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Parejas sin hecho

Manola y Vicente, Paquita y Martín, unos vecinos del primero primera, otros vecinos del primero segunda, amigos entre ellos, amigas entre ellas, amigas la una del otro y el otro de la una. La amistad, aquellas cuatro personas la llevaban a flor de piel…


Manola
y Paquita eran amigas de sus vecinas, no intimas, pero si de merendar alguna
tarde juntas y discutir amigablemente a quien le tocaba la escalera o quien la hacía mejor.

Solo
de puertas adentro las cosas no eran como querían hacer ver. Las dos parejas
vivían en el edificio desde hacía cuatro años, los mismos cuatro años que
llevaban engañando a la sociedad, igual que la sociedad los había engañado a
ellos.

Recién
estrenada la ley de las parejas de hecho estaban contentísimos.

Ellos
homosexuales, diez años siendo
pareja a escondidas, ellas lesbianas, también a escondidas eran pareja hacia
diez años.

Nada
mas aprobarse la ley de las parejas de hecho, ellas y ellos, hicieron publico su
compromiso y se dispusieron a regularizar su situación.

Por
toda respuesta en su entorno solo encontraron hipocresía.

Lo
que habían soñado para el día de su boda se convirtió en nada, sus familias no estuvieron de acuerdo. En
el juzgado les arreglaron los papeles, pero de boda tradicional, nada de nada.

A
pesar de la desilusión se dijeron, no pasa nada, lo que queríamos era vivir
juntos de forma legal y ya lo tenemos, lo demás no importa.

Entre
el colectivo gay si que les hicieron una fiesta, y les demostraron lo mucho que
los querían.

En
el día a día fue donde se dieron cuenta de que no, que por mucho que se
hubieran hecho leyes y en apariencia fueran legales, nadie los aceptaba, solo los de su colectivo.

Cuando
Paquita después de ser pareja de hecho quiso seguir los estudios, en su casa le
dijeron que de seguir costeándola nada.

Manola
trabajaba en el negocio familiar, al día siguiente de ser pareja de hecho, su
padre le dijo que si quería le daría referencias para que trabajara en otro
sitio, pero que prefería que no siguiera trabajando con ellos.

Vicente
y Martín pidieron a sus respectivas familias ayuda para comprar un piso, ni
siquiera los avalaron para que les dieran un crédito.

Quizás
lo mas duro para ambas parejas fue creer que al ser legales podrían adoptar un
niño, por parte de sus familias solo recibieron exclamaciones de mal gusto,
pero de la sociedad recibieron el mas crudo, NO.

Ante
tanto truco engañoso por parte de la sociedad de la ley y de sus familias,
decidieron engañar ellos.

La
familia de Manola conocía a Paquita.

La
familia de Paquita conocía a Manola.

La
familia de Martín conocía a Vicente.

La
familia de Vicente conocía a Martín.

Pero
a ellas no las conocían las familias de ellos, ni a ellos los conocían las
familias de ellas.

Aquí
os presento a mi novia, dijo a su familia Martín, se llama Paquita.

Aquí
os presento a mi novia, dijo a su familia Vicente, se llama Manola.

Jamás
había habido mas alegría en aquellas familias, que si sus ovejas habían
vuelto al redil, que si las aguas volvían a su cauce, gracias dios mío por haber dado a mi hijo cordura, rezaba la madre de Martín, si yo sabía
que esto era por las malas compañías, decía la madre de Vicente, si esto ha
sido un mal sueño, etc, etc, etc.

A
los pocos meses, felicitaciones, regalos, listas de boda, dinero para la entrada
de un piso, la promesa a Paquita de que podría seguir estudiando, y Manola porqué no quiso , pero su padre le ofreció volver a trabajar en
el negocio familiar.

Bodas
suntuosas, cariño por doquier, y el engaño final, los pisos de las dos parejas
se comunicaban, por los cuartos de baño, eso si, perfectamente camuflado por
ambas partes, por sendas puertas de armario.

Ese
fue el precio, sin duda demasiado alto.