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Conclusión
Las
ciencias biológicas abordan el cuerpo como un conjunto de piezas
separadas, lo que permite recortar "órganos sin cuerpo". En el
siglo XIX se concibe al cuerpo como fábrica de órganos separables,
substituibles. Y a través de la fragmentación del cuerpo, éste,
desaparece como referente. La FIV no solo escinde el cuerpo reproductor,
orgánico, del libidinal, sino que fragmenta el proceso reproductivo en
una sucesión de momentos recortados: lo hormonal, por un lado,
luego la extracción de óvulos y así sucesivamente. Estos órganos sin
cuerpo, en tanto síntomas del discurso moderno se embanderan en el
triunfo de la función técnica que ha llegado a ser constitutiva de lo
humano, se prestan a usos que escapan a una lógica científica. Solo
representan la derivación tecnológica, no ética, perversa, cínica, que
niega el verdadero espíritu
científico. Y negar aparece desde lo psicoanalítico como tapando la
falta, es decir, el fetiche. Algunas mujeres libidinizan las NTR, pues
cristalizan y fijan en la reproducción biológica la posibilidad de
restitución como sujetos. Aparecería del lado del hijo demandado que
permite anudar lo real y lo imaginario (niño real=posición fálica
de la madre) en ausencia de la dirección simbólica (niño como
significante fálico=ser madre). Pero lo real
queda desanudado, y la demanda de un hijo
a cualquier precio supone la
exigencia de hacer educar lo real del cuerpo que se niega, a la articulación
de lo imaginario y lo simbólico sostenido por la alianza de la ideología
y la tecnología que ponen al medico posibilitador en el lugar aquel que
logró el Milagro , sostenido desde el fantasma individual, tanto
como desde las construcciones colectivas (mitos, ritos, cuentos) que hasta
hoy instituyen a la paternidad como
función simbólica y a la maternidad como una función
"natural", quitándole a cada mujer la oportunidad de construir
su propia subjetividad desde un lugar diferente al de madre.
Por
la Lic. Marcela Pugliese
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