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No sea una madrastra como la de los cuentos

Con el objetivo de profundizar su relación, él pone responsabilidades en su mujer para que cuide a sus hijos. Pero ella se siente incómoda en ese rol y quiere que su marido se haga cargo de sus hijos, o que por lo menos, no la ponga en el papel de “madrastra”, en el sentido literal de la palabra…

Los
especialistas aconsejan no forzar la relación entre una mujer y los hijos de su
pareja. El papel de criarlos siempre debe recaer en su progenitor, y sólo debería
hacerse cargo en el caso de que la relación se manifieste como íntima y
amistosa (lo que generalmente pasa después de muchos años).

La
única forma de incorporar una autoridad en el subconsciente de un niño es
respetando los límites naturales de la relación. El padre es el padre, pero
nadie reemplaza a nadie. Nadie puede ponerse en el rol de la madre, si no lo es,
y tampoco es necesario.

El
vínculo biológico es inseparable y de ahí en más, entendiéndolo, pueden
construirse muchos puentes que puedan permitirle una acercamiento sano. Las
mujeres, en general, sienten una especie de obligación predestinada a ser
“madres”, a continuar con una tarea natural y que muchas veces confunde.

Quienes
se ponen la meta de rellenar un espacio vacío, están destinadas al fracaso, al
menos hasta que entiendan su verdadero papel.

Los niños no aceptan reemplazos
de sus padres, deje a su pareja hacerse cargo de la
relación afectiva, y usted
trate de ser una buena compañera, de aconsejarlo si se lo piden y de estar
disponible cuando la necesiten. Lo demás puede venir solo.

Si
su marido insiste en que esa es la mejor manera de acercarse a sus hijos, insístale
en que usted no puede cumplir la función de madre natural, que sólo desea
comenzar una relación de afecto con sus chicos y hacerla crecer de a poco. Y
que además, es imprescindible que se haga cargo de sus hijos y que cumpla sus
funciones como padre.

Él
puede ser bueno o malo si es necesario, usted no puede darse ese lujo, porque de
alguna manera no siente el derecho natural a retarlos. Su posición podría
transformarse en cómplice, en confidente, estando cerca de ellos, sin
enfrentarlos.

Eso
hará que los niños no la consideren como una madrastra mala y distante, y que
no culpen a su padre de haberse relacionado con una mujer hostil y desubicada.

No
pretenda ocupar lugares “vacíos” porque en realidad no los hay. Su padre
tiene su función y debe cumplirla, la madre -eventualmente- lo mismo.

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