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Reflexiones sobre los pronombres posesivos

¿Un error gramatical nos ha hecho vivir equivocados?

La gramática, ¡cuánto nos
hizo sufrir en el colegio! Sustantivo, artículo, verbo…, que mas da, ¿para qué
me va ha servir? Nos preguntamos tantas veces…

 

Yo, Tú, El, pronombre
personal que indica quien ejecuta la acción.

Mío, tuyo, suyo, pronombre
posesivo que indica propiedad…, mi lápiz, tu casa, su
cuerpo. Adjetivo, le llaman ahora, creo.
 

Propiedad es un derecho que
se adquiere por transacción comercial, regalo, herencia etc.

Cuando existe propiedad, el
dueño tiene derechos, no así aquello que es objeto de esta; el dueño puede
utilizar, guardar, regalar o simplemente botar o destruir aquello que le
pertenece, por eso, porque es suyo.


Pero… cuando una pareja de novios ingresa a la oficina del registro civil,
como por arte de magia, al salir, ambos se han transformado, él, en SU
marido y ella, en SU mujer. Sin embargo, lo que ahí dentro se produjo, no
fue una transacción comercial  ni ninguna de las anteriores, sino un
contrato solemne en virtud del cual cada uno adquiere derechos y deberes.


No hay derecho de propiedad por ninguna de las dos partes, por lo tanto, ni el
es SU marido y ella SU mujer. Aunque sí son marido y mujer.

Una mujer que pare un hijo
dirá con ternura MI hijo, así como el padre lo dirá con orgullo.


Pero en virtud de este lamentable error gramatical, o falencia por no tener una
palabra exacta que indique el compromiso de una persona con la otra, por siglos
hemos asumido en lo mas profundo de nosotros la equivocada idea de propiedad, en
ves de compromiso entre personas.


Cuándo reconocemos que no somos dueños de nuestro hijo, sino que adquirimos en
quizá que superior estado de conciencia, un compromiso, para traer a este mundo
un nuevo ser y permitirle crecer física, intelectual y espiritualmente, y
transformarse en un adulto libremente responsable de sus actos, entonces nos
daremos cuenta que no es NUESTRO hijo, sino simplemente hijo.

 

Y cuando ese hijo aprenda
que aquella madre no le pertenece, dejará de exigir y en cambio agradecerá la
oportunidad que esa mujer le brindó de venir al mundo a cumplir la misión para
la cual fue destinado y la respetará por su generosidad, por el solo hecho de
parirlo.

 

El padre ya no tendrá mas el
derecho de hacer del hijo una persona a su imagen y semejanza, sino solo el
deber de proporcionarle en los primeros años aquello que sea menester hasta que
se pueda valer por si mismo.
 

Un error gramatical que nos
ha significado vivir equivocados en algo de tan profunda trascendencia.

 

TATIANA VALENTINA
Septiembre de 2003

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