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El Corralito y la crisis argentina: abrevando en las fuentes

Esta vez le ha tocado al Filósofo alemán Immanuel Kant, autor de la famosa “Crítica de la Razón Pura” publicada en 1781. En una pequeña obra titulada “Tratado Político-Filosófico: La Paz Perpetua” surgen temas políticos que hacen que nuestros problemas actuales no resulten para nada novedosos.

Si
nuestro ex ministro de economía Cavallo,
hubiera monitoreado la fuga de los depósitos, teniendo presentes los principios
de Immanuel Kant, que seguramente le enseñaron en la Universidad de Harvard,
donde se graduó, la crisis de
confianza actual no habría tenido lugar,

Extractos
de “LA PAZ PERPETUA” de Immanuel Kant

De la Seccion Primera – ARTICULOS
PREVIOS DE UNA PAZ PERPETUA ENTRE
LOS ESTADOS

4.-El Estado no debe contraer
deudas
que tiendan a sostener su política externa.

La creación
de deudas
, como ayuda que el estado busca, dentro o fuera de sus límites
para fomentar la Economía de la Nación
reparación de caminos, colonización, creación de depósitos para los años
adversos, etc…-, no tienen nada de sospechoso.

Pero si se la mira como
instrumento de acción y reacción
entre las potencias, se convierte entonces en un sistema de crédito
compuesto
de deudas que aumentan sin cesar, aunque siempre
garantizadas
de momentopuesto que no todos los acreedores van a reclamar a la vez el pago de sus créditos-, invención ingeniosa de un pueblo comerciante en
nuestro siglo
; se funda así una potencia financiera asaz peligrosa, un tesoro bélico que supera al de todos
los demás Estados juntos y que no
puede puede agotarse jamás, como no sea con una rápida baja de los valores -los cuales pueden mantenerse altos mucho tiempo
mediante el fomento del tráfico, que a su vez, repercute en la industria y la riqueza-.

Esta facilidad para provocar la guerra unida a la inclinación que sienten hacia ella los que tienen la fuerza,
inclinación que parece ingénita a la condición humana, es el más poderoso
obstáculo para la paz perpetua.

Por eso se hace tanto más imprescindible un artículo que prohíba la emisión
de deuda
para tales fines, porque además la bancarrota del estado
que ha de llegar inevitablemente
,
complicaría en el desastre a muchos otros Estados sin culpa alguna por su parte
y esto sería una pública lesión de los intereses de estos últimos
Estados

Por consiguiente, los demás Estados tienen por lo menos, el derecho de
aliarse en contra del que proceda en tal forma y con semejantes pretensiones.

Estos
conceptos que en el trabajo comentado se hacen con respecto a La Paz y la Guerra
entre los Estados, se puede aplicar
sin esfuerzo a la economía de un país y su sistema financiero.

El
endeudamiento, sistema de crédito, y el concepto nacido en aquel siglo sobre
que:

“no
todos los acreedores van a reclamar
a la vez el pago de sus créditos
-“,
se ha visto reiteradamente desmentido en la Argentina para desgracia de sus
habitantes más ingenuos y desinformados.

El
“corralito” es el resultado de que los acreedores reclamaron a la vez el pago de sus créditos.

En
realidad no fueron todos a la vez sino en distintas oleadas.

La primer
gran transferencia fue la de algún magnate desconfiado que al amparo de la insólito
total libertad que da la Argentina
a la transferencia de fondos sean capitales o producto de ilícitos o no, decidió
no arriesgar más y exportar su capital blanco o negro, a otras latitudes en dólares
genuinos que tenía en el Banco.

Seguramente
otros alertados al conocer esa decisión siguieron su ejemplo. Después la
noticia corrió de boca en boca y se fueron alertando entre sí los más
conspicuos miembros del establishment, convirtiendo la primer ola en un alud imparable.

Los
ahorristas más ingenuos, desinformados y despreocupados, se dejaron estar y
cuando reaccionaron ya estaban dentro del gran corralito nacional.

El
gobierno había despertado de su sueño y de su papel de administrador del
bienestar general y asustado había aplicado violentamente los frenos al borde
del precipicio.

El
concepto nacido en el siglo 18 de que no todos los acreedores van a reclamar a la vez el pago de sus créditos-, que sustentaba al sistema financiero, volvió a chocar contra la realidad y los acreedores / ahorristas reclamaron al unísono la devolución de sus créditos…

Que
consuelo representa para ellos? , que casi perdieron los ahorros de toda una
vida de sacrificios, es enterarse ahora que es tarde, que los sistema financieros de todo el mundo funcionan sobre esa misma
base!!!

Todavía
tienen in mente los elogios
escuchados hasta el cansancio sobre la solidez de “nuestro” sistema cuando
el “Tequila” además de la ley de “intangibilidad de los depósitos”
agregado a los discursos televisivos de los Ministros mintiéndoles
descaradamente cada vez que aparecían en pantalla.

Pero es
que no hay ningún contrato entre el depositante y el Banco?

No
existe, como cuando se adquiere un Seguro, una Póliza que en letra grande,
mediana y pequeña establece las bases del mismo?

Si se la
lee, tiene la opción de aceptarla o no! Si
no lo hace y la da por aceptada, es por su cuenta y riesgo…

Quizás
en el futuro antes de poner sus dineros en un Banco debería pedirse un contrato
que estipule las bases y garantías de dicho depósito y el uso que intenta
hacer de esos fondos por parte del Banquero.

