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Al encuentro de la sombra personal

A lo largo del proceso de crecimiento y socialización vamos creando y moldeando nuestra personalidad de acuerdo con las experiencias que nos tocan vivir y con las enseñanzas y mandatos incorporados de padres y educadores.


Movidos por la necesidad de reconocimiento y aceptación, creamos estrategias de
supervivencia emocional y nos ocultamos a nosotros mismos y a los demás,
aquellos aspectos que juzgamos susceptibles de despertar el rechazo o la
desaprobación. Estos aspectos van siendo negados y arrojados a lo profundo del
inconsciente y junto


con ellos una importante cantidad de energía vital, que ya no queda a nuestra
disposición.

 De
esta manera construimos una imagen propia o “máscara”, alejada del núcleo
original de nuestra personalidad.


Debido a que nos movemos en un mundo de dualidades en el que toda cualidad es


inseparable de su opuesto, cada aspecto elegido y reconocido como propio
proyecta como sombra su opuesto; de manera que cuanto mas nos identificamos con
un determinado aspecto, más alimentamos y “engordamos” nuestra sombra personal.
Ésta sería el depósito de todos los aspectos reprimidos o no reconocidos de
nosotros mismos, nuestra cara oculta o rechazada, en palabras de Jung: “nuestro
hermano de la oscuridad, que aunque invisible forma parte de nuestra totalidad”.
Ya hemos visto como esta sombra puede ser proyectada al exterior llevándonos a
ver en los demás estos aspectos negados en nosotros mismos. 

 Pero la sombra también se nos hace presente en los síntomas, sueños y demás
formaciones del inconsciente; se cuela como un extraño que irrumpe en nuestra
vida


cotidiana desde ese “otro lado” al cual hemos pretendido confinarla.


Este “retorno de lo reprimido” puede aparecer asociado a malestar y sufrimiento,
pero en él se esconde también la clave de la curación.


Traer a la conciencia los aspectos ocultos en la sombra, darles lugar,
escucharlos, reduce el poder que tienen sobre nosotros. De esta manera
expandimos la visión de nosotros mismos y ampliamos nuestras posibilidades de
acción.

 La
cura se hace posible cuando reconocemos que somos mas que nuestra personalidad.
Reapropiarnos de la sombra, integrarla, es un proceso que nos permite liberar y
reencauzar la energía reprimida.