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Recuerdos de un censista indiscreto

Necesito escribir estas líneas, necesito que otros las lean, necesito que me crean. El dolor no surge de las respuestas, uno lo percibe, como también la gama de todos los sentimientos que más arriba describo; todos ellos se presentan conjuntamente, inclusive en la mirada y en el silencio de los chicos y en los silencios de las pausas de todos.

He
censado como voluntario, y con mis 62 años conozco minuciosamente la utilidad
que la información del mismo implica, tanto para la actividad estatal como la
privada, estudiantes, organismos no gubernamentales, etc…

Es
decir, sin información de ésta naturaleza el planeamiento es imposible. La
previsibilidad es imposible ejercerla. Mi voluntariado no es un entredicho
contra la actitud de los docentes, es una aplicación conciente de mi
experiencia, cualquiera sea la bandera partidaria de las autoridades del
gobierno. Sus datos se pueden utilizar bien o mal. Esa es otra cuestión.

Creo
que el personal de carrera del INDEC es uno de los mas especializados del país
y ellos pueden no tener la última palabra sobre los contenidos de los
cuestionarios. Quizás sus mejores especialistas han propuesto contenidos más
extensos o de otra naturaleza. Tampoco puedo incidir sobre tal cuestión. Pero
también pensemos en esas posibilidades.

Todo
el sábado 17 de Noviembre, desde las 8 hs. Hasta las 19,30hs y el domingo 18
desde las 7,40 hs. hasta las 17 hs.,participé de las actividades, que se
iniciaron y cerraron en una escuelita de la calle Olaya al 1500. Allí comprobé
que un numeroso grupo de docentes y muchos otros voluntarios, muchos
desocupados, trabajaron con enorme entusiasmo, con vocación y dedicación y
sobre todo, con un enorme y avasallante respeto.

Estoy
orgulloso de ellos. Y porque reconocí parte de esa Argentina oculta por los
multimedios. Sufriente, esperanzada, luchadora, amable, lastimada, paciente,
también temerosa y con enormes ganas de creer definitivamente, no por algún
tiempo y con una porción enorme de desconfianza acurrucada en un lugar del
alma, conviviendo con silencioso y meditado rencor por la realidad de la calle
que se coló en sus hogares meticulosa y densamente; son mis compatriotas.

Por
todo eso y por todos ellos fui voluntariamente. También a escucharlos y traté
de limar todas las aristas que sudaron por mí, como una catarsis necesaria para
ambos

.Mi esposa, comprendió y me alentó y como todos los demás días de la
semana laboral, silenciosamente me ayudó a que partiera. También ella, también
Matilde, esperó a esa persona tan curiosa, para responderle y medirla y
reconocerse.

Necesito
escribir estas líneas, necesito que otros las lean, necesito que me crean. El
dolor no surge de las respuestas, uno lo percibe, como también la gama de todos
los sentimientos que más arriba describo; todos ellos se presentan
conjuntamente, inclusive en la mirada y en el silencio de los chicos y en los
silencios de las pausas de todos.

Percibí una mayor dosis de solidaridad entre
los más humildes y una enorme porción y violencia contenida de necesidad de
cambiar las cosas, entre los mejor situados en su situación socio económica;
éstos últimos, mas informados y con mejor calidad de conocimiento, tienen un
grado de conciencia definitivo, ya construida y consolidada respecto a lo que
consideran cual es el camino a emprender y están en una hosquedad legítima que
se desprendió de la frustración de los proyectos que llegaron a soñar para sí
y sobre todo para sus hijos.

Conocí
a los moradores de casas que los vecinos llaman "tomadas". Tienen una
gran particularidad; se informaron minuciosamente respecto al censo.

Son los
mejores informados sobre su estructura y consecuencias y por ello construyeron
las más coherentes historias que les fue permitida narrar. Consideraron que
estaba en juego su futuro doméstico inmediato, contestaban demasiado ajustada y
rápidamente, sin titubeos y convencidos una historia antes conversada en la
mesa de una cena "ad hoc".

Sus
hijos van a las escuelas cercanas y el temor desborda desde sus miradas tiernas
que vieron la luz muy lejos o allí mismo, en "ese mismo paraje o
localidad".

Sus padres les enseñaron a defender su identidad. Como un señor
nacido en Bolivia que orgullosamente, en una terraza, se reconoció como
descendiente de la etnia indígena Kolla; me pasó lo mismo con un señor nacido
en Paraguay respecto al Guaraní y también con un compatriota correntino que lo
mencionó e insistió en que tomara nota de eso.

