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Sexo una vez por semana

O: ¿Por que me desea solamente los sábados (u otro día, pero siempre uno solo)?

Hemos recibido esta carta que refleja un grave problema que confrontan muchas parejas:”Hace dos años que mi esposo y yo nos hallamos en la misma situación.  

Dos años… cien sábados… Todos y cada uno de ello exactamente iguales. Todo comienza cuando coloca su pijama sobre nuestra cama… Es la señal. Evidentemente, a él le basta con esto. Nunca busca otro acercamiento, excepto este. Y yo… no soy feliz. Comienzo a sentir cierta inquietud. Tal vez no deba quejarme, se que hay esposos peores. 

Pero esta tendencia a la monotonía y a un sistema imposible de romper para la intimidad, me esta enfriando poco a poco… esta arruinando nuestro matrimonio. Se que el tema es difícil. Pero… ¡Si comprendiera lo distinto que podría ser en cualquier otro momento… tal vez una mañana al despertarse… o una tarde a la hora de siesta! 

¿Tengo derecho a sentirme así? ¿Es verdad que la mayoría de los matrimonios solo busca la intimidad una vez a la semana? ¿Es cierto que en todas partes el sábado es el día del amor?” 

El problema de esta lectora es similar al de muchas otras mujeres en todos los países del mundo. En Alemania, Inglaterra y los Estados Unidos, la razón para esta programación íntima racionalizada tiene su explicación. 

Estriba, fundamentalmente, en la necesidad de organización que es característica del hombre anglosajón. 

Para este tipo de hombre, acostumbrado a la disciplina y a la síntesis que le es inculcada desde niño, todo debe funcionar o producirse a su debido tiempo, de acuerdo con un sistema preestablecido que él ha aceptado sin analizarlo. De acuerdo con ese sistema trabaja y se divierte.  

Su vida sexual no puede ser una excepción. Tiene que estar regulada con la misma exactitud que los demás actos de la vida. 

Solamente bajo este régimen de disciplina absoluta es que este hombre puede actuar con seguridad y encontrar equilibrio emocional. Y no es capaz de romper la rutina… ni aun la rutina intima, porque esta convencido de que funciona bien. Si alguien trata de hacerle ver que en los demás. “… Si todos los hacen así, es porque esta bien hecho… yo no soy a ser la excepción a la regla” Así dice el adagio y él lo sigue. 

En América latina- lo mismo que en España, Francia, Portugal e Italia- la situación debería ser diferente. Los momentos de intimidad en el matrimonio no deberían estar sujetos a la rutina, porque el latino la rechaza por instinto.  

El temperamento latino es diferente y así lo demuestran la generalidad de sus actos. La disciplina no es el elemento que rige su vida.  

Sin embargo, en la intimidad, el hombre latino no es muy diferente al hombre anglosajón. Es posible que sea menos maduro y mucho más emotivo. Probablemente rehace la idea de que él también esta sujeto a cierta rutina intima y hasta se ría si se le mencionan que para él también la noche del sábado es la noche del amor.  

Estudios psicológicos demuestran que para el hombre latinoamericano, la mujer se halla en la cúspide de una alta pirámide. Llegar hasta ella es un objetivo.

Y plantar allí su bandera de posesión representa una victoria total. Es la que necesita en todo momento.  

Su virilidad vence así todos los temores y vacilaciones que confronte. Por ello, si pudiese, pasaría toda la vida sobre la cúspide de esa pirámide, porque así logra algo fundamental: seguridad en si mismo. 

Lógicamente, el hombre latino – lo mismo que el anglosajón- no puede mantenerse en la cúspide de esa pirámide por tiempo indefinido. El deseo sexual y el ímpetu de posesión disminuyen hasta en el más viril de los hombres.  

Muchos elementos influyen para que esto sea así: el cansancio debido al trabajo, la decadencia biológica progresiva, las preocupaciones la fatiga emocional, etc. Y por consiguiente, el hombre latino también asigna una noche a la semana para el amor. 

¿Qué sucede cuando en un matrimonio se establecen limites y se crea una rutina para algo que debe ser tan espontáneo como la intimidad? En la mayoría de los casos se implanta el silencio.  

Al igual que la lectora que nos escribe, la mujer siente pena de confesarle al esposo su conflicto y sus deseos. Quizás trate de justificar la situación ante ella misma asumiendo que es común a muchos otros matrimonios.  

No obstante, su frustración fisiológica y emocional persiste, y las consecuencias se reflejan directamente en las relaciones conyugales. Estas se vuelven tensas, surgen la duda y el rechazo por parte de la mujer, la incomprensión como respuesta del hombre y, al final, se crea un problema insalvable que pudo haber sido evitado con una formula sencilla: comunicación. 

