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Sembremos semillas en nuestra familia

Para tener un árbol hay que sembrar varias semillas, y esperar con fe y paciencia que alguna germine…

Estimado Lector:

Primero que nada quiero darte las
gracias por leer mis artículos, y decirte que estoy muy agradecida por los
comentarios que recibo de ustedes, y por ese granito de arena que puedo
colaborar para que alguna palabra sea de ayuda.

En este mes que esta dedicado a la FAMILIA quiero tratar en mis artículos sobre la familia, que es lo
más valioso que tenemos.

Parece mentira como unas pocas y
simples palabras y gestos pueden lograr influir tanto en las personas. Vivimos
en un mundo tan acelerado, tan individualista, tan materialista, que olvidamos
constantemente los pequeños detalles que le ponen sabor a la vida propia y
ajena.

¿En cuántos momentos de nuestra existencia no hemos anhelado
un pequeño gesto que, dado a tiempo, nos hubiera iluminado el día y nos hubiera
permitido “recargar las baterías” y hacer más llevadera nuestra carga?

¿Cuándo fue la última vez que elogiaste a una persona? Y lo
peor de todo: ¿cuándo fue la última vez que lo hiciste con alguno de los
miembros de tu familia? ¿ Cuándo se fue
tu esposo(a) a trabajar le diste un beso, le deseaste que le fuera muy bien le
dijiste te amo.? A tu hijo (a) también le dijiste te amo?

Parece mentira, pero es en nuestro propio hogar donde
acostumbramos ser mezquinos con las palabras de elogio. El padre sale bien de
madrugada hacia el trabajo, retornando cansado a altas horas de la noche,
obteniendo el sustento necesario para mantener a su familia y poder brindarle
educación a sus hijos.

¿Alguna vez, como hijo, le ha dicho “Papá, gracias
por tu esfuerzo”? La madre, si es que no trabaja fuera del hogar, debe
estar lidiando todo el día con las labores domésticas, haciéndose tan
“polifuncional”, que al final no sabe uno en realidad en cuántas partes tuvo que
dividirse para salir adelante.

Y en esa ardua tarea, tan a menudo silenciosa…, ¿quién al
menos le ha expresado: “Gracias, mamá, por todo lo que haces por nosotros”? A
los hijos se les reprocha en forma constante su mala conducta, pero el día que
se portaron bien…, ¿se les dijo alguna palabra de reconocimiento por ello?

¡Qué poder tan grande tienen las palabras! ¡Y como pueden
transformarle el día a una persona, ya sea en forma positiva o negativa!

Por eso, aprendamos a darles valor. Dejemos de lado las
frases hirientes y vacías, y empecemos a brindar mayores palabras de afecto y
estímulo a aquellos seres con los que convivimos día con día, ya sea en nuestro
hogar, trabajo, estudio o grupo social.

Pero tómese en cuenta que no se trata de elogiar por elogiar.
Se trata de brindar un reconocimiento sincero a las personas por aquellas
acciones, aparentemente sin relevancia, que son dignas de alabanza y que de
alguna manera han tenido un gran peso para nosotros.

Es el momento oportuno para empezar. Y que mejor forma de
hacerlo que con nuestra propia familia. Estoy seguro que, como el amigo
indigente, desarmarás a más de uno con tus palabras…

Cuando sembramos semillas, a veces quisiéramos verlas nacer
apenas caen en la tierra, pero en la naturaleza todo tiene su tiempo: tiempo
para sembrar, tiempo para germinar, tiempo para crecer, tiempo para cosechar.

Hay semillas que nacen en forma rápida, pero la planta
resultante es frágil y de vida poco duradera, mientras hay otras que son mucho
más lentas al nacer (pueden tardar muchos años) pero después viven por mucho
más tiempo, incluso siglos, y llegan a ser frondosos árboles que dan sombra a
quien se les arrima y pueden resistir los embates del tiempo y de las
tormentas.

El esfuerzo de cada instante en tu trabajo, en las labores
del hogar o en la educación de vuestros hijos, es como sembrar semillas. Aunque
la colaboración no haya sido agradecida, no se tenga oportunidad de aplicar algo
que se estudió, o cada consejo que se da parezca como predicar en el desierto,
tu constancia en el esfuerzo de hoy y mañana puede lograr lo que buscas.

Ninguna semilla cae en vano; algunas nacerán tal vez a los
muchos años, pero nacerán, por supuesto, sólo si han sido sembradas a su debido
tiempo. Es imposible hacer nacer una semilla que nunca fue sembrada.

Esto es válido para pastores, educadores y padres de familia
que a veces sienten como inútil todo esfuerzo que hacen al educar los hijos o
como sin eficacia todos los buenos consejos que dan, porque aparentemente los
alumnos o los hijos no escuchan.

Para tener un árbol hay que sembrar varias semillas, y
esperar con fe y paciencia que alguna germine.

Tratemos de sembrar todos los días amor, comprensión, alegría
en nuestra Familia, pues la familia es lo más importante. Cuidémosla.

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