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Modos de adaptación en la madurez

No es fácil reconocer que el tiempo pasa y que debemos adaptarnos a nuevas realidades, en nuestro cuerpo y en nuestro entorno…

En el campo laboral, en la vida conyugal y en la
familiar, se presentan los impactos de las tensiones, como murallas de
incomprensión, ya que no siempre hay comunicación profunda, porque los mensajes
que se envían y reciben nacen en distintos contextos.

 

La vida social también presenta dificultades, por la
necesidad de participación ante la presencia de personas más capaces, más
enérgicas que no aceptan totalmente la opinión del adulto mayor, las
generaciones nuevas empujan y avasallan.

 

Se supone que el adulto mayor podrá mantener una
flexibilidad que le permita ser fiel a lo vivido y abierto a lo que está por
venir.

 

Aquí nace la conveniencia del conformismo, al buscar la
estabilidad, al querer conservar y mantener un esquema de valores e ideales, de
un tiempo históricamente distinto, por lo que el conformismo es un peligro de
muchas amarguras, si no se es capaz de mantener los ojos abiertos al cambio, el
ánimo joven y flexible.

 

Tal vez, la necesidad más amenazada, en el adulto mayor
es la de sentirse proyectado hacia el futuro con posibilidades reales, y
alcanzar metas fomenta una permanente actitud de aprendizaje que le permita
ajustarse con éxito, como individuo, a un medio social determinado.

 

Las frustraciones de no alcanzar las metas lo llevan a
una gama de reacciones: amargura, mordacidad, hastío, deseo de litigio y lucha,
espíritu sistemático de crítica, malhumor, egoísmo, desconfianza,
susceptibilidad, hipersensibilidad, extravagancia para no pasar desapercibido,
avaricia, miedo al ambiente, cólera ante los demás, agresividad a flor de piel
disfrazada de ternura.

 

Agresividad compensatoria

 

De la frustración se deriva
una conducta defensiva, que puede ser un camino de inhibición y bloqueo que lo
llevará a una vida de aislamiento y soledad; o podría ser el camino de ataque al
exterior que le mitigue el sufrimiento interno por la insatisfacción.

 

El adulto mayor se percibe como útil y eficaz y cuando
no lo consigue aparece la agresividad, como único medio de comunicación.

 

El ser humano necesita permanentemente amor y afecto y
cuando esas posibilidades están amenazadas, aparece la angustia
irremediablemente; en la regresión hay una búsqueda de tutela que se hace
necesaria y no es sólo acaparar afecto, ternura y dedicación, es una mezcla
agridulce de agresividad-ternura; es dominar a los demás queriéndolos; es
dominar por la tutela, querer por el dominio y controlar a los demás por suave
despotismo.

 

Esta mecánica compensatoria puede tener cauces positivos,
cuando la ternura se entrega a los hijos y nietos y se configura en imagen
patriarcal o matriarcal, según el sexo del adulto mayor, alcanzando las metas,
no se siente estorbo para los que le rodean.

 

Adaptación progresiva

 

Es la solución sana a la tensión
provocada del “yo” y “no yo”; la inadaptación se da cuando los obstáculos
desencadenan amenazas a la “integridad-unidad del yo” como totalidad; el alivio
puede encontrase en los mecanismos de defensa.

 

Entonces, la verdadera adaptación se da al establecer el
equilibrio del “yo” con ese otro mundo (interior o exterior), disociado de la
unidad-integridad, es el “no yo”. La adaptación es un proceso con mecanismos
conscientes o inconscientes, a más conscientes más liberado está el adulto mayor
de la acción “manipuladora” de los inconscientes que laten en sus capas más
profundas.

 

Para la adaptación progresiva, es necesario conocer
algunos requisitos indispensables; en primer lugar hay que comprender cómo, por
qué y de qué modo el adulto mayor asimiló las experiencias traumáticas que le
han llevado a la inadaptación, después es preciso saber cómo siente y vive esa
inadaptación, ya que no se manifiesta igual en todas las personas.

 

También se debe valorar la influencia o no, en el
porvenir, de esa inadaptación. Habrá que remover obstáculos identificables e
individualizados; localizarlos y removerlos no es tarea fácil, sin embargo, al
lograrlo, se dará el inicio para la adaptación sana.

 

Otro paso, es adecuar medios para no hacer esfuerzos
ineficaces, encontrando los métodos, instrumentos y personas adecuadas para
lograr este objetivo.

 

Tal vez se requiera renunciar a metas, aunque sea
doloroso, porque significa “fracaso”, que no todos soportan; el respaldo es
crear metas sustitutivas que impiden otro vacío doloroso.

 

La reducción del nivel de aspiraciones, es plantear metas
abordables de acuerdo a las capacidades, posibilidades, medios y condiciones
personales, así se plantearán con realismo las metas propuestas.

 

El adulto mayor deberá comprender que no es posible
pretender alcanzar las metas utilizando los medios de siempre, por razones
biológicas, psíquicas y sociales.

 

La adaptación es un proceso dinámico relativo, ya que
pueden aparecer factores que desencadenen crisis; lo importante es reaccionar
con una respuesta “suficientemente” capaz de permitir al adulto mayor hacer
frente a las exigencias internas y externas, a los esfuerzos, conflictos,
frustraciones y situaciones que puedan amenazar el equilibrio personal.

 

Como todo proceso humano, la adaptación tiene sus
altibajos, por inesperados, aún positivos o negativos, y al ser externos no se
pueden controlar a voluntad; los factores del dinamismo personal aparecen cuando
no se tienen los recursos necesarios para afrontar las propias situaciones
personales que alteren el orden conquistado.

 

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