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Una segunda oportunidad

Luego de una separación, y pasado cierto tiempo, es posible superar las huellas de la ruptura y optar por abrirse a lo nuevo, lo que no deja de ser un desafío. Pero puede valer la pena.

Cuando un
matrimonio decide separarse, sería aconsejable profundizar los problemas que llevaron a esta decisión. Si éstas no son analizadas, el dolor y el estrés que de por sí implican la ruptura, aumentarían. 

En la vida, en general, cuando nos herimos y sufrimos, existen dos alternativas: ignorar lo sucedido, negar lo que ocurrió ó intentar salir adelante y curar la tristeza. 

Es cierto que resulta difícil conectarse con las causas de lo que provoca el sufrimiento. Pero es la única manera de salir del dolor eficientemente, creciendo, aprendiendo sobre uno mismo. Si no se revisa lo sucedido y se trata de prevenirlo, se corre el riesgo de cometer de nuevo el mismo error. 

Intentar sobreponerse a la herida supone un alto compromiso, una cuota de dolor. Se debe desinfectar la herida, observar su profundidad, determinar de qué manera se produjo y, lo más importante, la forma en que se puede prevenir que vuelva a suceder.

Salir del pozo es un proceso que lleva tiempo, esfuerzo, decisión y paciencia. Pero es la única manera eficaz de lograr la óptima cicatrización de la herida.

Una vez que se logra el bienestar y la tranquilidad, se desea cambiar y recrear la vida, pero aparece el miedo: temor a cometer los mismos errores, caer en las mismas trampas. Para volver a tomar las riendas de la propia vida, personal y afectiva, se debería rescatar lo bueno, lo sano, valioso y enriquecedor que existió en la relación anterior. Y a animarse. Uno debe ser protagonista de su vida y dirigir su propia película. 

Otra alternativa, nociva, nada conveniente, es quedarse paralizados por el miedo, el resentimiento o desconfianza por reincidir en el fracaso.

Así se puede perder la alternativa del aprendizaje al que lleva a analizar coherentemente las causas de lo sucedido. Así, uno ya no es actor ni protagonista. Se sigue esperando todo de los demás, sin tomar una actitud analítica, activa y crítica de la propia vida. 

Antes, dos generaciones atrás, la vida se regía por normas más estrictas. La persona no era tan libre para elegir. Tal vez la vida resultaba más simple, pero era también más limitada. Existía un modelo de familia y casi todos esperaban lograrlo.

Hoy, en estos tiempos actuales, lo convencional convive con cierto margen de libertad Existen ensayos de pareja, que pueden funcionar con éxito y lograr una existencia plena.

Hoy se puede elegir la mejor manera de vivir, respetando siempre ciertos valores que, a pesar de los años, no cambian. Respetándolos, una persona puede intentar desarrollar al máximo sus habilidades, posibilidades y puntos fuertes. 

Lógicamente, empezar de nuevo cuesta trabajo, pero vale la pena. En esta segunda oportunidad que brinda la vida ya no hay príncipes azules ni fantasías adolescentes. Uno ha capitalizado saber y experiencia desde el proceso de dolor, cambio, pérdida. 

Atreverse a buscar la felicidad de nuevo es un desafío. Se debería edificar una nueva estructura armoniosa. Es claro que la pareja, el matrimonio, la verdadera unión afectiva, son el modo más seguro, sereno y contenedor para enfrentar la vida. 

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