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¿TENER una discapacidad o SER una discapacidad?

Discapacidad: tan solo diferencias… ¿y por qué?

OMS, 1948: “LA SALUD ES UN DERECHO DE TODOS LOS INDIVIDUOS, DE TODOS LOS PUEBLOS Y SE ENTIENDE COMO EL GRADO MÁXIMO DE BIENESTAR FISICO, MENTAL Y SOCIAL Y NO SOLO LA AUSENCIA DE LA ENFERMEDAD O SÍNTOMA” 

No debemos pensar a la discapacidad como una condición en sí misma, sino como una sistema relacional, un producto en el cual una limitación funcional, es sancionada por la sociedad. 

 

Si hablamos de limitación funcional, aunque sea mínima, no alcanza para producir una discapacidad si no existe un mecanismo social que la sancione como minusválida. 

 

Comprendamos que la discapacitación o la desvalorización social son procesos que no dependen de una sola persona ni de un solo acto, sino que están incluidos dentro del imaginario social sostenidos por distintos mecanismos, los cuales son operados o ejercidos por una instancia de poder dentro del marco social:  la familia, la escuela, ciertas instituciones médicas.

 

Existen diversas patologías, que no incluyen la totalidad de la conducta del Sujeto, se manifiestan en un solo ámbito, que es el escolar.  En estos casos sólo se diagnostica desde pruebas psicométricas, mediante las cuales se logra según el resultado, encasillar, rotular al Sujeto. 

 

Si en cambio se mantiene la tensión entre diferencia y déficit, lograríamos que esas diferencias no sean tomadas como déficit, pudiendo así aceptar, reconocer esas diferencias y empezar a actuar de manera tal, que las mismas puedan llegar a equilibrarse. 

 

En cambio con la diferencia tomada como déficit, llegamos a la patología, lo cual terminaría siendo una responsabilidad individual del Sujeto, al cual así  rotularíamos.

       

La sociedad naturaliza estos mecanismos por medio del paradigma del déficit; estructura de pensamiento que condiciona la forma de ver las cosas, prescribe cuales son las investigaciones y abordajes adecuados y anticipa los modos de verificación de los enunciados que se hagan sobre los objetos abordados. 

 

En el paradigma del déficit se compara cuantitativamente a los objetos, por lo cual  a las personas con limitaciones funcionales, solo se piensa en compensar, reemplazar, dar lo que falta.  Si por el contrario a este paradigma lo llamáramos paradigma de la diferencia; ¿de qué falta estamos hablando?

 

La discapacidad, como falta entraría en la problemática del tener.  Pero esencializar la falta, queda sumida en la problemática del ser. 

 

Desde el psicoanálisis, la propuesta es abrir el diagnóstico y no cerrarlo, lograr un diagnostico móvil, no diagnosticar desde el vamos para tranquilidad del terapeuta, de la familia, de las instituciones.  Tener una discapacidad no es ser una discapacidad.

 

Si pensáramos en término de diferencia (Diferente, del latín di-ferens: dos caminos) como condición  cualitativa de un Sujeto (que va por otro camino), sustituiríamos la idea de déficit que es una descripción cuantitativa de un objeto comparado con un modelo previo. 

 

En la diferencia entonces, uno brinda el apoyo que las personas con limitaciones funcionales necesitan para tener la vida que ellos quieran tener y puedan sostener, y no intervenir para suplir una falta para nosotros.

 

El enfoque no es entonces, enfatizar la presencia o la ausencia de adquisiciones sin preguntarse el porque de la dificultad, sino, escuchar lo que los síntomas dicen en lugar de la palabra silenciada, escuchar más allá de lo dicho permitir el reencuentro con el deseo, ya que el mismo generalmente es tomado por otros, quienes desean, deciden y organizan la vida por el Sujeto (así reducido a objeto). 

 

Lograr un nuevo camino hacia el deseo que le permita descubrir su subjetividad, su motivación personal, sus sueños, es la propuesta.

 

Por Lic. Marta Cebrian

 

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