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Stress post-traumático

El stress post traumático desde el punto de vista psiquiátrico y psicológico

La psiquiatría actual procura una visión más sistémica de los fenómenos humanos, de modo que en una situación de catástrofe analizará todo el entorno humano. Del mismo modo, la antigua teoría infecciosa consideraba sólo al germen infectante como causante de la enfermedad y no a la persona en su conjunto.  

Una de las características fundamentales del stress abrumador es que está provocado por el hombre (no me refiero a desastres naturales o epidemias).

Contrariamente a los llamados "actos de Dios", los desastres de origen humano se basan en una relación de crueldad humana, de destructividad colectiva sancionada socialmente, que desgarra el tejido de la confianza humana.  

Una de las consecuencias más nocivas del stress traumático es la pérdida de la confianza en los demás. En cualquier situación de stress las personas se hacen vulnerables a la fragmentación de su yo, y cuando se reintegran a la vida cotidiana, lo hacen con un menor nivel de adaptación.

Como consecuencia de ello, esta nueva forma de vida afectará a muchos miembros de los grupos sociales que rodean a la gente que ha experimentado este tipo de stress, a familias enteras.

En la doble herida social, un sujeto resulta victimizado en una determinada situación; más tarde, en su retorno a la vida cotidiana, la propia víctima es atacada por la sociedad, mediante actitudes de incomprensión, censura o reprobación. Ello produce una segunda herida, es decir una nueva victimización.

El otro concepto, el de doble herida psíquica, consiste en el choque que se produce entre la percepción de la realidad que tiene la víctima en el momento del trauma, por ejemplo en los momentos de huida, y la realidad con la que se encuentra y con la que tiene que convivir cuando vuelve a su entorno social habitual. Subsiste siempre el arduo conflicto de reconstruir la confianza.

Ahora bien ¿Por qué las personas victimizadoras, aquellas que exhiben terribles impulsos sádicos, suelen victimizar a personas "adictas" al trauma?

¿A qué se debe este ciclo inacabable de sadismo y masoquismo, de perpetradores y víctimas? ¿Por qué se produce el "duelo congelado"?

Empecemos por el "duelo congelado", denomino así al estado cuasi catatónico en que queda afectivamente quien ha transitado una experiencia como las que venimos refiriendo.

Estos individuos entran en un estado de congelación en el que parecen haber experimentado una especie de anestesia emocional.  

Son capaces de describir las experiencias de pérdida, sin evidenciar tristeza, angustia, infelicidad, son incapaces de llorar (es el denominador común de lo que se llama angustia del inmigrante, en el servicio doméstico a cargo de africanos y latinos en España).

Cuentan la historia de sus experiencias una y otra vez sin cambio alguno; es esta una suerte de defensa contra un dolor extraordinario.

La curación de la herida del estrés postraumático se logrará cuando la víctima pueda expresar el impacto emocional del mismo. Elaborar el duelo permite que las personas intenten volver a confiar y comiencen a reconstruir sus vidas.

Para superar el stress se requerirá a la víctima que recree en un ámbito terapéutico dicha experiencia, puesto que la misma se encontraría cargada de información eficaz a los ojos del terapeuta, relacionando así datos útiles para ayudar en la cura del paciente.

En general, quienes han atravesado situaciones de stress tal, son reacios a volver a sumergirse en los horrores que están a punto de describir. Pero cada vez que lo cuentan van apareciendo nuevos detalles, nuevos sentimientos, lágrimas.

Por supuesto, la conversación incluye su experiencia después del accidente, cómo ha sido tratado por el personal de emergencias y lo que sucedió en el hospital que ingresó. Revisar cada detalle, incluyendo los sentimientos hacia el prójimo, deberán aplicarse a este caso una y otra vez, punto por punto.  

Si esta revisión del hecho generador del stress no se lleva a cabo cuidadosamente, provocará – seguramente – una identificación de la víctima con el victimario, donde resultará de aplicación el adagio:

"Si no puedes vencerles, únete a ellos"; entonces la víctima hace a los demás lo que los demás le han hecho. Devendría así una personalidad antisocial, que conlleva una defensa caracterial que, por supuesto, resulta mucho más difícil de tratar que las defensas sintomáticas.

Se previenen accidentes tratando a las víctimas. En realidad el concepto de trastornos reactivos tenía en cuenta las emociones y postulaba que estos trastornos se producían siempre como reacción a acontecimientos extremos, acontecimientos de origen socio-político.

Con la biologización de la psiquiatría en los E.E.U.U., hubo también un poderoso movimiento de despolitización, separando los trastornos de ansiedad de su contexto socio-político.

