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Ratzinger: ¿Otra sorpresa para el conservadurismo?

Una reflexión, autorizada y “desde adentro”, sobre la elección del nuevo Papa, Benedicto XVI

La sucesión de Ratzinger
implica para algunos la derrota – en el ámbito local – de la posición sustentada
por Baseotto. E incluso obliga a redimensionar las cuestiones referidas a la
devoción o la sospecha por nuestro cardenal local, Bergoglio.

 

Revela, en definitiva, que
nuestras internas políticas domésticas no logran penetrar los verdaderos
intersticios en donde se organiza el poder internacional.

 

Lo que es evidente en esta
elección es el hecho de que junto con la derrota del cardenal Sodano, ha quedado
relegada la Orden de Malta. Para muchos, todo esto puede traer sorpresas como
las acontecidas con el cardenal Roncalli. luego Juan XXIII.

 

La designación del agustino
Ratzinger como nuevo Pontífice no ha sorprendido en los ambientes vaticanólogos.
La elección de Ratzinger es una clara bofetada a los sectores que solo
ambicionan poder y no el espiritual.

 

Si bien establece una línea de continuidad
con el pontificado de Juan Pablo II, reafirma la presencia europea en un
contexto en el cual la nueva constitución se relee desde un papado y una
iglesia que ojala sigan el moedelo de la iglesia Anglicana con Cornwall, quien
une sólo desde lo espiritual favoreciendo la identidad y la liberación de cada
cultura y ayudando en la transición para afrontar los desafíos del mileno en
curso.

 

Ratzinger es un agustino, y
como tal deberá dar supremacía al amor antes que al intelecto (al contrario de
los tomistas); es un apasionado buscador de la verdad con Walter Kasper, y ambos
integran el grupo más culto de Cardenales.

 

Es un optimista acerca del
bien que la iglesia puede realizar -desde su patrimonio espiritual- a todas la
búsquedas de dignidad y amor.

 

No acepta ni la frivolidad
egoísta del capitalismo salvaje, al que se refirió extensamente en su programa
de gobierno, ni a las posturas clericalistas y tendencias cortesanas de la
Iglesia Católica integrista, que no distinguen la verdad teológica de la
discusión epidemiológica para prevenir el Sida.

 

Dada la avanzada edad de
Ratzinger, podemos prever un pontificado de pocos años, pero son justamente los
años decisivos en que debe concluirse la unificación europea.

 

En esta
transición, Ratzinger puede ser el único crítico de peso moral que no se alinee
sin hacer una concienzuda crítica respecto de los objetivos americanos en el
mundo (sobre todo de la administración Bush), que no convenció con su lucha
contra el terrorismo claramente impregnada de un fundamentalismo religioso
esencial y de oportunismo comercial.

 

Recordemos que en su
discurso en el Debate en el Centro de Orientación Política de Roma. (Octubre
2004), señalaba que la Constitución europea que hablaba de las raíces
judeocristianas no ofendía al Islam. Pero .aclaraba- lo que ofende al Islam es
el desprecio de Dios, la arrogancia de la razón que provoca el fundamentalismo.

 

La elección de Ratzinger
puede interpretarse como una derrota al fundamentalismo y su plan de “justicia
infinita” pergeñado por la administración Bush; y creo que ello es así porque
fundamentalmente (como su antecesor) es un Papa profundamente antibelicista.

 

Tampoco tiene un perfil
histriónico, ni un físico atlético, lo que constituye una seria molestia para
los sectores conservadores que en los años ”80 buscaban un Papa-Rambo, para
superar la imagen de Juan Pablo I, según ellos enfermizo.

 

Como dijimos al comienzo, para algunos teólogos
argentinos la sucesión de Ratzinger implica la superación de posturas
integristas como las de Baseotto.

 

Este nuevo Pontífice no integrista, no
sustentará ideas primitivas y por cierto escalofriantes como “tirar al agua por
penalizar o no el aborto”. No olvidemos que en su juventud él mismo sufrió
presiones espirituales del Tercer Reich para pertenecer a las juventudes nazis y
conoce la doctrina de la seguridad nacional.

 

Igualmente, es posible que la
riqueza espiritual de este Papa facilitará .tanto a Baseotto como a Scillingo-
el adecuado consuelo moral, mas allá de lo desfavorecido de sus coyunturas
personales.

 

Resulta curioso incluso que
la discusión que se vivió en Buenos Aires acerca de si Bergoglio estaba lo
suficiente distante del proceso militar, no distrajo el rápido consenso que el
cardenal alemán adquiriera.

 

Es que en verdad, el mismo Bergoglio pareciera poner
poco énfasis en defenderse. Se me ocurre que debe estar en la etapa del buen
jesuita que disfruta cuando hay un sano protagonismo del otro. Esta vez. a
través de un papa culto que no participa en general de las discusiones sórdidas
de los pasillos palaciegos.

 

Esta es otra desilusión para
algunos porteños, darse cuenta y asumir que una vez más no somos tema en el
mundo.

 

Indagando un poco acerca del
nombre que eligió Ratzinger para iniciar su pontificado, creo advertir algunas
razones por las que decidió invocar a San Benito.

 

Este santo se caracterizó por
reunir en el desierto a quienes se habían alejado del decadente Imperio Romano,
y construyeron así en el monacato aquellos centros espirituales y culturales que
después originaron las universidades constituyendo los centros mas progresistas
de transformación de la iglesia y su sociedad; de ese modo reavivó la fe de
aquellos siglos.

 

Creo y espero sinceramente
que este Papa retome ese ejemplo, y devuelva al centro de la Iglesia lo mas
vital, lo mas vivo de la experiencia cristiana, con los menos alienados del
capitalismo salvaje, para que así se construya una civilización que se desviva
por la justicia social y nos haga sentir a Dios mas cercano.

 

Será el Papa de lo pobres,
sino el probable antecesor de aquella iglesia que realice la tarea que vienen
destacando los teólogos de la liberación. Si bien hubo anatemas recíprocos ahora
estamos en otro momento donde asusta menos la sombra del otro.

 

Fue oportuno que este
gobierno no haya acudido masivamente al sepelio de Juan Pablo II, puesto que
muchos asistieron para exhibirse, y como dice la escritura: hay que dejar a los
muertos que entierren a los muertos.

 

Juan Pablo II, según la fe cristiana esta
en Dios y en todo hombre de buena voluntad, y creo que acierta este presidente
en apoyar el inicio de este pontificado.

 

Nadie como Kirchner sabe lo
importante que es poder distanciarse de quienes reclaman desde los favores
“especiales” que se otorgan en épocas de campaña.

 

Ojalá que en este momento el
nuevo Papa se reencuentre con sus viejas lealtades y con aquellos teólogos como
Hans Küng, que en su momento soñaron una renovación para la iglesia más adecuada
a la angustias y la esperanzas de los hombres.

 

Curiosamente, pensaron un
nueva civilización antes del mayo Francés. Hoy creo que estamos mas cerca de
aquella primavera.