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Planificación patrimonial: “Mi hijo/a quiere que le salga de garante”

¿Cómo decirle que no a un hijo?

Su hijo/a, de veintipico de
años, no estudia ni trabaja. Se ha cansado de repartir de curriculum y de
que ninguna empresa lo llame. O bien detesta trabajar en relación de
dependencia: lo que menos anhela es trabajar en una empresa.

 

Para él “la seguridad
de sueldo fjo, vacaciones pagas, aguinaldo, y obra social”
es cosa de viejos
fracasados, sin vuelo propio y esa ilusoria seguridad no constituye una
motivación suficiente para renunciar a sus sueños de emprender “algo” por
cuenta propia.

 

No está dispuesto a renunciar a
su libertad creativa “trabajando 12 horas en un hipermercado o convertirse en un
“ejecutivo de cuentas” de una empresa de telefonía celular (léase vendedor
que debe buscar sus propios clientes para luego cobrar una mísera comisión).

 

Tiene varios proyectos en
mente, según él/ella, “todos viables”.

Sólo le hace falta “una
ayudita inicial de los padres
” y “un garante”.

 

Ud., por supuesto, desea ver a
su hijo/a trabajando, independizándose económicamente. Recuerda que a su edad
Ud. ya se mantenía solo. Ya tiene edad suficiente. Y está dispuesto/a a
ayudarlo.

 

¿ Cómo
decirle que no a un hijo?

 

El/la joven quiere poner
cibercafé, una sala de ensayo para grupos de rock, una cervecería artesanal, un
taller de motos, una boutique, un galería de arte donde expongan artistas
desconocidos, etc…., para lo cual necesita algo de capital y alquilar un
local.

 

Ud. tiene algunas reservas y
está dispuesto a ofrecérselas a su hijo. Necesita un garante propietario,
preferentemente de la familia. Ud. tiene su casa propia, la misma donde aún vive
su hijo.

 

El proyecto es de él, pero
el capital y la garantía los pone Ud
., por ende tiene derecho a evaluar
previamente la viabilidad del negocio.

 

Tal vez la mejor ayuda que puede ofrecerle
inicialmente es ayudarle a realizar un estudio de mercado, como también
consultar con un contador cuáles serian las cargas tributarias de comenzar el
emprendimiento y con un abogado, sobre todo si piensa formar una sociedad con
dos o tres amigos.

 

“Todos alguna vez empezaron
de cero, viejo. Por qué pensar que puede no irme bien”?

 

A la vez, debe tener en
cuenta, a la hora de salir de garante, si el monto del alquiler o crédito que Ud.
está afianzando con sus propios bienes, es una suma que
en el peor de
los casos que a su hijo le vaya mal
Ud. podría afrontar de sus propios
ingresos, sin poner en riesgo su propiedad familiar
.

 

Es decir, que si su hijo no
puede pagar el alquiler del negocio que abrió durante 3 meses consecutivos, Ud.
sí pueda hacerlo. De no poder, su patrimonio estaría en serio riesgo, sin contar
con que probablemente deberán evaluar la posibilidad de rescindir el
contrato si el negocio no resultó rentable
y perder también parte del
capital inicial aportado.

 

¡Ya sé que es difícil…!

 

Pero más de un cliente mío ha
tenido que vender una propiedad para afrontar un embargo proveniente del negocio
del hijo/a, que no funcionó tan bien como esperaba. Una de mis clientas le dio a
su hija una importante suma de dinero para abrir un portal de arte en Internet,
que prometía ser un éxito (según la estimación de la hija), pero fue un fracaso
comercial y perdió muchísimo dinero.

 

Resonancia personal:
Recuerdo cuando instalé mi
primer Estudio Juridico. Tenía 24 años, un flamante título de abogada y un
solo cliente
a quien le tramitaba una sucesión de una sola propiedad, que me
iba pagando en cuotas.

 

Yo venía de trabajar durante
toda mi carrera en relación de dependencia y luego a porcentaje en un Estudio,
pero quería independizarme.

Mi capital eran la
experiencia adquirida antes de recibirme, un cliente y unos ahorros
que en
el peor de los casos me permitirían sostener los gastos de la oficina durante un
año.

 

Compré el Clarín y leí “se
alquila despacho dentro de Estudio Jurídico, Lavalle 1290, Edificio Manifold

y allí fui. Era un microdespacho (1/3 de una oficina de un
ambiente) que tenía por toda instalación mobiliaria un escritorio chiquito de
metal pintado de verde y dos sillas.

 

Eso sí, un ventanal a
Plaza Lavalle que me fascinó
y no necesité más que eso para volver a
casa y decirle a mi padre: “Voy a poner mi propio Estudio. Yo, al igual que
vos y casi todos los integrantes de nuestra familia, no quiero trabajar en
relación de dependencia. ¿ Me podés salir de garante?”.

 

Mi padre no dudó un
instante en decirme que sí
, que por supuesto.

Yo no había visto otra
oficina más que esa
. Fue la primera: la vi y me gustó. Cuando llegó el día de la
firma del contrato y fuimos juntos a firmarlo, él – que no era abogado ni hombre
de negocios – se asustó al ver lo “leonino” que era el contrato.

 

Como la ubicación era muy cotizada en la zona de Tribunales
ese pequeño despacho salía una fortuna de alquiler, tenía mil servicios y
adicionales a mi cargo, multas enormes para el caso de incumplimiento, etc.

 

Se suponía que yo, su hija abogada, era quien primero se
daría cuenta de que era un contrato bastante abusivo, pero mi juvenil
entusiasmo
por encarar mi propio proyecto, me impedía verlo. Ni siquiera
había averiguado cuánto salía alquilar una oficina en otro lado.

 

Mi viejo me preguntó delante
del locador:

– ¿ Estás segura de querer
firmarlo
?

– Si, respondí yo. “Quedate
tranquilo que aún si no tuviera un solo ingreso durante un año podría hacer
frente sola a todo esto, pero espero que antes del año comience a tener ingresos
propios”.

 

Afortunadamente ya el primer
mes cubrí con mis ingresos genuinos el alquiler y de ahí en más fui ampliando mi
cartera de clientes, sin necesitar siquiera acudir a mis reservas. Obviamente,
yo no tenía otros compromisos económicos ya que aún vivía en la casa familiar.

 

Pero fue un riesgo. Al
vencer ese contrato me di cuenta que con lo que pagaba en ese pequeño despacho
podía alquilar una oficina para mí sola y me mudé a otra mucho más grande, en el
mismo edificio, compartiendo el alquiler con una colega que la usaba de mañana,
mientras yo la usaba de tarde.

 

Nunca más mi padre volvió a
dudar en salirme de garante, pero considero que fue atinada su pregunta y
su temor a que me estuviera embarcando en algo que luego no pudiera sostener.

 

Eran otros tiempos, claro.
Mi trabajo de asistente de una abogada mientras era estudiante universitaria me
había permitido pagarme la carrera, colaborar en algunos gastos de la casa y
¡AHORRAR…!

 

Conclusión:
en casi todos los casos los hijos acuden a sus padres para iniciar algún
proyecto laboral independiente, y es lógico que sea así.

 

Pero los padres, sobre todo
si no tienen una holgadísima situación económica, deben participar de la
evaluación del proyecto, no en actitud censuradora sino con criterio de
realidad,
antes de comprometer su patrimonio, que por lo general suele
ser su propia vivienda.

 

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