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Exceso de sinceridad, ¿pecado laboral? Parte 2

El trabajo es un ámbito a menudo muy tentador para expresar nuestros anhelos, éxitos, frustraciones, y angustias. Sin embargo… ¿hasta que punto es conveniente hacer esto?

La fundamental continuidad laboral

La mejor forma de desarrollar su trabajo, es
hacerlo de una forma optimista y concentrada. En este sentido, si bien es
cierto que nadie espera que uno esté concentrado en el trabajo todo el tiempo,
pues el tiempo de recreación es parte de una visión optimista que ayuda a
llevar adelante las ocho horas que se encuentra en la oficina, no menos real es
que pasar demasiado tiempo charlando puede hacer que le destine poco tiempo al
trabajo.

Según afirman los especialistas, una falta
de intimidad en el trabajo puede llegar a ser problemática, y más aún cuando
llega a ser excesiva. Se entiende que uno pregunte cómo se pasó el fin de
semana, o que cuente que se realizó una linda excursión a pie. Eso es parte de
la cortesía común. Pero pasar media hora hablándole a un colega sobre TODO lo
que realizó en su fin de semana, no lo es.

Por cierto, muchos refrendarán esta
posición rápidamente, afirmando que en todo trabajo siempre hay una hora para
comer, y que de hecho se puede compartir mucha información privada durante esa
hora de almuerzo diaria.

Bien, entonces sólo tengan en cuenta
que eso son cinco horas a la semana ¡cinco horas a la semana! ¿Se imagina todas
las cosas que podría compartir en ese lapso? Y eso, sin contar los recreos e
interrupciones que se toman durante el día.

Por eso, lo que se debe entender, es que el
hecho de hablar sobre si mismo cuando debería estar trabajando, no es sólo una
falta que podrá estar atentando contra su trabajo, sino también una acción que
podría estar perjudicando su propia intimidad, y con ella, todo lo citado
anteriormente (menos posibilidades de ascensos, riesgos de ser malentendidos,
etc.)

Manténgalo bajo siete llaves

Cómo ya habrá visto, revelar demasiado
acerca de usted mismo, le puede dar a la gente una impresión equivocada o
bastante errónea de su persona, o, por lo menos, una que usted no querría
tener. En general, todos los seres humanos racionales quieren preservar algún
nivel de intimidad.

Cierto es que cuando se ha trabajado en
cierto lugar durante mucho tiempo, la gente tenderá a saber más acerca de su
mundo personal, por una simple cuestión de tiempo compartido.

Por ejemplo, los colegas siempre podrán
saber si un familiar cercano murió, dado el hecho de que usted tomó una semana
de trabajo como duelo. También podrán saber que tuvo un hijo enfermo, ya que
usted se tomó el día para ocuparse de él.

Este nivel de conocimiento entre uno y otro
es normal y está bien, pues de hecho, dependiendo de su lugar de trabajo, es casi inevitable. Como habrá
visto, no dependerá de usted dar a conocer sus cuestiones personales, sino que
simplemente se filtrarán.

No menos cierto, es el hecho de que existe
una necesidad en los seres humanos de dar cuenta de sus cuestiones personales,
asuntos de su familia, y problemas de su casa.

Pero una cosa es que la información se
filtre, o que de cuenta de la misma, y otra contar intimidades. Si un colega
atraviesa un divorcio, usted puede decirle alguna frase optimista o alegre,
pero sin tener que oír todos los detalles. La clave, en todo caso, estará en
que los colegas puedan hacer patente su necesidad de expresarse frente a los
demás, pero manteniendo, al mismo tiempo, intacta su intimidad.

Según coinciden los especialistas en
recursos humanos, compartir demasiado tiene un impacto negativo en la
productividad, pero también un impacto emocional en el ambiente de trabajo que
puede ser poco sano para las personas que deben buscar, realmente, la plenitud
y amistad en otra parte.

Por supuesto, nadie habla de permanecer como
una momia durante ocho horas al día, pues de hecho se pasa mucho tiempo en el
trabajo durante la vida diaria, por lo que tiene que haber espacio para alguna
interacción, pero sí de saber que no es el trabajo el lugar para dar cuenta de
nuestras intimidades.

Asimismo, si uno no quiere oír su historia
en el bar del las oficinas, tampoco debe mencionarla en cualquier café. Por
cierto, si se trata de una cosa que lo enorgullece, como un coche nuevo, una
casa nueva, un bebé, etc., no habrá problemas en compartir la alegría.

Pero si es una cuestión muy intima, como lo
puede ser cualquier problema de familia, siempre debería mantenerlo lo más
alejado del trabajo. Para poder expresarse, debería encontrar un terapeuta
profesional, o alguien en quien verdaderamente confíe como para mantener una
intimidad, como un amigo muy cercano, un sacerdote o un rabino.

En definitiva…

Como en cualquier orden de la vida, usted es
el único que puede decidir qué, y cuánta, información querrá compartir con sus
colegas. Al fin de cuentas, por más presiones o rumores que existan, la
decisión siempre será responsabilidad suya, en última instancia. Y esto mismo
sucederá con las consecuencias, ya que nadie lo puede obligar a hablar.

Si el hecho de abrir su vida personal no lo
hace sentir incómodo, posiblemente sólo debería cuidarse de no perder mucho
tiempo en el trabajo mientras lo hace, pues más allá de eso, no habrá ninguna
separación entre su vida como trabajador y su vida real.

Esto puede estar bien para algunas personas,
y de hecho, ser preferible para sus vidas, pues, en el caso contrario, se
sentirían muy incómodos por exhibir una personalidad diferente en el trabajo de
la que mantienen en su propia casa.

Con
todo, siempre se deberá tener en cuenta cuales son los resultados de nuestras
acciones, pues una vez que se abran las puertas de la intimidad, será muy
difícil volver a cerrarlas. En cualquier caso, antes de decidir revelar su
intimidad, tendrá que tener en cuenta este factor, es decir las probables
consecuencias, y sobre todo en lo que respecta a cómo las mismas intervendrán
en su vida estrictamente laboral.

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