Los countries de mi infancia. Parte 2.

¿Hubo un country en mi infancia?

Ese era mi
caso, y mi placer era muy grande cuando ayudaba a llevar la asadera v entraba al
mundo maravilloso de la panadería.

El calor era
infernal: Los pasteleros, desnudos hasta la cintura, cubiertos de transpiración,
amasaban a mano y se ponían los bollos sobre los hombros.

 ¿Quién
pensaba en la higiene y en los microbios? El
delicioso olor del pan caliente nos inundaba, y con la boca hecha agua, volvía
a nuestros juegos.

Después del
almuerzo en familia, todos juntos, se decidía qué hacer.

Generalmente,
los mayores dormían la siesta, y luego iríamos “empaquetados y
ensombrerados" a visitar alguna tía.

Cuando
raramente había unos pesos de más en la
casa, nos íbamos al cine.

Había que
apurarse: ¡Nada de siesta! La
función empezaba a las 14. Daban
tres películas.

Ahora con el
correr de los años, suelo cabecear al final de la única película que voy a
ver.

En esa época,
en los barrios ver tres era lo normal.

En el centro
daban una. Pero el centro… ¿Cuándo
íbamos?…

La
tarde se completaba con comer algún alimento en el intervalo entre películas.
¡Nada de comprar golosinas al chocolatinero! ¡Qué va! Llevábamos sándwiches, galletitas, y hasta alguna mamá precavida con
un termo de café con leche.

A las 19 salíamos,
pletóricos, felices… A veces nos sobraban algunas monedas para pagar un
"cacho de pizza" en la pizzería de la esquina, parados chorreando la
muzzarela hasta nuestros zapatos.

Los domingos
que no salíamos, después del almuerzo íbamos a la vereda a continuar los
juegos; a veces cuando los varones se nos unían, jugábamos al poliladron, a
los novios…

Si algún chico
nos gustaba, lo mirábamos tímidamente, enrojecidas, con los ojos bajos, hasta
que, si teníamos mucha suerte, éste se "declaraba y nos decía:

-¿Te querés
meter conmigo?- y asentíamos ruborizadas.

Ese
"meter" consistía simplemente en tomarnos de la mano, en alg1ún beso furtivo (en la mejilla, por supuesto).

El noviazgo
duraba una tarde de domingo.

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3