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Los mayores no son todos iguales

Si no somos todos iguales cuando jóvenes, ¿por qué pensamos que lo seremos sólo porque los años han pasado?

Las personas de edad constituyen un grupo diversificado, ya que el
envejecimiento depende de factores numerosos, incluidos el género, antecedentes
étnicos y culturales, clima, ubicación geográfica, tamaño de la familia, las
aptitudes para la vida y la experiencia, y que juntos hacen que las personas se
asemejen cada vez menos al envejecer.


Las diferencias
individuales, en cuanto a características biológicas (por ejemplo,
presión arterial, fuerza física, etc.) tienden a ser más grandes entre los
adultos mayores que en los jóvenes.

Esta diversidad causa problemas a la hora de
interpretar los resultados de los estudios científicos sobre el
envejecimiento, y con frecuencia realizados en grupos específicos y bien
definidos, por lo que es posible que las conclusiones que se apliquen a un
segmento no serán las mismas que en otro sector de adultos mayores.


¿Por qué tal diferencia? La
duración de nuestras vidas puede depender de un componente genético, sin
embargo, la salud y la actividad a una edad avanzada, son en gran medida una
síntesis del acervo de experiencias, riesgos y acciones acumulado por una
persona a lo largo de toda su vida.


Nuestra vida comienza a
transcurrir antes del nacimiento, la desnutrición en la niñez, principalmente
durante el primer año de vida, las infecciones y la exposición a accidentes y
lesiones aumentan la probabilidad de contraer enfermedades crónicas y a veces
discapacitantes en la edad adulta.

Los factores correspondientes al modo de vida
en la adolescencia, como el tabaquismo, consumo de alcohol, drogas y sustancias
tóxicas, la falta de ejercicio, la obesidad, desnutrición, anorexia, etc.
aumenta el riesgo de enfermedades y discapacidad en cualquier momento.


Las diferencias de nivel
educativo, ingresos, funciones sociales y expectativas, en cualquier etapa de la
vida, aumentan la diversidad en el envejecimiento. En todo el mundo, el promedio
de educación de los adultos mayores es inferior al de los jóvenes, y esas
diferencias son importantes porque los niveles de educación más elevados
se relacionan con una salud mejor.


La pobreza se vincula
claramente con una menor longevidad y precaria salud en la vejez; las personas
de menos recursos tienden a vivir en ambientes más nocivos, donde es más
probable que se vean expuestas a niveles más altos de contaminación del aire en
locales cerrados y al riesgo de contraer enfermedades.

Una estructura
habitacional deficiente y el hacinamiento aumentan el riesgo de
accidentes y de transmisión de enfermedades infecciosas.


A menudo, los adultos
mayores sumidos en la pobreza, tienen difícil acceso a una nutrición adecuada,
por lo que la mala nutrición sigue siendo uno de los factores principales de
enfermedad y discapacidad en el mundo en desarrollo.

Las cifras de la
Organización Mundial de la Salud indican que, a principios de la década 1990,
habían todavía 840 millones de personas por debajo del umbral de nutrición (que
representa las necesidades alimentarias mínimas), siendo particularmente
vulnerables los adultos mayores.

Estudios realizados en el mundo en desarrollo
indican, por ejemplo, que en épocas de escasez, las mujeres mayores tienden a
privarse de alimentos a favor de los jóvenes.

El aislamiento social debido
a viudez o divorcio, por ejemplo, tiene efectos negativos sobre la salud.
Desempeñar un papel en la vida familiar y pertenecer a una organización
comunitaria tiene efectos beneficiosos sobre la salud, mejoran la
autoestima y permiten a los adultos mayores hacer un aporte importante a la
sociedad.



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