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Profesores, no se compliquen

Todo genio fue tratado alguna vez de “bruto” por sus profesores…

Albert Einstein, declarado el hombre del siglo XX, Édison autor o divulgador de más de 2000 inventos, José Saramago, Nóbel de Literatura y últimamente Robert Kiyosaki, multimillonario, autor de Padre Rico, Padre Pobre y otros libros, que cada que los publica se convierten en Best-Seller, y una lista  interminable de grandes hombres, en todos los campos, AUTODIDACTAS, coinciden en un factor en sus vidas: todos fueron rechazados por sus “Profesores” en la etapa de primaria o secundaria, por “BRUTOS”, según lo que todos entendemos de esa palabra en la gran mayoría de los países.

Paradójico, ¿no?. En todas las épocas, los profesores, cuántas mentalidades frustran con sus palabras, gestos, exigencias, a veces absurdas, posiciones verticales, inflexibles, donde impera sólo su criterio.

Analicemos un poco el origen de esas conductas, quizá inconscientes para ellos mismos, pero incomprensibles para los que las tienen que soportar.

Como en el proceso enseñanza-aprendizaje el alumno aprende más con el ejemplo del profesor que con lo que le oye, analicemos la formación o más bien “deformación” que trae el profesor.

Cuando el profesor o cualquier profesional se gradúa después de 5 años o más de Universidad, ya sale revaluado en sus conocimientos porque la evolución del conocimiento es vertiginosa, casi que anualmente se está cambiando (este fenómeno se puede observar palpablemente en los computadores y celulares), imagínense los conocimientos del profesor recibidos durante 5 años, adquiridos de sus profesores, que  se graduaron 20 o más años atrás, y en su mayoría no se actualizan, casi siempre por la escasez de tiempo, pereza, creencia en que ya lo sabe todo y pocos deseos de invertir en la continuación de su preparación y actualización.

Con este marco, no gris sino negro es que suceden  los hechos que se producen diariamente en la gran mayoría de aulas de escuelas y colegios públicos, porque en los privados hay una supervisión más inmediata y son los encargados de “fabricar” a los futuros gobernantes, mientras que en los primeros se “fabrican” los gobernados: empleados y desempleados.

Profesores, cambien la actitud de ver al estudiante como un subordinado de ustedes que tiene la “OBLIGACIÓN” de aprender por la de ayudar a ese estudiante a que se encariñe con su materia y la Institución  porque recibe un buen trato y una motivación para hacer lo que debe de hacer. He aquí algunas guías:

Llame a su estudiante por el nombre y no por el apellido, crea una mejor amistad con él y facilita el control de la disciplina.

Mantenga una actitud jovial frente al grupo, haga de cuenta que la Institución es suya y el quedarse los estudiantes en ella depende del trato que usted les da, preocúpese por una presentación agradable.

No vaya al ritmo de un programa, vaya al ritmo de la capacidad de asimilación de los estudiantes, ellos no necesitan “ver” un programa, necesitan “aprender” algo para la vida, pregúntese continuamente ¿“para qué le sirve a mis estudiantes esto que les estoy enseñando?, cómo lo van a aplicar?, en qué aspecto de su personalidad se van a mejorar?.

Convierta su clase en una actividad interactiva, tratando de sacarle al estudiante, mediante preguntas, qué sabe de lo que usted le quiere enseñar, se dice que el estudiante sabe por lo menos el 50% de lo que uno le quiere enseñar, así su clase nunca será monótona y ese diálogo se puede aprovechar para darle un valor a su participación, y no limitándose al consabido “examen” para sacar las notas, estimulándolo a concentrarse en su clase y por ende asimilando mucho más.

No saque a nadie de clase, la indisciplina general depende en un 90% de la forma en que usted dicta su clase, no culpe a los estudiantes, revísese en su manera de trabajar con ellos, es muy fácil volver a encausar a un estudiante cuando se distrae o se pone a conversar con otro, dígale:

“Carlos, qué era lo que yo estaba diciendo? O lo que José nos estaba contando?” y de esa manera no tiene que regañarlo o sacarlo de clase.

El estudiante nunca nos perdona cuando lo regañamos o avergonzamos delante de los compañeros.

Evalúe al o a los estudiantes por lo que saben, no por lo que no saben, el fin último del estudiante es aprender y avanzar, no es el de quedarse y perder el año.

Por ejemplo, en Geografía, si usted pretende que él dibuje un mapa, evalúelo por lo bueno que hizo y hágale corregir lo que le falta por aprender, para que se lo vuelva a presentar, en todos los casos el profesor le tacha los errores y lo califica mal por esos errores, y lo deja así, aquí empieza el alumno a fijarse la idea de que “EQUIVOCARSE ES MALO”.

Este mal proceder lo cometemos la mayoría de los profesores en todas las instituciones públicas y privadas y más en La Universidad, resulta que uno aprende es a partir del error, porque cuando no se equivoca es porque ya lo sabe o lo aprendió.

Esto se refleja en su vida profesional al no ser emprendedor porque “DE PRONTO SE EQUIVOCA”, le queda más fácil buscarse un empleo donde le dicen lo qué tiene que hacer y cómo lo tiene que hacer.

Mientras que el conocimiento evoluciona a velocidad vertiginosa en las Universidades siguen utilizando el caduco método de calificar al estudiante por “dos exámenes parciales y un final”, repartidos en el semestre o en el año, frustramos cientos de miles de cerebros a quienes clasificamos como brutos por el anticuado sistema de calificar a nuestros estudiantes.

Por Eduardo Victoria
[email protected]
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