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Las manías, rituales del día a día

Que levante la mano quien no tiene manía alguna. Podemos haberla aprendido en la infancia o la adolescencia, y ahí está, acompañando nuestra vida para no abandonarnos jamás…

¿Qué son las manías? 

Son tan variadas como seres humanos hay. Conocemos mucha gente que tiene manías de todo tipo, incluso insólitas. Veamos hasta donde resultan y hasta donde no.

Una querida colega, anda siempre enredándose el cabello entre los dedos, y al preguntarle si tal manía no terminaba parándole los pelos de punta,  me dijo que muy por el contrario, le servía para bajar la ansiedad  y las tensiones cotidianas.

Esta especie de válvula de escape que constituyen las manías en algunas personas, no son perjudiciales por sí mismas, cuando no se convierten en un acto compulsivo.

De niña, recuerdo que lo contaba todo, las líneas de las aceras, las butacas del cine, los árboles de la carretera… por suerte para mí, fue desapareciendo de manera natural aquella necesidad de contabilizarlo todo, porque hubiera terminado enloqueciendo.  

Ciertas manías resultan beneficiosas como aquella de comprobar antes de salir de casa, si las llaves de agua están bien cerradas, las luces quedaron apagadas –hábito que además agradece el bolsillo–; verificar si se llevan encima las llaves de la puerta, la cédula de identidad u otros documentos que podemos necesitar.

Cuando se convierten en una  necesidad imperiosa de realizar una acción más allá de la propia voluntad, comienza el asunto a convertirse en un problema, no solo para quien la padece, sino también para quienes conviven con esa persona.

Perdona mis manías…

Pueden convertirse en algo realmente angustiante. De hecho, casi nunca se padece de una sola manía, sino que están acompañadas de otras  y otras, por lo que la vida cotidiana acaba saturándose de comportamientos ritualizados.

Quien las sufre se siente incómoda y muchas veces no se explica el por qué de repetir un acto, todos los días o varias veces al día.

Se convierten en molestos  hábitos  que bien vale un día hacer un esfuerzo e intentar cambiar,  para no vivir en los tentáculos de acciones prácticamente involuntarias, ya que muchas veces nos terminan irritando:

¿Por qué tengo que lavarme las manos si las tengo limpias? ¿Por qué no resisto un cuadro ladeado o el más mínimo reguero en el dormitorio o la cocina?

Desde la psicología se explica una tendencia a las manías en personalidades obsesivas, también por motivos inconscientes o hábitos culturales aprendidos, pero en realidad sobre ellas falta mucho por estudiar, ya que no se sabe a ciencia cierta  por qué surgen y cuál es su magnitud.

Mucha gente que las sufre, no consulta con un especialista por el temor de que la crean demente, cuando en verdad, es necesario la consulta si la manía en vez de ser  un aliviadero al estrés del cotidiano vivir, se ha convertido en una trampa, al  llegar a atormentar a la persona o dificultar sus relaciones sociales.

Cómo quitar las manías: romper el ritual

Si estoy llegando tarde al trabajo por inspeccionar si desconecté la plancha o dejé ventiladores encendidos, y no me basta con examinarlo una vez, sino que debo hacerlo varias veces, es obvio que se impone la visita al médico.

La y el  humano son seres de costumbres, y la frase no es casual. Las costumbres son parte de la vida que hacemos. El hábito nos lleva a mantenerlas y sin ellas nos sentimos extraños.

Es oportuno señalar que nos movemos dentro de un margen de lo mentalmente sano cuando prescindir de una manía no supone ningún problema, o es cuestión de un poco de fuerza de voluntad, advierte el psicólogo alemán Frank Meyer quien tiene gran experiencia en el manejo de las manías. 

Reconoce que  quebrar de vez en cuando una manía,  le hace bien al alma, ya que nos satisface saber que nuestras actitudes están bajo control.

"Compruebe lo que sucede cuando se libra del ritual. Le sorprenderá, pero no pasa nada malo. Y usted aprende a enfrentarse a los riesgos", es la más importante recomendación de Meyer.

Manías infantiles

Cuando somos niños y niñas, aprendemos una serie de conductas repetitivas que son muy útiles para crear una rutina, sobre todo en cuanto a los hábitos de higiene.

A medida que se va creciendo, hay que abandonar el osito de peluche y la fea y perjudicial costumbre de chuparse el dedo.

Conozco a una chica de 21 años que delante de sus propios compañeros de trabajo, se chupa el dedo, mientras acaricia una y otra vez un pedazo de tejido de algodón. No la avergüenza,  y eso es lo peor.

Como padres y madres debemos mantener un control sobre determinadas manías infantiles  e intentar irlas eliminando a medida que va siendo el momento.

Algunas de estas prácticas son difíciles de erradicar  como es el caso de morderse las uñas o comerse el cabello, porque tienden en ocasiones a hacerse a escondidas, pero los adultos deben mantenerse atentos a tales hábitos que perjudican la salud, especifica la doctora Elsa Gutiérrez, psiquiatra infanto juvenil.  

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