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Recuerdo a la madre

Historia de una madre… y de los que la olvidaron

La madre es considerada como un símbolo de amor y abnegación, como no serlo si al hijo le entrega todo a cambio de nada. Para mi es la metamorfosis de un amor material a otro puramente espiritual, ese amor nacido del amor mismo y perpetuado en sus mismas entrañas para su cuidado y esperado aun antes de estar en el vientre.

Ella, durante nuestra niñez nos alimenta, nos arrulla, nos cuida y con que ternura nos platica para enseñarnos a hablar, a caminar, sufre cuando nos enfermamos, cuando nos lastimamos, pero no solo durante nuestra niñez, en nuestra vida adulta nos aconseja el camino a seguir para ser los mejores hombres, esposos y padres.

Todo esto lo sabemos, no es nuevo, pero quisiera compartir la plática de un amigo que con mirada triste y ojos vidriosos me cuenta sobre su madre para que sirva de reflexión a otros hijos.

Ellos fueron cinco hijos de un matrimonio bien avenido, desgraciadamente murió el padre y su madre joven aun, se fue a vivir en compañía de él y su esposa, los otros hijos solo la llamaban para que les hiciera sus tamalitos o cualquier comida que sus esposas no sabían o no querían hacer, cuando alguna nuera enfermaba, inmediatamente su madre era requerida para lavarles la ropa guisar y cuidar de los nietos, la señora se sentía feliz de poder apoyar a sus hijos, las visitas de sus hijos solo eran en su santo o el día de las madres; con qué entusiasmo compraba refrescos y pastel para recibirlos, al paso del tiempo su capacidad de servir fue mermando y así también la visita de sus hijos, mi amigo fue mudo testigo de la tristeza reflejada en el rostro de su madre cuando en su santo o el 10 de mayo se quedaba con lo comprado disculpándolos por tener otros compromisos. Llegó el momento que sus piernas ya no la ayudaban y no podía hacer visitas, su rostro ajado enmarcaba una mirada triste y con voz sollozante le pidió a mi amigo que lo llevara a ver a uno de sus hijos, el más querido por ella, a lo cual accedió, él al llegar ante su hermano le dijo: mira, te traigo a la viejita que quiere estar el fin de semana con ustedes, para su sorpresa, su cuñada gritó en presencia y complacencia de su hermano, yo no puedo tenerla aquí, me dice el amigo, que feo sentí, no tanto por mi sino por mi madre que estupefacta y con lagrimas en los ojos me dijo, llévame de aquí.

A partir de esa fecha su madre se vino abajo y su memoria se deterioró como no queriendo recordar lo ocurrido, algunas veces en sus momentos más lúcidos le decía  a su nuera, la mujer de mi amigo, que triste es estar sola, ya mis hijos ni mis amigas me visitan, a lo que su nuera le contestaba no está sola nos tiene a nosotros que la queremos, no sabía que casi todas sus amigas habían fallecido, en cierta ocasión le pidió a mi amigo que la volviera a llevar con su hijo adorado y el le contestó, mira madre yo no quiero sufrir otro desplante de ellos pero si quieres ir que te lleve mi hijo, ella ansiosa y llorosa le preguntó ¿y si me vuelve a correr que hago? él le contestó, nada madre, te regresas, aquí está tu casa y los que te queremos, por segunda vez fue repudiada su  madre aun antes de bajar del carro ante el enojo de su nieto.

La señora ya murió y en su tumba, a veces una vez al año aparece un ramo de rosas marcadas por un tenue arrepentimiento de alguno de los que la olvidaron.                                                                         

Madre es:

Aroma de ternura/ savia libada en la niñez/ la que por nosotros se preocupa/ aun desde la preñez/ la que da sin pedir nada/ y nos envuelve en su mirada/con amor y calidez/ la que en su regazo/ nos arrulla en sus propios brazos/y se parte el alma a pedazos/ por su pedacito de ser/ la que sufre desvelos/ la que su corazón desboca/cuando su niño es herido/ aun en la madurez/ la que en su momento senil/ te pide con triste mirada/ y una lagrima agotada/ una caricia anhelada/ por muchos años esperada/ como regalo en su vejez.

Por J. C. M.

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