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Cándido Portinari

Para Candido Portinari la miel y el ron, y una guitarra de azúcar y una canción. Para Candido Portinari, Buenos Aires y un bandoneón. Nicolás Guillén (1947)

El nombre de Cándido Portinari
(1903-1962) es famoso en Estados Unidos, en Francia, en Italia. Hasta hoy se pueden ver
murales de Portinari en la Biblioteca del Congreso de Washington. Y allí, en el
amplio vestíbulo de las Naciones Unidas en Nueva York, están los dos
impresionantes, gigantescos murales a óleo titulados GUERRA y PAZ
respectivamente, instalados en 1957. Por esta misma época Portinari, exhibía
sus cuadros en Europa e Israel, mientras ilustraba para la editora Gallimard,
novelas de André Maurois y de Graham Greene. 

Descripción de la visión que considera
Rockwell Kent, pintor, ilustrador y escritor americano (1882-1971), sobre el
centro del arte Portinari:

“… El mundo de Portinari: a
medida que atraídos por él, nos movemos en él a través del pensamiento llenos
de asombro -o quizás de miedo- pero aceptando sus elementos macabros con la
misma naturalidad con que nuestro inconsciente acoge los más fantásticos sueños
que nos perturban a la hora de dormir, vamos llegando poco a poco a la
percepción de que no estamos ante un mundo apenas imaginario, sino ante la
recreación intensificada y fantástica del mundo que Portinari conoce: el de su
tierra natal, el Brasil. Sus cuadros son la prueba de esto. En ellos vemos el
paisaje, pisamos el suelo, vemos sus trabajadores y su pobreza; pero no son descritos
con aflicción, solo descritos, y descritos con amor. No amor por la miseria y
el trabajo incesante y sí amor por la mujer, el hombre, el niño, quienes ricos
o pobres, son para él objeto de amor. 
Él los pinta con plena aceptación. “Bienaventurados los
humildes” es lo que parece decir desde lo más hondo del corazón. Y, por lo
que vemos, si las condiciones en que viven en su tierra brasileña no tienen
nada de envidiable herencia, la vida que llevan por la bondad que de ellos se
desprende, vale la pena ser vivida. Trabajan, se casan y sustentan familia, sus
hijos juegan. Y, en el tesoro de las artes, no hay cuadros más elocuentes que
esos que pintan la felicidad de niños que juegan.” 

En 1928, Portinari, ganó una beca que lo
llevó a París. Durante su estancia en Europa no pintó; se sintió como una
esponja, una cámara abierta, tan sólo absorbiendo impresiones, extrayendo,
registrando. En compensación cuando regresó al Brasil, empezó a pintar
febrilmente como si el producir lienzos fuera para él cuestión de vida o
muerte. En 1935, por el cuadro CAFÉ, su nombre llega a los Estados Unidos. En
1940 la University of Chicago Press publicaba un libro sobre sus trabajos
titulado “Portinari.
His life and art”. Ya su obra incluía una tendencia hacia lo social
y religioso y algunos de sus espléndidos retratos, lo que prueba como el
pintor, tan joven aún, ya había llegado a su plena fuerza.
 

Portinari, sin duda alguna es
quien mejor y más directamente ilustra el fenómeno brasileño, tiene la primacía
como el pintor del Brasil en su totalidad. La monumental herencia del trabajo
de Portinari poco a poco está siendo registrada, fotografiada, catalogada como
parte del proyecto Portinari. El proyecto, da una idea de la asombrosa
producción portinariana de más de 4800 trabajos, tanto en el campo social
-campesinos paulistas, retirantes nordestinos, vaqueros, obreros, músicos- como
en el campo religioso e histórico y en el de retratos.

En los últimos tiempos,
Candido, pintaba motivos de indios Carajá, pero frecuentemente se volvía hacia
el tema de las favelas cariocas. Solo que las favelas de sus últimos cuadros se
habían vuelto translucidas, mucho más inquietantes que aquellas que él pintaba
veinte años antes y donde la cruda miseria era disminuida por figuras de
jornaleros y de mujeres con latas de agua a la cabeza. 

Hay en el pintor profundas
raíces de su personalidad y su arte. Representa el conflicto que siempre hubo
entre el intenso brasilerismo de Portinari y su italianismo. Cuando becario en
París, Portinari escribió a un amigo en Brasil: “A pesar de que yo tengo
sangre de gente de Florencia, ciudad que Romain Rolland llama “febril,
orgullosa, donde cada cual era libre y donde cada uno era tirano, donde era
espléndido vivir y donde la vida era un infierno”, yo me siento un rústico
campesino.” 

El Portinari retratista y
pintor de lienzos religiosos e históricos, presenta una avasalladora modernidad
de estilo mientras que el pintor de retirantes, de favelados, de músicos
populares, surgen ante  nosotros con
clásica monumentalidad. Lo que siempre existe es la tensión, el portentoso
equilibrio de todo lo que pintó
: el arco de un mundo, la cuerda del arco en
otro.
 

Bibliografía: Cándido Portinari – Antonio Callado
 

EXPOSICIÓN PORTINARI

Este Proyecto forma parte de la conmemoración de
Centenario Portinari.
FUNDACIÓN PROA, Buenos Aires.
Julio – Septiembre 2004