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Pesebres mendocinos

Navidades y pesebres de Mendoza en el recuerdo.

La
devoción que el pueblo mendocino demostró siempre a la fiesta de Navidad y al
Pesebre de Belén, se remonta a épocas muy lejanas.

En una de las excursiones de carácter folklórico que hicimos con mi
esposo, tuve oportunidad de conversar con algunas personas que me asesoraron
ampliamente sobre costumbres para la celebración de esa fiesta y los caracteres
y particularidades de los pesebres.

Puedo
citar a la señora Justina Sánchez de Alvarez, de 114 años de edad, nativa de
Tucumán, desde muy niña radicada en Mendoza.

Con gran entusiasmo me cuenta que el 24 de diciembre era esperado con
verdadero regocijo. Unos días
antes comenzaban los preparativos de la fiesta, que consistía en celebraciones
religiosas, formación de los Pesebres y el "trueque" de visitas en
las que se cambiaban impresiones, para el mayor éxito de los festejos.

Doce
horas antes de la misa del Gallo, hacían ayuno con abstinencia, a excepción de
los niños, que se alimentaban frugalmente. Al finalizar el oficio, se rezaba una oración colectiva, la que siempre
comenzaba así: "Señor, has llegado, hacedme el bien de abrir mis labios,
para pronunciar tu Santo Nombre y el de tu Divina Madre."

Luego
regresaban a sus hogares para dar comienzo al
envío de regalos entre los
familiares y conocidos, acto que se tenía muy en cuenta. Consistían los regalos en aves asadas, frutas seleccionadas, y lo que
era más apreciado: una bandeja conteniendo una pequeña canastita con paja y
sobre ella el Niño Dios.

Después
de estas manifestaciones, con las que exteriorizaban el júbilo por el
nacimiento de Jesús, con oraciones previas que eran iniciadas por el jefe de la
casa, se comenzaba la cena dentro de la mayor cordialidad.

Se
preparaban luego para visitar los Nacimientos o Pesebres, y entonando dulces
villancicos, salían de sus casas en medio de gran alegría.

-"Los
Pesebres eran encantadores… nunca más los vi como cuando era una niña…"
dice doña Justina. Según sus
expresiones, el más hermoso y visitado de todos, pertenecía a su gran amiga,
Doña Esperidiona Yanzón de Sánchez, en Bermejo, del Departamento de Guaymallén.

Lo
tenía siempre "armado" en una habitación, y sólo abría sus puertas
para el público, la noche del 24 de diciembre. Duraba hasta el 6 de enero. El
Nacimiento recibía la visita de los pobladores del lugar, algunos de ellos con
un instrumento hecho de cuero, cuyo nombre se desconoce, con el que se acompañaban
en sus cánticos.

Parte
2

Parte
3