Existen infinidad de mitos y suposiciones alrededor de los temas sexuales, sobre todo en América Latina donde por muchos años la palabra sexo ha sido un tabú al que se le ha dado más importancia de la que en realidad tiene. 

Entre estos mitos se halla el de la periodicidad y frecuencia que debe existir en la vida intima de la pareja, algo que ha llevado al fracaso a más de un matrimonio. ¿En realidad debe establecerse la periodicidad para las relaciones sexuales? ¿Debilita la intimidad al hombre y a la mujer?  

La respuesta es un No, muy enfático. La rutina es siempre negativa, y la intimidad no debilita a ninguno de los cónyuges. Es mas, la abstención puede ser mas perjudicial – para el cuerpo y para la mente – que la relación sexual frecuente.  

Por el contrario a lo que muchos pueden pensar, investigaciones científicas realizadas en diferentes países demuestran que el acto del amor no disminuye la reserva de energías de que dispone el individuo. Si algunos sienten cierto agotamiento físico en determinados de sus vidas, el mismo no debe ser atribuido a las relaciones intimas frecuentes sino a causas completamente ajenas. 

Sí, muchos hombres solo sienten deseo el sábado… en México, Colombia, Italia o Estados Unidos. El caso de nuestra lectora no es el único ni se produce únicamente en un país determinado. Lo que sucede es que pocas parejas hablan de estos problemas tan íntimos y hacen poco por resolverlos. 

Hay hombres que confiesan propiciar la intimidad el sábado porque así pueden descansar dos noches y un día antes de comenzar la rutina y el trabajo de la semana. Y esto no es común solamente a hombre de cierta edad en quienes, pudiera considerarse, el deseo sexual no es tan intenso.  

Los jóvenes también llegan a caer en este ciclo semanal después de superada esa primera etapa de la vida conyugal en que la pasión supera toda racionalizacion. Nada más negativo para la armonía conyugal.  

A la intimidad no se le puede asignar un día determinado porque es restarle toda la espontaneidad que debe tener. Este comprobado científicamente que el acto sexual equilibra las tensiones nerviosas y coloca al individuo en una actitud mas positiva para hacerle frente a cualquier situación, en el hogar y fuera de este.  

El hombre casado que lleva una vida intima normal, sin regulaciones ni excesos, se esfuerza mas en su trabajo y lucha para lograr las metas que se ha propuesto en una forma sana. No obstante, para que la vida íntima de un matrimonio sea normal, son ambos cónyuges los que deben estar satisfechos, tanto en el aspecto físico como en lo emocional.  

De lo contrario, la amenaza del fracaso existe. Las frustraciones están presentes y la felicidad conyugal es solamente un mito del que a veces se hace alarde para no aceptar la realidad de que el matrimonio esta naufragando. 

Pero es posible que la preocupación por la perdida de energías no sea el único motivo por el cual un esposo solo sienta deseo sexual la noche del sábado. A veces el matrimonio cae en esa rutina semanal debido a la indolencia. 

La posibilidad de dormir hasta más tarde de la mañana del domingo puede que tenga una importancia decisiva para que muchos cónyuges solo busquen la intimidad del sábado. O el hecho de que el marido llega temprano a la casa el miércoles puede influir para que esa pareja propicie la intimidad ese día.  

Para un hombre que esta dedicado a una actividad intensa, el descanso tiene una importancia vital. Al sentirse descansado siente el deseo con más intensidad. Después del acto sexual, siente que es libre y que ha alcanzado la felicidad plena. No obstante, eso no justifica la rutina. Esta lleva al tedio, al hastío.  

Ahora bien, ¿es posible que el amor se convierta en tedio? Quien haya experimentado por lo menos una vez en la vida la esplendida y calida verdad del amor, responderá que no. En realidad es todo lo contrario.  

La diferencia consiste en que lo que sucede el sábado (o el miércoles) no es amor, sino una tentativa limitada, un hurto escuálido extraído de la mina fabulosa de la felicidad. El hombre que busca satisfacción física con una periodicidad regulada, no se une a su esposa con verdadero amor.  

Simplemente se sirve de ella como se viviría de cualquier otro objeto de su propiedad. Y la mujer – aunque resulte absurdo – lo acepte pero permanece excluida del juego, con las frustraciones y consecuencias que esto implica. 

O el amor se hace entre dos, o… no es amor. Esta es una verdad ineludible que todo debemos aceptar. El problema debe tener dos dimensiones y los dos protagonistas deberán estar siempre en un plano de absoluta igualdad.

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