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¿De dónde nace la sobreprotección?

“¿Por que justamente a nosotros nos fue a tocar, un hijo enfermo de por vida?”. Un ser a quien cuidar siempre en las comidas en su alimentación, en la actividad física. En los padres este interrogante moviliza una confusa cantidad de sentimien­tos, pena y dolor…

Por un lado, amor por esa
criatura necesitada, y rabia contra la suerte que quiso que las cosas fueran
así. Acá conviene hacer una aclaración: los sentimientos humanos son en toda
ocasión confusos y muchas veces de signo opuesto; así el cariño más grande
coexiste siempre con algún monto de hostilidad Y ¿como no experimentarla ante
ese hijo cuya enfermedad implica una serie de limitaciones para si y la vida
familiar?

 

La diabetes frustra
necesariamente, las expectativas paternas. Todo padre (y madre) anhela un hijo.
hermoso, sano, feliz: la máxima realización de su personalidad, destinada a
brindarle solo satisfacciones. Reconocer la imperfección, aceptar al niño tal
como es, es una dolorosa tarea para todo padre.

 

Aceptar, que si bien llenan
la vida, no son nuestros; es un proceso difícil y frustrante que se lleva a cabo
en el tiempo en bien de los propios hijos. Cada individuo debe vivir su propia
vida, inclusive, su propia enfermedad y lo más (y esto es fundamental) y mejor
que los padres pueden hacer por él es amarlo y respe­tarlo en sus posibilidades
de desarrollo.

 

Los
padres ante la hostilidad que la situación engendra

 

La presencia de sentimientos
contradictorios asusta, pues choca con las idealizadas concepciones de padres
perfectos que hacen siempre lo más adecuado. ¿Qué hacer con estos sentimientos?
Una defensa corriente es convertirlos en lo contrario: quiero a mi hijo y debo
protegerlo de los peligros reales que lo acechan.

 

Realmente la enfermedad
exige cuidados objetivos y resulta muy difícil no ir más allá de los limites y
caer en la sobreprotección. ¿Cómo hallar el acertado punto intermedio entre el
descuido y el excesivo cuidado? Quizás lo que sigue ayude a entender qué es la
sobreprotección.


¿Qué es sobreproteger?

 

Sobreprotección:
etimológicamente esta palabra significa un cuidado que va más allá de lo
razonable, una sobre indulgencia que termina incapacitando al niño para su vida
ulterior.

 

Como ya hemos visto se suele
sobreproteger cuando existe culpa y ansiedad. Los padres sienten que algo no
anduvo bien, que en algo han fallado, que algo no han sabido hacer. PROTE­GER
MAS de lo debido inhibe el desarrollo individual de cualquier chico, tenga o no
diabetes.

 

Para ejemplificar este terna
seria útil imaginar una escena coma la siguiente:

Un niño dice a su mamá: –
¡Quisiera que me anoten para un campamento de verano de chicos con diabetes, va
a ser lindísimo!-

Madre: -Pero cómo ¿acaso
vos creés que vas a poder arreglártelas solo?, mira hasta ahora nunca pudiste.
Mejor, quedate en casa, así nosotros pensamos en vos y estamos tranquilos.-

 

Los
riesgos

 

Reconozcamos que es difícil
pare los padres no sobreproteger al niño con diabetes, en ocasiones accediendo a
sus menores caprichos) o por el contrario, insistir en un régimen que es
demasiado estricto y poco realista. Dado que rara vez los padres descuidan a sus
hijos con diabetes, la mayor tendencia es a la sobreprotección.

 

En especial, cuando los
niños se muestran rebeldes los padres reaccionan con tanto miedo que se
intensifica este circulo vicioso de mayor satisfacción y mayor demanda.

Es posible que por el temor
se adopte un estilo de vida árido y frustrante, volviendo confuso el pensamiento
del hijo acentuando su incapacidad para tomar decisiones importantes.

 


¿Cómo se produce?

 

Todo niño requiere la
satisfacción de sus necesidades, independientemente de que sea sano o enfermo, y
en este caso, de que sufra o no de diabetes. Las necesidades son tres, de
seguridad, tanto emocional como física; de comprensión; de libertad, a fin de
desarrollarse como individuo.

 

El padre sobreprotector no
alcanza generalmente a llenar del todo estas necesidades, ya que aún en el caso
de que satisfaga la necesidad de seguridad, por ejemplo, lo hará acentuando sin
querer, la dependencia en el niño, quien por su lado, encontrará en la relación
de este tipo una especie de seguridad en tales cuidados. Pero atención:
seguridad y dependencia no son sinónimos. Ejerciendo un rígido control sobre
todas y cada una de sus acciones, los padres hacen que el niño dependa de ellos.

 

En cuanto a la necesidad de
satisfacer la necesidad de comprensión, los padres sobreprotectores se equivocan
en cuanto imponen al niño normas similares a las de los adultos, con exigencias
difíciles de alcanzar. Parecen pretender que el niño sea quien comprenda que su
situación no es como la de los otros chicos de su edad y se comporte como un
adulto.

 

La sobreprotección trae
perdida de libertad, libertad que el niño precisa para desarrollarse como
individuo en toda la extensión del término: echar los cimientos de su
personalidad, escoger a sus compañeros, hacer las cosas a su modo, pero, por
sobre todo, elegir, porque únicamente aprende a desarrollarse, crecer y cuidarse
a partir de los resultados de sus propias investigaciones y decisiones. El niño
sometido a excesiva protección desconoce esa libertad.

 

Sobreproteger impide el
establecimiento de un clima de confianza mutua, de modo tal, que si el niño
transgrede comiendo una golosina, por ejemplo, pueda decírselo a sus padres y
que éstos lo comprendan con seriedad , en lugar de condenarlo por ello. ES
DESEABLE que esta misma confianza sea depositada por los padres también, y no
los conviertan en seres amenazantes para el paciente.

 

Si los padres comprenden a
sus hijos y no les imponen normas muy severas, están atendiendo a algo muy
importante: no sólo importa la cantidad de la vida sino la calidad de la misma.
El niño debe a un tiempo mantener razonablemente bajos los niveles de azúcar,
pero también debe tener una vida feliz.

 

El hijo con diabetes no es
un pobrecito, sino UN HIJO, que se irá formando a través del máximo
aprovechamiento de sus posibilidades biológicas, psicológicas y sociales. Las
esperanzas y fantasías de los padres deben adecuarse al marco que la realidad
ofrece, y en esa dimensión verdadera, realizarse.

 

Nada es más importante para
un niño que el amor de sus padres. Y estos deben comprender que no son culpables
de las anormalidades biológicas de sus hijos y no pueden transmitir falsos
sentimientos, creando una atmósfera de resentimientos, acusaciones o angustia.

La máxima satisfacción que
se puede obtener es la maternidad o paternidad misma; la mejor gratificación, el
amor filial; y el amor se obtiene amando.

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