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Los combates noctunos: continuación

Recuerdos escolares de los años ´30.

Recetas para eliminar marcas y pozos.

Los
provectiles pasaban rasantes. Algunos,
alevosos, daban. en los que a medio incorporar tomaban puntería. Los "tamangos" rebotaban con estrépito y hubo galletas que al
chocar contra la pared reventaban como granadas de mano.

Las
municiones tornaban de un campo al otro, y aquel cañoneo se hacía
interminable. Por último, cuando
se consideraba "ablandada" la resistencia enemiga, la fuerza de choque
salía de las trincheras, precediéndonos. Se asaltaba la posición almohada "en ristre", y tirando la
munición a quemarropa.

Aquello era
la culminación, el momento decisivo. Las
almohadas sonaban sordamente, y perdida en el combate o porque el entusiasmo
guerrero lo exigía, la lucha se hacía cuerpo a cuerpo. Jadeantes, riéndonos, magullados, teníamos a veces la victoria o éramos
rechazados.

Los
pasos presurosos del profesor de guardia, escalera arriba, era el toque de
retirada general. En un decir Jesús
nos metíamos vestidos a la cama, y el silencio de la "tierra
arrasada" caía pesadamente.

¡Nunca
me he atragantado de risa como en esos momentos! Imaginaba la cara del que venía a poner paz ante el desastre que le
mostraban los dormitorios, ahora iluminados.

¡Para
qué recordar las sanciones que nos caían! Como a países beligerantes nos trataban, y se nos hacían tan ciertas
las penas como si vinieran de las Naciones Unidas.

Encendido
el polvorín en el Internado, podía suceder que la guerra se extendiera; así
los dormitorios de la planta alta, ahora coaligados, llevaban sus armas a los de
la planta baja.

Nuestra
"Maginot" consistía en la escalera, infranqueable como el desfiladero
de la Termópilas.

Los
defensores medio en el aire traían algún prisionero, forcejeando desesperado
ante la visión de lo que le esperaba en nuestro campo de concentración.

Claro
que a los compañeros que se nos quedaban abajo cuando se iniciaban las
hostilidades no los trataban mejor. A
estos solíamos recuperarlos gracias al canje de prisioneros, en el justo término
de hombre por hombre.

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Fuente:
“Alberdiantina”, Ediciones del Centro Alberdino, Paraná, 1962