Guía práctica para iniciarte en el milenario arte del bonsái

En japonés, bon significa
cuenco o bandeja y sai, árbol o planta.

Por lo tanto, bonsái simboliza una
planta o árbol capaz de crecer y desarrollarse en un recipiente. Sus orígenes se
remontan a la China, desde donde se extendió a otros países asiáticos.

Sin
embargo, fueron los japoneses quienes se encargaron de popularizar el bonsái en
occidente. Estos árboles en miniatura necesitan de ciertos cuidados especiales
para logar toda su belleza
y esplendor.

Una de las virtudes que debe tener la
persona que se dedique a cultivar bonsái es la paciencia y la dedicación, ya que
los resultados no se ven de un día para otro, sino que en ocasiones tardan años,
algunas especies se forman en poco tiempo, otras necesitan entre cinco y hasta
doce años para lograr su desarrollo.

A la hora de cultivar un bonsái debe
tenerse en cuenta que la misión es adaptar un vegetal determinado (árbol o
arbusto) para que pueda vivir en una bandeja o recipiente pequeño, y que a su
vez, pueda contar con las mismas condiciones que si viviese en la naturaleza.

Sin embargo, no todos están a favor
de la práctica del bonsái: hay
personas que sostienen que es cruel no dejar que
las plantas se desarrollen de manera natural y ven en esta técnica una forma de
tortura hacia las plantas.

Pero un árbol cultivado como bonsái
vivirá una vida mucho más larga que si crece en la naturaleza porque de esta
forma se encuentra protegido.


Cómo comenzar con un bonsái


Hay varios métodos para comenzar a
cultivar un bonsái; el primero es partir de una semilla, tal como cualquier
planta normal, ya que no existe una semilla específica para logar un bonsái.

Otra forma es a través de un injerto, pero es el menos indicado ya que sus
resultados son impredecibles, por la aparición de pequeños brotes o largas
ramas.

El método más utilizado se obtiene de
la división de una planta madre, partiéndola y dejando cada parte dividida con
tronco, ramas y raíces (este método se utiliza para los musgos y bambúes).

El
método más usado es el esqueje, que consiste en la elección de un tallo con
yemas incluidas, para luego enterrarlo en turba y arena, regadas generosamente.

Cuando aparecen las raíces, se logra el clon de la
planta madre, que deberá
estar en crecimiento durante un año hasta su posterior transplante a otra vasija
que se rellenará con turba que se pinchará con un palillo de madera para evitar
que se forme aire en la vasija, además de ofrecerle un riego generoso varias
veces al día.

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