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25 de Noviembre: Día de la no violencia contra las mujeres

Violencia contra las mujeres: grave y bochornoso problema de salud

En la actualidad hay una pérdida del control de los hombres sobre las mujeres que a algunos les genera terror y rabia. A la esposa, compañera o novia no la pueden controlar desde que usan anticonceptivos o salen a trabajar” al tiempo que hay un contexto donde ciertas áreas ofrecen más empleo femenino, explicó María Guerra, coordinadora de los talleres de reflexión para mujeres Rosario Castellanos María.  

Nela Muga, psicóloga del Centro Integral de Apoyo a la Mujer (CIAM) en la delegación Atzapotzalco –donde 80 por ciento de las denuncias son por violencia familiar—dijo que el aumento de la violencia y la permisibilidad de esta parece la forma de arreglar cualquier conflicto en las familias.  

El diagnóstico de las políticas públicas de la Unidad de Atención a la Violencia Familiar (UAVIF) reveló que  “la ley de asistencia y prevención contra la violencia familiar no contempla las diferencias de género, les da a mujeres y hombres el mismo trato”, de acuerdo con María Nela Muga.  

El proceso de conciliación entre las parejas sienta en el mismo nivel a la receptora y el generador de violencia, señalando sanciones para ambas partes. María Guerra y María Nela Muga dijeron que falta profesionalizar al personal “hay una necesidad muy fuerte de capacitar. Por ejemplo ministerios públicos desconocen la problemática y se niegan a levantar las denuncias.” 

En tanto que Marcela Aguilar, especialista de la CDHDF se lamentó que en casi todos los niveles de gobierno falte sensibilidad y conocimiento sobre la violencia hacia las mujeres, incluso en aquellas especializadas en el tema.  

Las UAVIF han recibido de enero a la fecha mil 500 denuncias por violencia familiar y 170 mil peticiones de atención y consulta en las 16 delegaciones de esta ciudad, cuya población asciende a 8.6 millones de habitantes, así como a algunas de las mujeres habitantes en los municipios conurbados. 

El diario The Guardian daba cuenta de que en Rusia, en un año 14 500 rusas murieron a manos del esposo y 56 400 quedaron incapacitadas o mal heridas en ataques domésticos. 

La BBC News informa que el año pasado en Nicaragua los ataques contra las mujeres se dispararon de tal modo que el 52 por ciento de ellas sufrieron alguna agresión a manos de los hombres con quienes conviven. 

La realidad en el continente africano resulta realmente calamitosa; siguen siendo “plato fuerte” las mutilaciones femeninas, principalmente antes de los 15 años; en algunos países de esa área geográfica incluso las obligan a bailar después de la ablación del clítoris y labios menores como prueba de que no sienten dolor. Algo inaudito en pleno siglo XXI. 

Estos son algunos datos que ilustran el comportamiento de la violencia contra la mujer en el mundo contemporáneo de hoy. 

Para las cubanas es bien distinta la realidad. La Revolución abrió un campo de posibilidades que la ubican en la avanzada del proyecto social cubano. El hecho mismo de no constituir la violencia contra las mujeres en Cuba un problema de salud, habla por sí solo de los avances que en esta materia se logran especialmente con un trabajo comunitario que involucra a la Federación de Mujeres Cubanas, a los médicos y médicas de la familia y a otras entidades que laboran en pro del bienestar de la población y particularmente de las mujeres y los niños.  

Es una labor constante y larga que requiere sistematicidad, porque la violencia contra la mujer se reproduce desde la educación sexista y los roles de género.  Si preguntamos en la calle, con qué asocian los conceptos de violencia y género, nos encontraríamos con respuestas tales como: violencia: – golpes, empujones, crímenes, asesinatos, y género: masculino o femenino.   

Difícilmente se manejarán conceptos tales como: fuerza, poder, control, maldecir, dejar de hablar, roles asignados socialmente y asumidos, construcción social de qué significa ser hombre o ser mujer, expresa Ileana Artiles, especialista del Centro Nacional de Educación Sexual. 

Comenta que actualmente en el mundo sigue invisible la violencia y sigue siendo asociada a hechos cruentos, y su etiología se asocia a problemas psiquiátricos, de personalidad, alcohol, problemas económicos y sociales y no se vincula a la educación sexista de roles tradicionales asignados a hombres y mujeres. 

Explica la Lic. Artiles, Máster en Sexualidad, que según datos encontrados en investigaciones de países latinoamericanos se calcula que: 

Un 2% de hombres son maltratados por su pareja 

Un 23% de parejas tienen violencia cruzada (ambos se maltratan) 

Un 75% de parejas el hombre maltrata a la mujer 

Efectivamente –agrega– existe una violencia que afecta desproporcionadamente a la mujer por su sola condición de pertenecer al sexo femenino, la que no se explica en forma exclusiva por su clase social o edad, por sus creencias religiosas o políticas, por su etnia o preferencia sexual.  

