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No me prestes nada, o ¿Quieres ser Yo por un ratito?

Desde que Tinelli y Carlos Bianchi protagonizaron la publicidad televisiva en la que ambos se “prestan la vida” por un día, y les pasa de todo, no pocas personas me han comentado que les gustaría hacer lo mismo…

Y de pronto, como
observadores implacables, nos volvemos incapaces de comprender cómo los demás no
toman decisiones tan sencillas o solucionan las cosas de una buena vez,
si los conflictos aparecen claros y simples vistos desde lejos.


Los hombres, ansiosos por
ostentar el poder (el tan famoso “falo” al que acuden todas las teorías
psicológicas), siempre anhelan ser el presidente de la nación, o el director
técnico de la selección argentina de fútbol o el gerente de programación del
canal más visto, a fin de, obviamente, cambiar toda la realidad en cinco
minutos
.


Pero las mujeres, que
normalmente viven mirándose el ombligo las veinticuatro horas de cada jornada (como
diría don Sigmund, buscando el pete que no está
) reclaman ser
comprendidas
.

Su grito pelado se podría traducir así : ¡quiero que me
escuchen, necesito que conozcan mi sufrimiento, persevero a diario para que
valoren mis esfuerzos y logros, y lo más importante, exijo ser deseada en todo
instante como única forma para seguir existiendo!.


¿No será mucho?

Sin embargo
es su ambición inagotable, y a efectos de responder al exhorto que las conmueve,
todos son demandados: desde el albañil analfabeto de la obra de la esquina hasta
el filosofo oriental que escuchó las teorías de ella sobre el nirvana.

Todos
le deben
un piropo de este lado del cielo, especialmente a aquellas que no
tienen un hijo varón al que peticionárselo como parte de pago de chocolatadas
bien servidas y grisines con mayonesa de marca, tal como se ve en las demás
publicidades de moda.

Y el que responda esa solicitud a pleno, con un buen
elogio, una adulonería a tiempo y una galantería certera, tiene ganado su
corazón sufriente.


Pero inspirada en la dupla
Tinelli/ Bianchi, nunca falta una enamorada que le quiere prestar su Yo por una
semana a su amado, para que él aprenda un poco todo lo que le cuesta ser mujer
en este mundo que no admite celulitis, arrugas y ropa holgada, y se la devuelva
intacta luego de haber recibido la lección correspondiente.


A esa soñadora le recuerdo
que:

  • Hace treinta años que los
    partos sin luz artificial, los palieres nutridos por oscuros administradores
    de consorcio, y las colas de supermercados nos tienen de certeros
    protagonistas peleando precios y probando temperatura de leches de lactantes
    en el antebrazo.
     
  • Venimos a este aquí y
    ahora
    para animar un envase perentorio por alguna razón. No me prestes tu
    vida, déjame saber qué puedo lograr con esta que también es prestada, pero por
    Dios. Sólo cuando uno se acepta y se mira con profundidad llega el momento en
    el que termina encontrando al otro, y dejándose habitar por él. Antes somos
    apenas individuos, no personas, y no tenemos nada.

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