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Carnavales de Ayer Nomás. Parte 3

Que dan ganas de haberlos vivido!!!!!

 

Las
chicas de 14 ó 15 años no teníamos acceso a esos lugares, organizábamos los
tradicionales "asaltos familiares" o en alguna oportunidad concurríamos
a los clubes barriales amenizados con selectas grabaciones.

Así
mismo tenían eco los encuentros vecinales o bailes callejeros, que entre varios
vecinos preparaban en distintas calles.

En
muchas partes de Europa principalmente en la España franquista los carnavales
habían fenecido, lo mismo ocurría en el Continente Americano, Brasil lideraba
el desenfreno desde las Escolas do Samba, nuestro país conservaba los
encuentros sociales y una forma relativamente sana de festejar, ésto daba
motivo para que las compañías grabadoras lanzaran temas, lo mismo ocurría con
grandes figuras de la música tropical que venían a Buenos Aires a difundir sus
novedades porque encontraban mercado propicio.

En
1946 llegó desde Colombia "El Caimán", el que se va para
Barranquilla, en 1951 Osvaldo Norton introdujo el baión "Cabeza
Hinchada", 1953 Pérez Prado y sus "Mambos", 1954 desde el Trópico
arribó "El escondite de Hernando", 1956 Waldir Acevedo y su magistral
"cabaquinho" y su tema "Delicado", 1958 nuevamente de
Colombia el Cha-ChaCha (El Bodeguero, De la Secretaria, Del Tránsito) y tantos
otros que nos alegraron con su ritmo pegadizo.

Al
finalizar la década del 50 el bullicio carnavalero se extendió a la zona de
Olivos; el Centro Lucense, Nino, Círculo Trovador, Centro Asturiano y tantos
otros clubes de la ribera concentraban la multitud, la moda iba cambiando, gran
parte de la muchachada adquiría para su diversión reliquias motorizadas, tal
el caso del "Ford a Bigotes" y allá íbamos desfilando con trajes
antiguos rumbo a los lugares danzantes mencionados.

Ya
por 1965 los clubes apagaron poco a poco los farolitos chinos y las guirnaldas
multicolores, enmudecieron las consolas musicales y el cotillón lagrimeó
inerte. Unas pocas
"boites" bailables Las Brujas, Buckingn’s, Lhirondell, o Reviens con
sus conjuntos musicales, ritmo y alegría estiraron como pudieron para rescatar
de las cenizas al Carnaval, paulatinamente todo se esfumó, en su lugar se
erigieron torres de departamentos, lavaderos de autos o supermercados.

El
almanaque que conservaba sus días en colorado comprendió azorado que ya sólo
servían para hacer unas mini vacaciones, hasta que actualmente el feriado ni
siquiera existe en sus hojas.

Los
chicos arrumbaron las tapas de las ollas descascaradas, porque la murga que se
formó un día que llovía después de tanto andar no tuvo más ganas de ser La
Murga de la Alegría, aquellos pibes que pasaban la gorra después de cantar una
canción picaresca acompañados con el tachin-tachín, pitos y matracas, y esa
carita decorada con corcho quemado hoy se emocionan al escuchar al Tano Marino
desde la placa impresa decir los versos de Francisco García Jiménez…

"Esa colombina puso en sus ojeras humo de la hoguera de su corazón…
Aquella marquesa de la risa loca se pintó la boca por besar un clown…”.

Parte
1

Parte
2

Parte
3

Fuente:
“Vivencias de Buenos Aires”, Dirección General de Tercera Edad, Gobierno de
la Ciudad de Buenos Aires, 1999.