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Adultez: las paradojas de Occidente

Una mirada sobre el contradictorio lugar que el mundo industrializado otorga a la experiencia de vida.


Durante los turbulentos años 60, el mundo occidental vivió una verdadera
revolución cultural, con el hipismo, el rock, el feminismo, los derechos
civiles, las reivindicaciones negras, el dadaismo, el pop art y centenares de
movimientos contraculturales.


Todos estos movimientos comenzaron, lentamente, a eclipsarse en su desarrollo,
pero no así la gente que los gestó (o por lo menos la mayoría de ella).


Sucede que gran parte de los jóvenes que impulsaron todos estos cambios, los
baby-boomers
(se los denominó así porque, luego de la segunda guerra mundial
y con el auge del Estado de bienestar, se experimentó un gran incremento en las
tasas de natalidad), han pasado a ser adultos, que continúan presentes y
vigentes.

Estas personas, además, pertenecieron a una de las generaciones más
instruidas, viajeras, e influyentes en el aspecto político.


¿Qué valor agregado tienen estos hombres y mujeres, en el presente? La
experiencia. Esto quiere decir, que a las cualidades anteriormente descriptas,
se les suma la sabiduría que han experimentado con el paso de los años, los
mismos años que ellos ayudaron a transformar.


Pero no solo se trata de esto: estas personas están viviendo una adultez, que,
al igual que su juventud, resulta inédita: nunca antes los hombres habían podido
prolongar tanto, gracias a la ciencia, sus años y calidad de vida. Y esto para
no mencionar el futuro cercano, al que la genética y la biotecnología están
comenzando a transformar a pasos agigantados.


De esta forma, el panorama de los adultos de hoy en día, nos marca que son gente
muy sabias, con múltiples y vividas experiencias, una gran lucidez, y un muy
buen estado físico.


Con todas estas cualidades, cualquier razonamiento lógico nos haría pensar que
estos hombres y mujeres son las personas más respetadas, consultadas,
escuchadas, y admiradas dentro de la sociedad. Pero, lamentablemente, sabemos
muy bien que no es así.


Occidente, nos vuelve a sorprender con otra de sus paradojas. Al tiempo que está
sumido en una gran cantidad de dudas e interrogantes existenciales, reserva para
los adultos, es decir las personas con más experiencia y sabiduría, un lugar
marginal dentro de la sociedad.


Hoy en día, existe un privilegio de la información por sobre la sabiduría. Los
cada vez más constantes problemas que están azotando al mundo industrializado,
intentan ser resuelto con la opinión de técnicos y expertos, que poseen un gran
cúmulo de estadísticas, datos, e información, pero carecen de la experiencia de
vida.


¿Son realmente importantes estos especialistas? Sin dudas. Siempre es
fundamental contar con cifras, análisis, y propuestas de quienes le hayan
dedicado su vida al estudio.

Pero con esto solo no alcanza. Si a estas
respuestas no se le agrega aquella que proviene de la sabiduría, y que solo la
gente con años de experiencia es capaz de ofrecer, solo se volverán a atravesar
por los mismos conflictos del pasado.


De hecho, el movimiento contracultural de los ’60, surgió como respuesta a un
tecnicismo, tanto político como científico y social, que estaba llevando al
mundo a su autodestrucción, con la amenaza constante de la guerra fría y el
armamento nuclear.


Pero occidente parece no escarmentar, y hoy, cuando el terrorismo y las crisis
económicas vuelven a amenazar a la estabilidad mundial, sus líderes, lejos de
consultar a los más experimentados, intentan refugiarse solo en la erudición
tecnicista.


Pero lo más alarmante de todo esto, es que son varios los adultos que parecieran
sintonizar con este mensaje. Es frecuente verlos vestidos con ropa de jóvenes,
realizándose cirugías para ocultar sus años, e incluso avergonzándose de su
edad, como si los achaque físicos deberían guardar una relación directa con los
intelectuales.


Solo mediante la propia reafirmación de sus edades, que son sinónimo de
experiencia y sabiduría, el ser adulto logrará ocupar el lugar que le pertenece
dentro de la sociedad, y no el sitio al que es confinado.


Aquella generación fue capaz de cambiar a toda una juventud, a toda una
sociedad, y a todo un mundo. Es tiempo de volver a intentarlo.