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Mi viejo almacen del 35, Continuación

Han pasado 63 años y todavía me parece verlo ahí, justo en la esquina sin buzón, mirando al sur, en su “desnudez” dos arqueados árboles servían de toldo, protegiéndolo del sol.

Recién llegada de mi provincia y con mis esmirriados y curiosos 10 años

Don José Y su almacén

Don José Y su
almacén, eran en el barrio un conjunto de servicios para beneficio de los
clientes.

Era Banco,
Inmobiliaria, prestamista y a veces, paño de lágrimas en conflictos de amor;
todo se recepcionaba en sus mudas paredes.

No
tenía competencia de ninguna índole. Se había ganado un importante lugar en
el corazón de los vecinos y de los chicos que aún sabiendo que el boticario
tenía confites y caramelos más grandes, preferían el almacén donde recalaban
siempre después de la escuela.

Almacén
de mi barrio del 35. ¿Cómo olvidarte, si eras el paradero obligado de los más
diversos personajes de la calle, como el manisero que detenía su andar para una
pequeña charla, el escobero, el paragüero, el sillero y tantos otros que entre
pregones y ofertas se hacían tiempo para una crítica o un comentario al pasar.

Sentados
en el umbral del almacén, atónitos e intrigados, escuchábamos las anécdotas
y experiencias de éstos hombres de la calle. Hoy, después de tantos años ningún recuerdo iguala al vivido en el
almacén. Hay una marcada diferencia entre el ayer y el hoy.

Don José compraba y vendía sin firmar nada. Su palabra valía más que los papeles, por eso su almacén estaba
abarrotado de mercadería para todas las clases. No faltaba nada, por eso sus clientes contaban con lo que necesitaban en
el momento preciso.

Nunca
podré olvidarte almacén de mi barrio. Colmaste
mis sueños de niña, complaciste mis deseos de compañía en mi soledad y los
silencios sin hermanos, en las tristezas por la falta de mi madre, inspiraste
mis dibujos infantiles y aún hoy eres muchas veces centro de conversaciones familiares.

Repetidas
veces he vuelto a pasar por esa esquina como buscándote entre sombras y
recuerdos, esperando ver el más pequeño vestigio del pasado, algo que me
explique, porqué no estás, ¿por qué es esquina, si no es almacén?.

Será
tal vez que no quiero aceptar el paso del tiempo; que pasaron los años, y
muchos; que ya nunca lo veré; que se fueron los personajes que poblaron su
interior, su mostrador negro y terso pudo haber sido pasto de alguna fogata,
porque ahí en esa esquina que no tiene buzón, esa esquina que mira al sur,
ahora se levanta una torre de vidrios espejados, donde me parece ver el frascote
de mil colores.

Logro escuchar
lejanas las risas de los niños y en ese umbral de reluciente cerámica negra,
la sombra de una planta me dibuja el rostro de Don José. Todos los fantasmas los observo con lágrimas en los ojos, pero me queda
la absoluta seguridad de que esa
mole de vidrio y cemento contiene el corazón del almacén de mi barrio.

Fuente:
“El almacén de mi barrio”, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 1998.

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