Este
importante cambio se ha visto acompañado de un creciente interés y preocupación
por todo lo referente a su salud: de comer lo que encontraba o lo que sobraba,
se ha pasado a la creación de alimentos específicamente diseñados para ellos;
de no tratarlos fuera cual fuera su enfermedad (y como mucho aplicarles un
honroso sacrificio) hemos pasado a la aplicación de los más avanzados medios
diagnósticos y de tratamiento…
En definitiva, el paso de los años y el
avance cultural y económico de nuestra sociedad han permitido que las
expectativas y la calidad de vida de nuestras
mascotas hayan aumentado
considerablemente.
En todo ello han intervenido dos protagonistas principales: el propietario y el
profesional. El propietario, culturalmente más formado y con mayores
posibilidades económicas, se ha hecho consciente de la multitud de beneficios
que aporta una mascota en su entorno familiar.
El profesional veterinario, mejor
formado y con multitud de avances técnicos a su alcance, es capaz de aportar
las soluciones necesarias para la innumerable avalancha de patologías que
afectan a nuestros mejores y comunes amigos.
Sólo existe un problema: el nexo de unión entre profesional y propietario.
Muchos propietarios son reacios por multitud de causas a acudir a la consulta
del veterinario: precios, dificultad de transporte, escasa colaboración ante
las pautas marcadas… ¿Y el veterinario?: recursos técnicos, creación ce
campañas informativas, explicaciones adecuadas a cada tipo de propietario…
Es por ello necesario que en beneficio de la salud de nuestras mascotas la
comunicación y la relación entre estas dos partes sea cada vez más fluida.
Fuente:
uauau.com