Los campos de concentración y de tortura han expuesto el lado oscuro de la vida a la sociedad contemporánea y esto supone un conflicto importante con la vida cotidiana que la gente elude.

Es decir que no son ellos los que sufren de una mala adaptación. La realidad no es una realidad absoluta, sino un constructo social. La construcción social de la realidad a la que han estado expuestos – por ejemplo – los combatientes de Malvinas, ha sido muy diferente a la realidad social de la vida civil cotidiana en ese mismo momento, en otros lugares de Argentina.

Tal vez esa diversidad de experiencias en personas contemporáneas y que luego volverán a compartir el mismo espacio físico, sea el motivo por el que los supervivientes de todo tipo son acallados por la sociedad en su conjunto y quien sufrió esa experiencia tiende a ser olvidado y a desaparecer (en nuestro caso, el olvido es muy claro con los ex – combatientes de Malvinas).

Son vividos por los demás en la vida cotidiana como tocados por la muerte y, por consiguiente, peligrosos para el resto, como si fueran "contagiosos".

Se trata de una sociedad enferma y no de individuos enfermos. Para seguir con nuestro ejemplo de Malvinas, esa "guerra" fue producto de una decisión tomada por un grupo social muy enfermo, y consentida por otra parte de la sociedad complementariamente enferma.

No había nada en la vida de los supervivientes que pudiera protegerlos contra una experiencia de este tipo, nada. Curiosamente, encontramos en ciertas tribus de aborígenes de América del Norte, rituales para enfrentar el trauma de la guerra entre los guerreros que regresaban de ella.  

Visiblemente, dichos rituales estaban concebidos con el propósito de ayudar a los guerreros a reintegrarse en la sociedad en su conjunto y volver a formar parte de la misma.

Tal es así que, durante algún período en los años ”70 y ”80, hubieron veteranos en los E.E.U.U. que se unieron realmente a las tribus indias en algunos de los ceremoniales especiales que habían desarrollado para reintegrar a la gente.

Asistieron a ciertos actos especiales en los que pasaron por diversas experiencias grupales que resultaron, según ellos, de gran ayuda.

En ese caso, ante la escasa ó nula ayuda que brindaba el ejército americano, los veteranos buscaron caminos espirituales alternativos que les posibilitaran reinsertarse socialmente.

Lamentablemente, en nuestro país, no pudieron siquiera recurrir nuestros ex combatientes a la terapéutica desarrollada por tribu aborigen alguna, e incluso las iglesias oficiales poco hemos sabido hacer al respecto.

Como lo he anticipado mas arriba, ante la falta de ayuda, las víctimas pueden transformarse en perpetradores.

Y creo también que el estado, en su aparente ignorancia, a veces ha beneficiado a los perpetradores, como fue en la guerra del Paraguay, en que los soplones pasaban a ser cómplices de quien había sido su enemigo.

Curiosamente, la religiosidad popular a través de un personaje como el Gauchito Gil, reivindica una suerte de sanidad popular, de quienes ven claramente inhumano tales gestos y evitan implicarse en guerras que no son expresión de una legitima defensa.

En algún momento de su vida, los perpetradores de atrocidades en Vietnam presentaron síntomas terribles, aún peores que los de aquellos veteranos que no habían participado en atrocidades. Unos y otros eran víctimas del combate.

La otra cuestión a considerar en el trastorno por stress postraumático es su cronicidad a lo largo del ciclo vital.

El stress retardado es lo que se manifiesta largo tiempo después de la experiencia traumática original y se produce al volver a exponerse la persona, directa o indirectamente, a un estímulo similar.

Por ejemplo, en la Guerra del Golfo, hubo un aumento de las llamadas telefónicas de los veteranos de Vietnam a los trabajadores de salud mental que trabajaban con los supervivientes de la guerra.

Es decir que esa situación bélica reavivó las heridas de quienes habían padecido los avatares de la anterior conflagración.

Y no sólo hubo un aumento en las llamadas, sino también en la cantidad de personas que vinieron a describir síntomas por primera vez.

Hoy hay un consenso entre especialistas, que el mejor tratamiento para el tipo más refractario de T.E. P.T. es el tratamiento grupal intensivo.

Ello se debe a que el tratamiento grupal intensivo reconstruye las unidades sociales y es un corolario de la descripción que se hiciera sobre la pérdida de la confianza humana originada en las grandes catástrofes (humanas ó naturales).

Es necesario reconstituir dichas unidades para recuperar la confianza, especialmente si se trata de unidades formadas por personas que han compartido la misma experiencia.

Ahí es donde se produce la simpatía, en el especial sentido de la palabra griega de unión con los demás. Se llaman "Grupos de Afinidad de Pares", de personas que tienen experiencias similares.

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