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Madre: ¿Se nace o se hace?

Ser madre no es un deseo universal y compartido por todas las mujeres… aunque te cueste creerlo

La maternidad, es un hecho naturalizado, goza de la valoración social positiva y cumple un rol social.

La sexualidad no es un destino, ni el hombre ni la mujer tienen escritos sus ideales, la reproducción no es una obligación, sino una elección.

El ser padre, es correlativo de una función y como tal no es el producto de su capacidad reproductora, implica la aceptación de ciertas normas y leyes de esa cultura en particular.

 Debemos por lo tanto diferenciar el deseo de un hijo, de lo que a veces se denomina “instinto maternal” donde estaríamos homologándolo a algo dado biológicamente o heredado.

En los animales sí existe el instinto de procreación, un macho se acerca a una hembra y conciben un nuevo ser.

El deseo de un hijo, en la mujer, deviene desde edad muy temprana, en sus fantasías y en sus juegos representa “el ser mamá”: La niña se identifica con los emblemas culturales respectivos a su propio sexo.

En un momento de su vida, el deseo empieza a pulsar, entonces esa mujer que desde chica tiene ese deseo internalizado, siente la necesidad de cristalizarlo.

Un niño al nacer, anuda la relación entre sus padres y se encadena al suceder de las generaciones como portador de los ideales de su linaje. 

En la antigüedad la falta de descendencia, estaba asociada a un “castigo divino”, un hijo era el garante de la continuidad de un pueblo.

Como todas las acciones, pensamientos y creencias se basaban en los preceptos religiosos y esta proclamaba asegurar la descendencia, bendiciendo todo aquello que lo posibilite, el hecho de no tener hijos era considerado algo negativo. 

En la actualidad, la decisión de no tener hijos está ligada a un paradigma de la época, perimida la institución matrimonial, las parejas se fundan en uniones provisorias, la responsabilidad por tiempo indefinido está en contra de la moralidad moderna, implica una pérdida de libertad y autonomía.

Toda elección implica una resignación. Si solo se responde al mandato: “Serás madre como tu madre” se ahorraría la angustia de elegir otro destino pero no se actuaría acorde al deseo.

El mayor temor que se manifiesta en las mujeres que deciden no tener hijos es “la soledad” en la vejez, que en definitiva remite al miedo a la muerte y un hijo no es garantía de tranquilidad con respecto a ese temor.

En muchas ocasiones cuando los hijos crecen, aparecen las frustraciones y renuncias que tuvo que hacer en otros aspectos de su vida.

Muchas madres creen que tienen que estar siempre presentes y les resulta muy difícil delegar en otras personas el cuidado de los hijos.

Sin embargo de lo que se trata es de hacer que el tiempo que se le pueda brindar sea satisfactorio. Una madre absorbente impide que el niño sea libre y pueda crecer.

“Ser mujer no se agota en el ser madre y esto en algún momento explota”. Además estos sentimientos se acentúan por la sociedad y el momento en que vivimos, en el que se incentiva en forma constante la independencia y el éxito personal.

En los barrios carenciados, el ser madre tiene otra valoración, es considerado un cambio de vida, el pasaje al mundo de los adultos. El ser madre es tomado como forma de realización personal, dándole a la persona una identidad.

Los hijos son considerados casi como propiedad de la madre., dando lugar a fantasías de completud mediante el hijo y en muchos casos negando los orígenes del padre y el derecho del niño a contar con un padre.

Este fenómeno no solo se da en clases carenciadas ya que a partir de los avances científicos y las técnicas de fertilización, una mujer sola, puede tener un hijo.

No podemos considerar a la maternidad como algo ideal, porque con la crianza de los hijos siempre hay escollos y frustraciones que superar o cuestiones que directamente no se pueden resolver.

Hay que estar atentos cuando una madre asegura. “yo puedo con todo”, porque nadie puede absolutamente con todo.

Podemos considerar que el camino que debe realizar una mujer para llegar a su realización es más sinuoso que el del hombre ya que en los primeros tiempos de crianza, se requiere más de su presencia en relación a los hijos.

Sin embargo cuando hay un verdadero deseo de maternidad, estas resignaciones no influyen a la larga, en la realización personal femenina.

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