No
sé si, quienes se están yendo de Argentina, serían así en los lugares de sus
destinos. Los hogares de las personas que se identifican como Evangelistas, son
muy pulcros, es como si dibujaran una extensión de sus sentimientos y creencias
que califican de igual forma.

Asumen un grado de compromiso religioso que tiñe
sus vidas domésticas y me obsequiaron un periódico de su iglesia, cosa que no
sé si haría un militante político en esa circunstancia y con ese fervor.

Existe un grupo de una 6 o 7 personas que jamás olvidaré. Por sus cualidades
personales, de muchas de las cuales yo carezco y ellas no fueron a universidad
alguna pero leen en el rostro del interlocutor la presencia o ausencia de esa
cualidad tan temida: la verdad. Aunque duela. Saben realizar esa lectura, con
las primeras palabras y gestos de uno.

Tienen un nivel de percepción muy
afiatado adquirido en una vida y que no pueden incluir en "curriculum
vitae" alguno. En mas de un hogar, me sentí incomodo al momento de avanzar
en el cuestionario.

Entonces, antes me permitía decir que el cuestionario se
había preparado de forma tal que incluyera todas las posibilidades que pudieran
presentarse y, mirando hacia ese rinconcito que llamaban cocina y que hace décadas,
cuando eran aún jóvenes, contenía un fogón, preguntaba si tenían
computadora conectada a Internet. Para atenuar mi vergüenza, cosas que ellos no
sabían, me contestaban " no señor, no tenemos, desea un café?".

Ese
café que no me era ofrecido donde la misma pregunta era esperada para decir: sí
tengo. Pero, en ese otro lugar "con PC conectada a internet" y
agregaban "con banda ancha", cuando confirmaban que el interlocutor no
era un "séptimo grado insuficiente", sino un universitario y
"por sus preguntas- invirtiendo la naturaleza de la entrevista", con
algún post grado por allí y hace tiempo, el clima se distendía y consideraban
que uno era un igual. Los comprendo. También ellos necesitan de ese espejo que
pueda devolverles la réplica de lo que se consideran.

Hubo
una señora que, en medio del sol del mediodía, me atendió de pié en la
vereda, viniendo desde su último departamento al final del pasillo. Y ella
desde la sombra del pasillo me aclaró que era "por el perro" y
entonces desde allí le hice unos gestos al animal que me respondió moviendo la
cola.

No sé porque, me acordé de otra señora, vecina en donde vivo, que a las
7,30 hs, al verme salir para ir al censo se extrañó que "el doctor
estuviera en eso"; entonces le dije que " las ultimas instrucciones
que me hicieron conocer por mi celular indican que a las señoras hay que
pedirles que abran los placares para ver como estaba ordenada la ropa, mirar
detalladamente el baño y detrás de la cortina de la bañera y dentro del
lavarropas para ver si los utilizaban como guarda de cosas". Se quedó
preocupada.

Lo hice, dado que una vez, una docente me graficó, junto a otros
alumnos, que "Argentina tenía en gran parte una cultura de fachada".
Y tiene razón.

Volvamos
a la vereda calurosa. Así las cosas, percibí que la dama quería que me
desempeñara en esa incómoda posición. Entonces, en voz alta y gentil le dije:
"señora acompáñeme a ese auto que está aquí en la calle, así apoyo
estos paquetes de papeles y allí le pregunto" ( sé que los vecinos
escucharon", ella también) y vino. Todo el barrio vio que el censo se hizo
allí, como "leading case".

Fue
interesante, tuve que borrar muchas veces, por mi torpeza al asentar los datos,
borré como 14 veces, con el sudor que a ambos nos corría por las mejillas y la
kioskera de al lado mirando y sonriendo, para luego ofrecerme a su turno, un
vaso de agua fresca. Lo necesitaba.

Hubo
un común denominador. La esperanza no esta muerta, esta solo herida. Podría
reponerse y volver a erguirse con dignidad. Es alta y hermosa. Es atractiva e
inteligente. Sus ropas ahora son humildes pero sigue siendo elegante. Está en
una carrera de resistencia y de velocidad a la vez.

Todavía es fuerte. Todavía
la aman. Todavía es fiel. Su sonrisa seduce y es misteriosa. Sus ojos son
hermosos y sus manos aún son suaves, fuertes y siguen extendidas hacia nosotros
esperando nuestro testimonio. Aún es joven, todavía me quita el sueño muchas
noches y pienso en ella por horas. Creo que la amo. Se llama: Argentina.