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Medicina psicosomática, respuesta para el “cuerpo y el alma”

Cada vez son menos los médicos que conciben al ser humano como una “maquina” sin subjetividad, aunque todavía siguen existiendo resistencias para admitir la estrecha interrelación entre cuerpo y mente…

Durante muchos años, la
medicina occidental se concentró en desarrollar fármacos cada vez más
sofisticados para atender la salud de los pacientes enfermos. Si bien la
irrupción del psicoanálisis, a principios del siglo pasado, fue un gran avance,
al concebir al organismo humano no como una máquina sino como un cuerpo con
subjetividades, lo cierto es que, increíblemente, la medicina tradicional
continuo mirando con mucha desconfianza varias de las hipótesis formuladas por
el Dr. Freud.

 Por cierto, existen
trastornos orgánicos que no pueden ser solucionados simplemente mediante el
psicoanálisis, pero no menos real es que, tal como se comprobó, la incorporación
de muchas de sus técnicas, -sin desestimar a los medicamentos alopáticos-,
podría ayudar a relevar mucho más eficaz y rápidamente los síntomas.

 Por ello mismo es que,
por ejemplo, muchos médicos, además de recetar medicamentos a sus pacientes
asmáticos, les aconsejan también técnicas psicológicas de relajación, como por
ejemplo intentar concentrarse en imaginar abiertas y frondosas praderas frente a
la proximidad de un ataque.

 En efecto, según un
estudio realizado en los Estados Unidos, cerca del veinticinco por ciento de las
personas que concurren a efectuar una visita a sus médicos, exhibe malestares
físicos que guardan una relación directa con su estado emocional. Asimismo, casi
el ochenta por ciento de las personas que sufren un malestar físico, debe
soportar también lidiar con los malestares emocionales derivados de esa
dolencia. De esta forma, se puede concluir que casi todas las enfermedades
físicas tienen su correlato psicosomático.



 
¿De que se habla cuando se habla de enfermedades psicosomáticas?



 
Las enfermedades
psicosomáticas, son desordenes reales causados o agudizados por un determinado
estado mental o emocional. Atrás quedó la idea de que el hipocondríaco era una
persona que en realidad no tenía ninguna enfermedad: hoy en día se sabe que,
quien cree estar enfermo, realmente lo está (aunque no necesariamente de lo que
cree o teme tener), y no sería extraño que todas sus neurosis se manifiesten,
con el tiempo, en desordenes orgánicos fácilmente verificables.          

 De la misma forma,
aquellos optimistas que crean fervientemente poder derrotar a la enfermedad real
y concreta que padecen, muy probablemente podrán apurar su recuperación, y
lograr resultados mayores que aquellos que descreen de la posible cura.

 Por esto mismo, los
especialistas afirman que, concretamente, la capacidad de hacerle frente a una
artritis, una cardiopatía, un cáncer, o incluso el sida, estaría fuertemente
influenciada, tanto de manera positiva como negativa, por los pensamientos de
una persona, o el apoyo que la misma reciba por parte de sus amigos y
familiares.   

 En la misma línea,
ciertos estudios han comprobado que casi un cuarto de las personas que sufren de
enfermedades cardíacas, también padecen depresión, que el estrés aumenta en gran
medida los desordenes gastrointestinales, y que el estado de ánimo influye
directamente con el lapso de supervivencia de los enfermos terminales.

En busca de una medicina orientada a la psicosomática



 
Con toda esta evidencia,
muchos profesionales de la salud están buscando crear una rama de estudio que se
ocupe específicamente de tratar con la faceta psicosomática de las enfermedades.
Según estos especialistas, un paciente atendido tanto en sus dolencias orgánicas
como mentales, demandaría un menor tiempo de recuperación, y por lo tanto sería
incluso más económico para los servicios de salud.

 Sin embargo, y a pesar de
la contundencia evidencia, todavía hay muchos reparos a tomar seriamente esta
cuestión. Muchos profesionales y compañías de medicina afirman que aquellas
dolencias imposibles de comprobar “mediante el microscopio”, como por ejemplo el
síndrome de fatiga crónica o la fibromalgia (dolor en los músculos y el tejido
fibroso, como ligamentos o tendones), son solo imaginarias, y no merecen mayor
atención. Por eso mismo, salvo que exista un cuadro diagnosticable de algún tipo
de desorden mental, son aún pocos quienes reparan en la faceta mental de las
enfermedades orgánicas.       

 Con todo, los amplios y
cuantiosos estudios llevados a cabo, demuestran un creciente interés de la
comunidad médica por integrar al “cuerpo y alma”. No sería extraño, entonces,
que en un futuro cercano la tendencia se revierta, y que cuando concurramos a
nuestro médico, además de una pastilla, nos llevemos una sensación de calma y
optimismo.