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Un adolescente al frente del negocio

Cuando todo parecía ir viento en popa, los vientos de tormenta comienzan a soplar.


 

 

 

Cuando
me comunicaron que habían decidido encargarme a mí la administración de la
librería, luego del fallecimiento del patrón, me quedé mudo, sin poder
articular palabra.

Cuando
logré tranquilizarme, pregunté por qué no le ofrecían el cargo a Isaac o a
David, que eran los empleados con más de 30 años en el negocio.

Entonces
tomó la palabra Isaac, el mayor de los empleados y familiar de los dueños: me
contestó que ellos estaban de acuerdo y que, de hecho, eran ellos quienes me
habían propuesto.

No tuve más remedio que aceptar, pero puse como condición
que se comprometieran a colaborar conmigo y que me consideren el compañero
menor y no su superior.

Cuando
volví a mi casa, todos dormían salvo mi madre, que me estaba esperando. Me
calentó la cena pero yo, de tan emocionado que estaba, no podía ni comer.

Mi
madre, al verme, comenzó a llorar, pues creyó que se iba a liquidar el negocio
y yo me quedaría sin trabajo. Le conté como habían sido las cosas en
realidad, y con eso se tranquilizó y nos fuimos a dormir.

Yo
no podía dormirme, y comencé a hacer un balance de mi futuro. Mis sentimientos
eran ambivalentes: por un lado, la emoción y la alegría por lo que me acababa
de pasar. Por el otro lado, mi militancia en el movimiento sionista jalutziano y
mi convencimiento de que nada bueno se avecinaba para los judíos.

Así
pasó el año, con un balance muy bueno. A fin de año vinieron los hijos de los
dueños a pasar fin de año con la madre. El yerno, que era contador y con mucha
experiencia comercial, revisó el balance y me felicitaron. Ni lerdo ni
perezoso, les pedí una gratificación para el personal en reconocimiento a su
colaboración en el éxito del año comercial.

El
día de pago, cada uno recibió como recompensa un mes entero de sobresueldo (no
existía el aguinaldo). A mí, aparte del sueldo, me hicieron regalos en ropa.

Así
entramos en el años 1927. El negocio iba bien, pero en mí se produjo un gran
cambio interior un día en que casi se produjo un pogrom.

Fue
un gran enfrentamiento entre la autodefensa judía y los juliganes antisemitas.
La policía recién intervino al ver que había varios heridos y muertos en
ambos bandos. Por supuesto, sólo los judíos fueron detenidos por la policía…

Como
siempre, los culpables eran los judíos.

Intervinieron
en seguida las organizaciones judías y algunos políticos polacos democráticos
(en especial socialistas), y la mayoría de los detenidos fueron liberados,
previo pago de multas.

Este
hecho produjo en mí un cambio profundo y decidí ingresar en el grupo a Hajshará, para prepararme para hacer aliá (emigrar a Israel).