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¿Es usted un optimista?

Aunque bastante trillada, la clásica metáfora que señala que allí donde algunas personas ven un vaso medio vacío, otras ven uno medio lleno, es la que más se ajusta para describir a los optimistas. Veamos cuales son sus características.

 

Para los
optimistas, poco importan las
condiciones externas. De hecho, esta característica debe ser buscada en el
interior de las personas, y no en su exterior. Si el contexto en el que se
manejan les resultara favorable en un 100 %, no serían optimistas, sino
realistas. Pero la gente que goza de este privilegio, se destaca justamente por
ver la luz… en la oscuridad.

¿De que está hecho un optimista? Aunque a
la comunidad académica le cueste llegar a un acuerdo, se podría decir que
posee algo de genética, actitud, y aprendizaje.

Muchos pueden no poseer las dos
primeras cualidades, pero todos son capaces de lograr la tercera. Esto significa
que, para poder ver las cosas desde un ángulo más favorable, es necesario
tomar la responsabilidad de cambiar la mentalidad en cada una de las situaciones
que nos depara la vida.

Para un optimista, la vida
entera es un desafío, y las dificultades potencian y desarrollan su
confianza. Por supuesto que no están ajenos a las frustraciones, el dolor,
la bronca, la enfermedad o el temor, pero, junto a estos sentimientos,
desarrollan una predisposición a ver el costado positivo de las cosas.

Frente a los obstáculos, sólo piensan en
la forma de sortearlos. Frente a la adversidad, sólo buscan una segunda
oportunidad.

Por eso, es un error pensar que es imposible ser optimista en los
tiempos actuales, donde reina la desocupación, los “bolsillos flacos”, y la
angustia. Es justamente en esos momentos cuando se pueden poner en práctica las
buenas actitudes.

Gracias a esto, no son pocos los optimistas que
consiguen transformar una visión positiva en una realidad positiva.

Existen,
incluso, pruebas científicas que avalan esto último. Por caso, una investigación
de la Universidad de Pittsburg logró demostrar que aquellos pacientes que
mostraban mayor optimismo en un estudio inicial, vivían mejor y durante más
tiempo.

Pero al margen de los estudios científicos,
todos sabemos que, frente a un mismo hecho, las personas no siempre reaccionan
de la misma manera. Están aquellos que frente a un corte de luz, por ejemplo,
sólo empiezan a maldecir y malhumorarse, mientras que otros lo aprovechan para
prender unas velas y disfrutar de una cena distinta.

O, yendo a casos muchos más extremos, no son pocas
las personas que luego de sufrir un accidente o una enfermedad severa, lejos de
deprimirse por lo que el destino les deparó, lo viven como un nuevo comienzo,
que les permitió lograr una mejor comprensión de la vida misma.

Según escribe el especialista Daniel
Goleman en su Best-Seller La inteligencia
emocional, todas las personalidades exitosas, desde los deportistas hasta
los músicos, tienen en común un punto: la capacidad de motivación personal para
llevar a cabo una rutina de entrenamiento que les permita llegar al podio.

De esta forma, el talento y la capacidad innata,
solo serían un rasgo de esas personalidades, pero poco les serviría si no
poseyeran el entusiasmo y la persistencia para desarrollar al máximo esas
características.

Convirtiéndose
en un optimista

Todos pueden llegar a ser optimistas… si
creen que lo lograrán. Como señalamos, es fundamental empezar a cambiar las
propias actitudes mentales, en cada uno de los aspectos de nuestras vidas.

Para
esto, se puede comenzar por modificar el lenguaje, por ejemplo erradicando
el “no” como comienzo de cualquier frase, aunque sea
afirmativa.

Luego, es fundamental vincularse con
personas entusiastas, que le puedan demostrar cuáles son sus fórmulas personales
para ver la luz al final del túnel. En todos los casos en los que deba enfrentarse a
pérdidas, piense finalmente en lo que ganó, por poco que sea.

La queja y el reproche deben ser
utilizados solo si mediante ellos se puede ganar algo. Además, es necesario
demostrar gratitud por todo lo que posee, revalorizando todas esas cosas.

Y por sobre todo, no disminuirse frente a
las dificultades, asumirlas como un desafío inevitable, y pensarse a sí mismo
como alguien que puede resolver los problemas, buscando alguna de las múltiples,
aunque escondidas, soluciones que pueda llegar a tener.

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