¿Qué ocurre en muchos casos donde se viven relaciones de violencia doméstica? Ocurre que se cometen actos de abuso con otro miembro de la familia generalmente la mujer o los niños o niñas, pasando a ser algo cotidiano y común, caracterizando a esa familia y ella no es consciente de esa relación de violencia.—enfatiza la especialista del CENESEX. 

A continuación señala algunos ejemplos de violencia doméstica:

– pegar, golpear, abofetear, quemar, apuñalar o disparar a un miembro de la familia.

– insultar a alguien; tratarla sin respeto o avergonzarla; culparla sin razón.

– hacer amenazas violentas

– forzar a una mujer a tener relaciones sexuales, mirar o participar en actividades  sexuales en contra de su voluntad

– no permitir a una mujer salir o visitar a su familia y amistades; enterarse de todos los lugares donde va, no dejarla trabajar fuera de la casa

– amenazarla con retirarle el apoyo emocional o financiero

– gastar el dinero en alcohol cuando la familia necesita comida

– forzar a  alguien a trabajar y quitarle el salario

– alimentar a las mujeres con menos comida que al resto de la familia 

La violencia es uno de los fenómenos más extendidos de nuestra época y su impacto se advierte no sólo en situaciones de abierto conflicto, sino que incluso en la resolución de problemas, a veces muy simples, de la vida cotidiana.  

En esa medida, se puede afirmar con certeza que muchas personas, en alguna etapa de sus vidas, han sido víctimas  de violencia. No obstante, ya sea que se trate de mujeres u hombres, la violencia asume características diferentes y sus causas tampoco son las mismas, y en la gran mayoría de los casos no se reconoce la violencia 

La violencia, a fuerza de cotidiana, se va volviendo casi imperceptible, despersonalizada, no le damos el espacio que requiere en nuestra conciencia individual y colectiva, tratándose ciertamente de una realidad compleja, nos resistimos a percibirla y se nos dificulta pensarla.—reconoce por último Ileana Artiles 

Aún es menos reconocida en los casos de la violencia psicológica y sexual. De acuerdo a UNICEF, en América Latina, solo uno de cada tres casos de abuso sexual es denunciado, y el 80% de dichas denuncias corresponden a niñas o adolescentes.

Otra fuente señala que el 30% y 50% de las víctimas de violación o intento de violación tiene menos de 15 años y alrededor del 20% tiene menos de 10 años, según estudios realizados en Chile, Perú, Malasia y Estados Unidos. En estos porcentajes se incluyen tanto niñas como niños, aunque las primeras son las principales víctimas.  

Según la OPS, la violencia de género causa más muertes e incapacidad entre las mujeres de 15 a 44 años que el cáncer, la malaria, los accidentes de tráfico e incluso que la guerra.  

Una proposición elevada de mujeres es golpeada cuando está embarazada. Un estudio realizado en Costa Rica, mostró que el 49% de las mujeres fue golpeada durante su embarazo. Otra investigación en Ciudad México, reveló que el 20% de mujeres embarazadas sufrió alguna vez golpes en el abdomen. (OPS, 1996). 

El sector salud detecta y registra preferencialmente la violencia cuando tiene tales connotaciones, pero posee mínimos registros de la violencia que se produce en la cotidianidad del hogar, que no mata  pero que perjudica la calidad de vida y por lo tanto el estado de salud. Es uno de los factores por los cuales los registros de morbilidad por violencia son escasos. 

Como si la vida sólo se alterara con su liquidación y no con esa inmensa variedad de formas de entristecerla, hacerla menos feliz, y placentera. 

El problema general que afecta a todas las fuentes primarias de información sobre violencia doméstica es el elevado subregistro de eventos de violencia contra la mujer derivado del hecho de que una proporción indeterminada de sobrevivientes no hacen la denuncia o no buscan asistencia médica por diversas razones: 

1.    Temor a la censura social, por “la culpa” que ha aprendido a sentir cuando es sobreviviente de agresión, además de la vergüenza y la humillación que siente al hacerla pública. 

2.    La mujer en la mayoría de los casos no reconoce la situación que está viviendo como violencia y por tanto no la registra como tal, no es consciente de que la vive. 

En el caso particular de los establecimientos de salud este subregistro se acentúa porque los instrumentos de recolección de datos y la misma práctica asistencial tradicional generan la invisibilidad de la violencia contra la mujer, más aún si es intrafamiliar. O sea, el sistema no está preparado para identificar la violencia como causa de morbilidad a través de las patologías que ella genera. 

Esperemos que se tome conciencia y se luche por encontrar una solución a este problema tan grave, que afecta no sólo a la mujer maltratada sino también a su familia y a toda la sociedad, que pierde valor con cada injusticia que consiente o ante la que es indiferente.  

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