del trabajo a casa, de casa al trabajo, diariamente, chico, no me comí una rosca en todo el año…

Total que estaba en la Estación de Francia  por la noche, a punto de coger el tren con mi maleta y la orden de viaje para pasarme los 30 días de las vacaciones de verano en mi casa, cuando veo una dama  de esas que quitan el hipo que  me dice:

– Me gustas chaval… vente conmigo… 

Nos fuimos al bar a tomarnos un café y allí me comentó si quería ir con ella a cenar a su casa, así es  que llamé  a mi familia para que no se preocuparan porque se habían suspendido las vacaciones y de momento no iba… 

Me hizo entrar como a escondidas pero una vez allí… no veas que desenfreno,  en mi vida había visto una cosa parecida… 

Luego me enteré que era la mujer de un viajante y su marido se tiraba varios meses sin aparecer, en los que ella no perdía el tiempo… 

Yo no hacía otra cosa que estar continuamente con ella, comer y dormir… sin salir de casa para que no me descubrieran los vecinos, que debían estar un poco mosqueados con la señora. 

De ahí me viene el empacho, cada vez que hacía el amor rascaba con el cubierto una rayita en la pared por debajo del colchón  para que no quedaran marcas a la vista… 

…214 rayas conté cuando llegó el último día del mes… 

El cachondeo entonces era ya general. Un compañero le decía: 

– Bueno Flores, al final harías las rayas con un tenedor de cinco púas…  

Y otro añadía… éste al final ya no sabía ni  contar… ni siquiera como se llamaba… 

De esta forma se me agotaron las vacaciones, nos despedimos y me dijo que no pasara por allí nunca más a buscarla,  así es que me incorporé directo al trabajo como si volviera de mi casa. El mejor mes de vacaciones de mi vida… 

Más tarde cuando  íbamos caminando por la calle en dirección al despacho, me cogió del brazo el Sr. Flores diciéndome confidencialmente… 

Si la cama que te llevé a ver para restaurar es exacta a la de la mujer del viajante,  pero como siempre he tenido el presentimiento de que el día que la  arreglase me iba a casar… pues lo he ido dejando. 

Por Inspector José Silvestre Sánchez Paradox 

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