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Una excursión al sur

O de cómo en Bariloche aprendí el trabajo de vendedor ambulante.

 

Cuando
llegamos a lo de Moishe, después de saludarme me indicaron una pieza en un
altillo, una linda pieza donde había una cama, una mesita y un roperito con un
espejo en la puerta.

Todo
era hermoso. Le señora me dijo “entrá y pegate un buen baño caliente”, y
por fin me pude sacar toda la mugre del viaje. Efectivamente, reviví después
del baño.

Al
rato fuimos a comer, y la señor Balchie (así se llamaba) me dijo “consideráte
uno de la familia”, y Moishe también me alentó diciendo que no me
preocupara, que después del sábado veríamos que podía hacer.

Les
pedí papel y sobre, y me senté a escribir mi primera carta a casa. Al regresar
del correo, pasé por el negocio de Moishe y me quedé un rato contándoles de
la situación en Polonia y en Europa.

Todos tenían familiares cercanos en
Polonia y no creían lo que les contaba, pensaban que exageraba. Sólo se
convencieron cuando les mostré recortes de diarios en ídish que había traído,
igual que publicaciones clandestinas en polaco e ídish del Bund y del Partido
Socialista.

Al
día siguiente, en el almuerzo, Moishe me dijo que su socio, M. Iankel, viajaba
en una semana a Río Negro para quedarse tres meses. Me aconsejaron que fuera
con él para aprender el idioma y el oficio de vendedor ambulante.

No
lo pensé mucho y acepté. ¿Qué otra cosa podía hacer, sin profesión?

En
aquella época era muy frecuente que los gringos que llegaban se dedicaran a
esto aún teniendo otra profesión.

Dicho
y hecho, el lunes me acompañó Moishe Iankel, con quien iba a viajar, al Hotel
de Inmigrantes a pedir pasaje a San Carlos de Bariloche. En aquella época, el
gobierno daba pasaje gratis a cualquier punto del país a los inmigrantes que
recién llegaban, sin límite de equipaje. El se ocupaba de todo, ya que yo no
entendía ni jota.

Volvimos
con el pasaje y la guía para despachar mis cosas que eran bastante pocas, pero
ellos aprovecharon para comprar varios canastos de mimbre (como los que antes
usaba el correo para transportar la correspondencia) y despacharlos junto con
varias valijas llenas con la mercadería que íbamos a vender. Al menos, me
dijeron que se harían cargo de mis gastos y me enseñarían el trabajo.

Los
preparativos duraron toda la semana. La señora Balche (la dueña de casa) me
revisó la valija y me puso alguna ropa (sobre todo de abrigo), y me aconsejó
que le haga caso a Moishe Iankel y si algo no me gustaba me aguante, que a la
vuelta iba a ser otra cosa.

A
las dos noches y un día de tren llegamos a Piquenuyen. El tren llegaba hasta ahí,
en donde nos subimos a un camión en el que viajamos como 15 o 16 horas hasta
llegar a Bariloche.

En
ese entonces, Bariloche era una aldea con algunas pocas casas de material y el
resto de madera. Fuimos a un hotel y nos acostamos temprano.

Al
otro día, me levanté temprano y sin hacer ruido para no despertar al “patrón”
salí a caminar. Cuando se despertó, se quedó hablando con el dueño del
hotel. Me dijo que había arreglado para un mes de estadía y me llevó a
arreglar el permiso de trabajo.

Era en una oficina donde me pidieron el
pasaporte, nos dieron una boleta para él y otra para mí. Luego pagó una cifra
que no recuerdo pero que sé era la mitad de lo que se pagaba habitualmente, por
ser inmigrante.

Ese
día no salimos a trabajar, sino que preparamos las valijas con la mercadería
y, cuando terminamos, me dio un libro de tres columnas en el que entonces se
llevaba la contabilidad, y un libro a rayas para la anotación diaria.

Me
dijo “sé que tenés experiencia en esto y yo soy muy lerdo”. Luego me enteré
que sólo había hecho hasta tercer grado y lo único que escribía era en ídish,
así que de esa manera me transformé en el contador.

Como
faltaba todavía para cenar, nos sentamos en la vereda del hotel y nos quedamos
charlando, hasta que se hizo la hora de cenar y nos fuimos a dormir temprano
porque, me dijo, “mañana es tu primer día de trabajo en la Argentina. Espero
que sea con suerte”.

El
se durmió enseguida, pero yo tarde mucho más, pensando en el mañana y
recordando a mis padres y hermanos.

Continuará