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Pequeña historia con moraleja sobre la camiseta que llevamos puesta

Muchas veces (mas de las que quisiera, en realidad) tengo oportunidad de encontrarme con personas en situación de crisis laboral, de distinto tipo y no necesariamente relacionadas con el desempleo…


Ese fue el caso de Héctor. Respetado gerente de sistemas de una gran empresa,
había logrado llegar a esa posición pese a un origen humilde y a ser
prácticamente autodidacta en ese campo.

 Luego de casi 20 años de dedicarle gran parte de su vida a esa empresa, un
cambio de autoridades de la firma lo ponen primero en la lista de
“prescindibles” y lo obligan, a los 60 años, a comenzar de nuevo.

 ¿Por dónde empezar? Dadas las condiciones actuales, era casi una utopía que
consiguiera un trabajo digno en relación de dependencia, y mucho menos un puesto
semejante al que perdiera. Al comenzar a emplear su red de contactos, se
producía este intercambio:

 Pregunta 1: “¿Por qué te haces tanto problema? Con tantos años en ese puesto, en
esa empresa, tenés que haber hecho una buena diferencia económica como para
estar tranquilo ahora”.


Respuesta de Héctor: “No, yo siempre tuve puesta la camiseta de la empresa. Con
lo que ganaba ya era demasiado para mí, que no tengo estudios y sin embargo
ocupaba ese puesto”.


Traducción (mía): “A ver si todavía se daban cuenta (que no servía, que yo era
un engaño, que ese lugar no me correspondía, que…) y pierdo lo que conseguí”.

 Pregunta 2: “Con todas las relaciones que hiciste todos estos años, te ofrezco
vender mis productos”.


Respuesta: “No, yo no sirvo para vender, y menos aún puedo aprender a esta
altura de mi vida”.

 Pregunta 3: “Con toda la experiencia que acumulaste, ¿por qué no te dedicas a la
consultoría independiente?”.


Respuesta de Héctor: “¿Yo voy a cobrar?, ¡si yo no estudié!, ¡si lo que me
consultan me lleva cinco minutos!…”.

 Todas, o algunas de estas situaciones son vividas a diario por muchas personas,
en el ámbito laboral o profesional o fuera de él. Analicemos brevemente lo que
les pasa:

 –
Confianza en sí mismo: Héctor nunca pudo superar su origen y el no haber hecho
estudios formales. Por ese motivo, su confianza en sí mismo era muy frágil pues
estaba convencido, en el fondo, que no era apto para ese puesto.


Nada de lo que los demás pudieran decirle o transmitirle era suficiente para
cambiar lo que pensaba de si mismo.

 –
¿Qué cobro cuando cobro?: Al estar convencido de que en el fondo no era apto
para el puesto, todo lo que cobrara le parecía casi un regalo o una dádiva, y
por lo tanto mal podía ni siquiera pensar que podía haber merecido más.

 – No solo de pan vive el hombre: Héctor sentía que le
estaban haciendo un favor al permitirle ocupar ese puesto para el que no se
sentía capacitado. Al mismo tiempo, se sentía agradecido al ver que alguien
podía tenerle esa confianza pese a lo poca cosa que se sentía.


Este era su “salario invisible”, que para el era mucho más importante que el
dinero, y que no estaba dispuesto a arriesgar persiguiendo el “vil metal”.

 –
La camiseta: A esta altura, para Héctor el trabajo había dejado de ser
simplemente un trabajo para transformarse en algo mucho mas importante, que
pensaba que no merecía y con el que sentía una enorme obligación y
agradecimiento. Para él, el trabajo era lo más importante, más aun que su
familia, su salud, o cualquier otra cosa en su vida.

 –
El duro despertar: La realidad, sin embargo, sigue siendo lo que es y no lo que
creemos que es. Un día, Héctor tuvo que darse cuenta, brutalmente, que el
trabajo no era más que un trabajo, y que estaba sujeto a las reglas de juego
como todo el mundo. Pero no estaba (no se había) preparado para afrontarlas.

 Moraleja:

 –
Un trabajo es un trabajo, ni mas ni menos que eso. Fuere cual fuere tu historia
personal o lo que sientes, nunca olvides que tus patrones o clientes te quieren
porque tus servicios les sirven, y por lo tanto debes cobrar por ellos… en
dinero. ¿Cuánto tiempo te darán de comer las plaquetas por los servicios
prestados y las bellas palabras?

 –
No esperes que el otro reconozca lo que tu no reconoces. Si piensas que tu
tiempo y tus conocimientos no valen nada, los demás te ofrecerán exactamente lo
que tú pidas: nada.

 –
Da lo mejor de ti en todo lo que hagas, pero nunca lo olvides: ponte la camiseta
que quieras, pero no olvides de llevar la tuya debajo. ¿O realmente crees que
alguien se la pondrá por ti?