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¿Por qué no pensar en pintar ahora que tenemos tiempo?

Si siempre quiso pintar y nunca tuvo tiempo, esta es la oportunidad de descubrir por sí mismo una actividad de la que no se nace sabiendo. Inténtelo.

En
todos estos años son muchísimas las
anécdotas que escucho respecto a los
deseos postergados de trabajar en pintura, en interiorizarse en lo artístico,
en darse ese tiempo tan de uno y para uno para la expresión plástica.

También
existe una negación, un rechazo y menosprecio por parte de otras personas a
esta actividad, que no aceptan que dentro de ellos existe la necesidad casi
natural del quehacer artístico.

Pero mi intención, es escribir sobre los
motivos que he escuchado que frenan el comienzo de este descubrimiento interior
y que su explicación puede resultarle útil a modo de ejemplo.

Hay
denominadores comunes que nos traban para encarar la actividad: el tiempo, las
presiones familiares, las presiones sociales, el habernos formado dentro de un
sistema educativo castrador y autoritario.

La imposibilidad o inseguridad que
hayamos tenido en la adolescencia o en la entrada la adultez de decidir por
nosotros mismos entre lo que es conveniente y lo que sentimos.

En definitiva,
las luchas constantes a lo largo de nuestras vidas y en todos los tiempos; la
lucha por la libertad, y la independencia.

Pero
ese momento de la adolescencia, en donde existe el deseo de hacer cosas para uno
y no para satisfacer a los demás como
necesidad afectiva; se mantiene dentro de
nuestro corazón y se puede rescatar y explotar.

Cómo
hacerlo específicamente:

Si
ha completado su proyecto de vida. Si ha formado una familia con el mejor
criterio, dando lo máximo y mejor de sí mismo, pero sus hijos crecieron y
formaron sus propias vidas.

Si hoy tiene el tiempo libre para volver a empezar y
darse ese espacio para hacer aquellas cosas que nunca se permitió, y que le darán
una mayor satisfacción personal. Ha llegado el momento de hacer el intento.

Algunos
podrán decir:

“Yo
no sé dibujar ni pintar”, como si esta fuera una condición innata. No es así,
se aprende, se puede vencer el desconcierto que produce estar frente a un papel
o tela en blanco.

¿Cómo
comenzar a trabajar frente a ese espacio en blanco?

Existen
infinitas formas. Sólo es cuestión de empezar y luego continuar el camino,
pero por sobre todo, disfrutarlo, divirtiéndose, y tomando con gracia el
supuesto ridículo.

Pensemos
simplemente que estamos haciendo una prueba, y todo será mucho más fácil de
lo que puede suponer, es cuestión de soltarse y dejarse llevar.

No
debemos ser despiadadamente autocríticos con nosotros mismos, no somos genios,
sino personas que tenemos la valentía de comenzar algo nuevo, y en lo posible,
sin pensarlo demasiado de modo de no trabarse. Solamente hay que arrancar e ir
descubriéndose.

Y por pequeño o grande que sea el logro, hay que disfrutarlo
como tal. ¿El escollo para adentrarse en el universo propio de la pintura es
una cuestión de falta de tiempo? ¿No habrá mucho de pretexto? Intentarlo
cuesta poco y nada. Darse ese espacio de tiempo no es algo tan traumático, es
una nueva puerta por abrir, distinta a las que tuvimos en otros tiempos

Sus
hijos, sus nietos o sus amigos le van a reprochar que les reste tiempo a ellos.
Y no les estará restando tiempo, porque les va a brindar más de sí mismo.

Personas
con profesiones tradicionales inconclusas, altos ejecutivos de importantes
empresas. Abogadas, secretarias ejecutivas, encargados de puestos de alta
responsabilidad, jubilados, amas de casa.

Somos ante todo individuos que
necesitamos hacer catarsis de nuestros asuntos cotidianos: sobre horarios,
urgencias, responsabilidades, las pautas sociales, los tiempos libres, la
rutina. Y qué mejor que a través del gesto liberador de una Pincelada, es
solamente un instante.

Si
sale bien, o sale mal, no se pierde nada y se gana mucho en el intento.

Ir
explayándose poco a poco sobre las estructuras de un lienzo, no es un paso tan
traumático, es cambio creativo, nuevo, un misterio a ir descubriendo.

Lo
importante es decirse a sí mismo:

“Siempre
me gustó, siempre admiré a quienes lo hacen. Pero las ocupaciones me absorbían
todo el tiempo. Hoy sin embargo lo tengo o me lo puedo dar. Hoy lo voy a
hacer”.

Algunos
piensan:

“Siempre
me gustó, siempre admiré a quienes lo hacen, pero no es para mí. Ver un
cuadro, sea del estilo que sea, me atrapa, me maravilla”. Pero quizás,
salvando las distancias, la concreción de su propio trabajo, lo pueda llenar de
alegría, de aquella del haber podido hacerlo, de ver lo propio reflejado en
material.

¿Qué
es lo que concretaré en primer término?

El
haber vencido el miedo, el conflicto y el haber comenzado a descubrir cosas
propias que desconocía o que le provocaba pudor destapar.

Nunca
existe una única fundamentación lógica, de por qué se quiere hacer algo, por
ejemplo pintar. Puede ser por soledad y apatía, y al ponerse uno en contacto
con otras personas que están en la misma actividad, encontrará el estímulo
necesario para intentarlo y a su vez un grupo de referencia con cosas en común
y otras para compartir.

Admito
que los colores puestos en una paleta seducen y también asustan; pareciera
contradictorio, ¿no?. No lo es, es parte de un proceso de recorrido interno.

Dígase
a sí mismo: “tengo ahora ese tiempo creativo – recreativo. Me olvido de las
demás cosas, me desenchufo de mis quehaceres cotidianos, me relajo, me
transporto y los miedos se desvanecen, desaparecen”. Esto le ayudará para un
buen comienzo.

Alguien
me dijo: “siento la necesidad de poner color en el cuadro” y no dudó en
hacerlo. Y lo hizo perfectamente. Estaba en su interioridad. No sabía de técnicas,
ni de estilos pictóricos. Pero el logro, lo llevó a riesgos mayores en lo plástico
y en lo temático, y lo consiguió, superó su objetivo.

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