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La saga del último guerrero

Con calma, el último guerrero se levantó de la mesa, donde en compañía de sus bravos camaradas había estado tomando cerveza…

Estaba fatigado después de tantas batallas,
pero había llegado el momento de realizar el último esfuerzo. Era su deber
enfrentar a los temibles soldados del ejército enemigo, quienes impasibles lo
esperaban desafiantes luciendo sus albos uniformes con la característica
cintilla roja alrededor del cuello.
                  

Lo superaban en número de diez a uno, pero el
guerrero estaba acostumbrado a tales desventajas y eso no le causó ninguna
preocupación. 

Con paso firme se dirigió al campo de batalla,
él era el último guerrero y la única esperanza de los suyos. Mentalmente se
preparó para el combate final.  

No habría otra oportunidad; era todo o nada y
él lo sabía perfectamente. 

Tomó un arma entre sus manos, la limpió
cuidadosamente y luego se irguió con gallardía fijando con determinación su
mirada retadora en el enemigo. 

Lentamente dio unos pasos hacia adelante, se
inclinó y rápidamente lanzó su arma apuntando directamente hacia el líder
enemigo. 

Observó con ansiedad mientras el proyectil
describía una parábola perfecta y hacía blanco justamente entre el líder y su
lugarteniente más cercano ubicado a la izquierda.  El impacto fue brutal, el ejército enemigo se desmoronó y
cayó totalmente diezmado. 

El guerrero lanzó un grito de emoción y levantó
sus brazos al cielo en señal de triunfo. Sus compañeros jubilosos saltaron hacia
él y lo felicitaban chocando las palmas de sus manos en todo lo alto.
 

Todo había concluido, la batalla final había
terminado y el ejército enemigo estaba derrotado.  

Se había logrado la anhelada victoria.
 

El último guerrero había tirado una chuza.

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