Situado a unos 300 kilómetros de la capital sanjuanina, se levanta imponente el
parque provincial Ischigualasto (voz quechua significa “sitio donde se posa la
luna”), más conocido como Valle de la Luna.
Esta extraña formación arcillosa, con gran variedad de tonalidades, formas y
desniveles con multifranjas de minerales y sedimentos, permite espiar la
evolución de la Tierra en el período Triásico y debe su nombre a su similitud
con la superficie lunar.
Tal
como si guardáramos en un cofre recuerdos de cuando éramos niños, Ischigualasto
guardó recuerdos de esos tiempos.
Millones de años después, los distintos movimientos y choques de las placas
tectónicas expusieron esos valles que habían quedados cubiertos por miles de
metros de roca más joven; tal como si ahora abriéramos un cofre de recuerdos, la
cuenca de Ischigualasto nos cuenta la historia de lo que pasó en ese entonces en
la Tierra.
Mediante una visita guiada comienza la recorrida por el parque, al que hay que
llegar preparado teniendo en cuenta que es un desierto con muy pocas lluvias,
fuertes vientos y altas temperaturas.
Por suerte, no todo ha desaparecido; las huellas de un antepasado se descubren
paso a paso. Vestigios de vida vegetal y animal afloran desde el suelo y nos
permiten conocer y estudiar el origen de la vida en este planeta.
Al
recorrer el lugar se observa como la combinación de la erosión del agua y el
viento talla día a día diversas siluetas y así surgen formaciones conocidas como
“El gusano”, “Valle Pintado”, “La Esfinge”, “La cancha de bochas”, “El
Submarino”, “El Hongo” y las “Barrancas coloradas”.
El paisaje que se presenta es maravilloso y deja sin aliento a distintos
turistas de todas partes del mundo que se acercan a San Juan para apreciar esta
perla pre-histórica.
La
erosión constante sobre las capas arcillosas descubre restos fosilizados de
vertebrados y de flora de la era Secundaria, lo cual lo convierte en uno de los
yacimientos paleontológicos más importantes del mundo.
De hecho, fue declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco.
Los
conocidos dinosaurios, una amplia variedad de reptiles y también árboles
petrificados son descubiertos en forma intacta, debido a un factor fundamental
para su conservación en Ischigualasto.
La
formación del “Valle Pintado” se debió a caudalosas lluvias que inundaban las
llanuras formando gran cantidad de barro.
El fango sepultaba en su vertiginoso pasar animales y plantas protegiéndolos de
la descomposición provocada por el aire de la atmósfera.
Hoy este paraje presenta un paisaje lunar indescriptible y de aquí también surge
el nombre con el que se conoce el parque.
Otro
sitio que capta la atención fue el conocido como “La cancha de bochas” y que
presenta distintas esferas perfectamente pulidas del mismo material que contiene
el suelo, posadas sobre una superficie sumamente plana, donde no se explica
demasiado el fenómeno de su formación.
Parece ser que por atracción molecular se agruparon distintas partículas de
sedimento, lo cual generó estas bochas. Sólo se pueden observar, no hay que
tocarlas.
Antes
de partir, es bueno hacerse un tiempo para ingresar al Centro de Interpretación
que desarrolló el Museo de Ciencias Naturales, perteneciente a la Universidad
Nacional de San Juan, donde se pueden apreciar distintos restos fósiles de los
dinosaurios que se hallaron en el parque, en especial el del Herrerasaurus
Ischigualestensis, considerado el dinosaurio más primitivo conocido en el mundo.