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De bigotes y vaginas…

Es siempre así. Estamos tan absortos en nuestro universo que no es raro que terminemos por olvide lar hasta a nosotros mismos. Solamente delante de un hecho nuevo, salimos bruscamente de la rutina y prestamos atención a nuestro alrededor. Tal como un grito en la oscuridad, o el ruido de una frenada brusca

Tomemos, por ejemplo, el relato de una alumna especial. En uno de mis cursos, allí estaba ella, no muy alta, cabello lacio, ojos brillantes e inteligentes y una determinación muy grande de ser feliz. 

Acostumbro, siempre que sea posible, preguntar a mis alumnas qué buscan en el curso de gimnasia íntima com las técnicas de pompoar. A partir de sus respuestas, se crea casi inmediatamente una complicidad entre ellas que las hace sentirse mucho más a gusto. 

Su respuesta, en especial, produjo a toda la concurrencia una carcajada, pero posteriormente indujo a la reflexión.  

-Esto aquí a causa de los bigotes de mi marido.  

Normalmente, la mujer se inscribe en el curso para su salud íntima, mejorar su desempeño sexual, por el aporte energético, etc., pero bigotes… 

Perplejidad en la sala. Ella sonrió y continuó: 

-Sí, estoy aquí porque mi marido se afeitó los bigotes y eso me hizo recordad mi vagina olvidada. Risas y caras de espanto. 

Explicó, calmadamente: Su marido, un hombree serio y callado, con quien ella aprendió a convivir a pesar de su natural espontaneide, se había recientemente afeitado los bigotes que lo acompañaban desde que ella lo había conocido, hace quince años.  

Y no solamente eso, aunque afeitarse los bigotes haya sido su primer paso. Hizo musculación, y cambió su modo de vestir. Estaba, en palabras de ella, más bonito, y más desenvuelto. 

Todo esto hizo nacer en ella la duda de que junto con tantos cambios podría también haber surgido otra mujer, duda que comenzó a ganar cuerpo en su mente y tal vez haya sido eso lo que la hizo despertar. 

Su matrimonio había perdido su encantop. Ya casi no conversaban, y el sexo era prácticamente cosa del pasado. Había amistad, intereses en común, los hijos… pero nada más.

Y repentinamente, ¡el despertar! 

Todavía era joven, y él también. ¿Cuándo fue que todo ese desinterés comenzó? ¿Cinco, seis años? 

Sabía perfectamente que era una óptima madre, profesional, ama de casa, hija, amiga y, de su marido, compañera y también un poco madre.  

Pero, ¿y su placer? ¿y su deseo? Y, usando sus palabras: ¿dónde estaba su vagina? 

Por eso su frase de “presentación” en el curso. Por eso estaba allí. No le daba su ninguna satisfación, ni siquiera la de poder transmitirle su desconfianza. Aunque, en verdad, eso no importaba tanto, ya que el interrogante era suyo, y era ella quién necesitaba entender para poder continuar con su “redescubrimiento”. 

Entiende perfectamente que tiene un camino por delante. No un camino arduo sino, por lo contrario, placentero.  

Descubrir su sensualidad, entrenar sus músculos del placer y, al mismo tiempo, llevando salud a su pelvis, encontrar gusto e color en su vida y reconquistar a su marido.  

O, en verdad, conquistar a ese nuevo hombre sin bigotes que vive en su casa. 

No tengo dudas de que lo logrará, lo léi en su mirada. Ya es una nueva mujer, que está en el camino del descubrimiento de todo su rico potencial, redescubriendo una capacidad que es suya por derecho propio.  

Lo que importa es que supo aprovechar el temor que traen los cambios, y está buscando sacar provecho de todo lo que eso implica. 

¿Y tú? ¿Estás despierto (a)? ¿Eres feliz? ¿O ha llegado la hora de verificar deseos, sueños, genitales y bigotes?

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