Si los
ahorristas
hubieran sabido que en base a las normas del llamado encaje bancario, el Banco solo estaba obligado a retener en su activo un porcentaje muy bajo fijado por el Banco Central, y el resto podía
prestarlo a su entera discreción concretando el “negocio bancario” quizás
algunos lo hubieran pensado dos veces, antes de poner todo lo que tenían en un
Plazo Fijo.

Peor aún
si hubieran sabido que la concesión de créditos muchas veces es irregular y
sin garantías reales que asegure
la devolución en tiempo y forma.

Y aún más,
si hubieran sabido que el principal tomador de fondos sería el propio Estado
porque era el que más ganancia le traía a los Bancos, con los altísimos
intereses que les abonaba.

Total,
que hay más seguro que el Estado?

Claro que
ahora la realidad nos hace pensar que es todo lo contrario.

El mismo
estado copó las AFJP porque encontró allí dinero disponible que necesitaba
para su barril sin fondo. Los jóvenes a quienes se les descontaba el 30% de su
dinero para los “gastos de administración” de la AFJP no solo eran ya
esquilmados, sino que las carteras sirvieron para invertir en Bonos del Estado
como la mejor inversión que se les podía ocurrir para cada Gerente de fondo
cuya meta era incrementarle el ahorro a los aportantes para mejorar su jubilación.

Mercado
de Capitales fue el slogan que hizo fundar las AFJP para reemplazar viejas
estafas al Sistema de Reparto consumadas por el mismísimo Estado.

Pero el
Estado somos todos nosotros, los ciudadanos que delegamos en nuestros
representantes la administración de los Ingresos y Egresos y que reiteradamente nos engañan.

En pagina 33 sigue Kant:

“cuanto mayor sea la representación
que tienen los que gobiernan, tanto mejor concordará la cons­titución del
Estado con la posibilidad del republicanismo, y en tal caso puede esperarse que,
mediante sucesivas reformas, llegue a elevarse hasta él.

Por dichos motivos,
resulta más difícil en la aristocracia que en la monarquía, e imposible de
todo punto en la democracia, conseguir el me­dio de llegar a la única
constitución jurídica per­fecta, como no sea por una revolución violenta.

Pero lo que más le importa al pueblo es, sin duda algu­na, la forma de
gobierno, mucho más que la for­ma del Estado, aun cuando ésta tiene una gran
importancia por lo que concierne a su mayor o menor consentimiento con el fin
republicano.”

Para
los que abogan una reestructuración de nuestro Sistema de Gobierno y sus
instituciones:

“Mallet du Pan,
en su estilo pomposo, pero vacío, afirma que, des­pués de muchos años de
experiencia, llegó a convencerse de la verdad que encierra el célebre dicho
del famoso Pope: «Disputen los tontos sobre cuál es el mejor gobierno; el
mejor gobierno es el que mejor administra
».

Si esto quiere decir que el
gobierno mejor administrador es el mejor administrado, puede replicarse, usando
la expresión de Swift, que Pope ha cascado una nuez y le ha salido vacía. Mas
si se quiere decir que es la mejor forma de gobierno o constitución, entonces
es falso de toda false­dad, porque los ejemplos de buen gobierno no prueban
nada sobre la forma de gobierno.

¿ Quién ha gobernado mejor que un Tirso o un
Marco Aurelio? Y, sin embargo, dejaron por sucesores a Domiciano y a cómodo.
Esto no hubiera podido suceder en una constitución buena, porque era conocida
de antemano la incapacidad de ambos para regir el Estado y el príncipe soberano
tenía suficiente poder para excluirlos del gobierno público.”

Acerca del desacuerdo que existe entre la moral y la política con respecto a la paz perpetua

Así, ver­bigracia, es un
principio de política moral que un pueblo, al convertirse en Estado, debe
hacerlo se­gún los conceptos jurídicos de libertad y de igualdad.

Este
principio no se basa en prudencia o habi­lidades, sino en el deber moral. Ya
pueden los moralistas políticos oponer cuanto quieran sobre el mecanismo
natural de las masas populares, y sostener que en la realización naufragan los
prin­cipios y se evaporan los propósitos; ya pueden citar casos de
constituciones malas, antiguas y mo­dernas -por ejemplo, de democracias sin
sistema representativo-, para dar autoridad a sus afirma­ciones.

No merecen ser
escuchados; sus teorías pro­vocan precisamente los males que ellos señalan;
ellos rebajan a los hombres con los demás anima­les hasta subordinarlos a la
consideración de ma­quinas vivientes, para las cuales la conciencia es un
suplicio más, porque sabiendo que son escla­vos, júzganse a sí mismos como
las más desgraciadas criaturas del mundo.

Hay
una frase que, a pesar de tener cierto sabor fanfarrón, se ha hecho proverbial
y es muy verdadera: Fiat justitia, pereat mundus. Puede traducirse
así: reine la justicia, aunque perezcan todos los bribones que hay en el
mundo
.

Es un prin­cipio valiente de derecho, que ataja todo camino
tortuoso de insidias y violencias. Pero es necesario que se le entienda en su
verdadero sentido; no debe considerarse como un salvoconducto que se nos da para
que hagamos uso de nuestro propio derecho.

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