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La intimidación y nuestros adolescentes

El intimidar, forzar a otra persona a hacer algo, es una experiencia común para muchos niños y adolescentes. Las encuestas indican que hasta una mitad de los niños de edad escolar son intimidados en algún momento durante sus años escolares y por lo menos un 10% son intimidados con regularidad.

El comportamiento de intimidar a
otros puede ser físico o verbal. Los varones tienden a usar la intimidación física
o las amenazas, sin importarles el género de sus víctimas.

La intimidación de
las niñas es con mayor frecuencia verbal, usualmente siendo otra niña el
objetivo. Recientemente el intimidar ha sido reportado en las salas de
conversación ("chat rooms") de las computadoras y mediante la
correspondencia electrónica ("e-mail").

Los niños que son intimidados
experimentan un sufrimiento real que puede interferir con su desarrollo social y
emocional, al igual que con su rendimiento escolar. Algunas víctimas de
intimidación hasta han intentado suicidarse antes de tener que continuar
tolerando tal persecución y castigo.

Los niños y adolescentes que
intimidan, se engrandecen y cobran fuerzas al controlar o dominar a otros. Ellos
muchas veces han sido las víctimas de abuso físico o de intimidación.

Los
intimidadores pueden también estar deprimidos, llenos de ira y afectados por
eventos que suceden en la escuela o en el hogar. Los niños que son el blanco de
los intimidadores también tienden a caer bajo un perfil particular.

Los
intimidadores a menudo escogen niños que son pasivos, que se intimidan con
facilidad o que tienen pocos amigos. Las víctimas también pueden ser más
pequeños o menores a quienes se les hace muy difícil defenderse a sí mismos.

Si usted sospecha que su hijo está
intimidando a otros, es importante que busque ayuda para él o ella tan pronto
como le sea posible. Sin una intervención, la intimidación puede llevar a
serias dificultades académicas, sociales, emocionales y legales. Hable con el
pediatra, maestro, principal, consejero escolar o médico de familia de su niño.

Si la intimidación continúa, una evaluación comprensiva por un siquiatra de
niños y adolescentes u otro profesional de la salud mental debe de ser
planificada. La evaluación puede ayudarlos a usted y a su niño a entender cuál
es la causa de la intimidación y a desarrollar un plan para ponerle fin al
comportamiento destructivo.

Si usted sospecha que su niño ha
sido víctima de intimidación, pídale a él o a ella que le diga lo que está
pasando. Usted puede ayudar proveyéndole muchas oportunidades para que hable
con usted de manera abierta y sincera.

También es importante que se
responda de manera positiva y con aceptación. Hágale saber a su hijo que no es
su culpa y que él o ella hizo lo correcto al decírselo a usted. Otras
sugerencias específicas incluyen lo siguiente:

  • Pregúntele
    a su niño lo que él o ella cree que se debe de hacer. ¿Qué él ha
    tratado ya? ¿Qué le funcionó y qué no le funcionó?
  • Busque
    ayuda de la maestra del niño o del consejero de la escuela. La mayor parte
    de la intimidación ocurre en las áreas de juego, en las cafeterías, los
    baños, los autobuses escolares o en los pasillos donde no hay supervisión.
  • Pídale
    a los administradores de la escuela que busquen información acerca de
    programas que han sido utilizados en otras escuelas y comunidades para
    combatir la intimidación, tales como la mediación entre los pares, la
    resolución de conflictos, el adiestramiento para controlar la ira y el
    aumento en la supervisión por adultos.
  • No
    estimule a su niño para que se defienda peleando. En vez de ello, sugiera
    que él o ella trate de alejarse para evitar al intimidador, o que busque la
    ayuda del maestro, entrenador u otro adulto.
  • Ayude
    a su niño a practicar a hacer valer sus derechos. El simple acto de
    insistir que el intimidador lo deje solo o quieto puede tener un efecto
    sorpresivo. Explíquele a su niño que la meta del intimidador es lograr una
    respuesta.
  • Ayude
    a su hijo a practicar qué decirle al intimidador de manera que esté
    preparado para la próxima vez.
  • Estimule
    a su niño para que esté con sus amigos cuando viaja hacia la escuela y de
    regreso, durante los viajes para hacer compras, o en otras salidas. Los
    intimidadores tienden a no molestar al niño que está en un grupo.

Si
su niño se torna retraído, deprimido o si se resiste a asistir a la escuela, o
si usted se da cuenta de un deterioro en el comportamiento escolar, puede
necesitarse una consulta o intervención adicional. Un siquiatra de niños y
adolescentes u otro profesional de la salud mental puede ayudar al niño, a la
familia y a la escuela a desarrollar una estrategia para tratar con la
intimidación.

Busque a tiempo la ayuda profesional para así evitar el riesgo
de consecuencias emocionales duraderas para su niño.

Fuente: American Academy of Child and Adolescent
Psychiatry