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El poder curativo de la música: una experiencia personal

O cómo la música ayudó a Paula a comunicarse y superar su aislamiento…


– Profesor, ella es mi hija Paula*.

 


Observo a una muchacha de unos veinte años, con la vista extrañamente perdida en
un horizonte inexistente y cuya forma de caminar parece más bien la de un robot.
No hay contacto visual entre nosotros y se pensaría que está en un mundo
diferente.


 


– Hola Paula ¿cómo estás?


– (silencio)


– Siéntate, me gustaría escucharte tocar, algo que recuerdes.


 


Cuando se sienta ante el piano su mirada queda igualmente fija en algún punto
más allá del instrumento (que está adosado a la pared) y sus manos permanecen
inmóviles en su regazo.


 


Al insistir, después de un intervalo que me pareció eterno, animándola a tocar,
colocó sus manos en el teclado e inició una pieza que no iba a concluir, pues
no había pasado un minuto cuando sus manos se agarrotaron a ambos lados del
banco y comenzó a temblar sin decir ni una palabra.


 


Esto ocurrió hace aproximadamente veinte años y, para hacer honor a la verdad,
me asusté. Su madre me dijo que sufría de cierto problema cerebral de nacimiento
y la habían visto psiquiatras en América y Europa. Todo igual, nada de salidas
sola, siempre con la familia y en total dependencia social.


 


Las clases continuaron a pesar de todo y su actitud fue cambiando paulatinamente
de la introspección inexpugnable a la risa franca y alegre. De la incomunicación
a tener que decirle que no me contara otro chiste. De la apatía, a tocar el
piano durante horas para su propia satisfacción y la de su familia.


 


Pero ¿Cómo? ¿Qué pasó? Me atrevo a afirmar que la respuesta, o parte importante
de ella, está en el poder benéfico de la Música y, por supuesto, a una actitud
cariñosa, paciente e intuitiva del maestro.


 


Esto último lo expreso porque desgraciadamente algunos docentes pierden el don
de la paciencia y se le hace un daño psicológico al alumno al gritarle o
insultarle, y mucho más grave cuando se trata de personas que no pueden cumplir
con ciertos “estándares”.


 


El milagro de la Música no es pasajero. El año pasado, 2004, me tropecé con
Paula en un centro comercial. Iba sola, a comprar no me acuerdo qué. Ya habían
pasado los años y era una mujer con la sonrisa como saludo y con alegría en los
ojos.


 


Ah…………la Música.


 


*El nombre es supuesto, la historia verdadera.

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