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Te quiero, pero quiero que cambies

¿Por qué deseamos cambiar al otro cuando se supone que nos hemos enamorado de sus virtudes y sus defectos? Te sugerimos algunas herramientas para no caer en esta tendencia que termina destruyendo las relaciones de pareja

La gente se suele separar por lo mismo que se enamora. “Todo aquello que no se veía o no tenía importancia al comienzo de un noviazgo, una vez que se pasa mucho tiempo conviviendo con determinados comportamientos, lo natural es que comiencen a molestar y uno intente deshacerse de ellos, pero el inconveniente es que no se pueden eliminar los defectos sin incluir al individuo en esa eliminación”, sostiene la psicóloga uruguaya Carola Menescaldi.

La clave está en aceptar a la persona como es desde el día en que la conocemos, siempre y cuando esa persona con la cual nos relacionamos no tenga una postura falsa y lo que intente hacer sea engañar para ser aceptado.

“Debemos aceptar todo aquello que es inherente al ser humano, no sus engaños con respecto a su personalidad. La persona que elegimos para tener al lado no tiene por qué ser igual a nosotros ya que todos crecimos en diferentes familias, con diversas costumbres y culturas y son aspectos que hay que respetar ya que no significa que sean incorrectos o defectuosos, sino que sencillamente se distinguen de nuestros hábitos”, destaca la socióloga argentina Patricia Belmonte.

El querer cambiar a alguien solamente provoca conflictos. “Por qué no somos capaces de mirar con afecto aquellas costumbres o actitudes que no nos gustan del otro para que nos duelan menos? Integrarlas a la vida cotidiana es una manera de que dejen de hacernos sentir incómodos.

Hay que hacer el esfuerzo y aprender a convivir con lo bueno y lo malo de alguien ya que de eso se trata vivir como individuos socialmente adaptados.

Siempre hay que entender que así como a nosotros nos perturban ciertos aspectos de una persona, también podemos ser los causantes de contestaciones o hábitos que no encajan con los patrones del otro”, determina la socióloga Belmonte.

Una de las claves para aceptar al otro sin que esto signifique un esfuerzo, es respetar las individualidades. “La simbiosis es innecesaria. Cada uno debe tener la capacidad de hacer respetar la intimidad aunque se viva en pareja.

El estar todo el tiempo juntos hace no solamente que la pareja se aburra sino que comience a desarrollar una baja tolerancia a la personalidad del otro”, opina la psicóloga Menescaldi.

Si una situación en particular molesta mucho, hay que ver qué cuestión personal refleja ese acontecimiento y enfrentarlo cuanto antes sin atacar al otro.

Todo lo que perturba del otro tiene un poco de actitud propia que no queremos aceptar en nosotros y que nos resulta más fácil advertirla en forma ajena. Se requiere de una buena capacidad analítica para determinar qué es realmente lo que nos está sucediendo mediante un comportamiento preciso que nos hace sentir vulnerables, confundidos o incómodos”, explica la psicóloga.

Modificar al otro es imposible. “Hay comportamientos que podrán suavizarse y negociarse, pero es más fácil convivir armónicamente con las diferencias habituales que pueden existir entre individuos y no invertir un tiempo en querer modificar a una persona ya que lo único que conseguiremos será alejarla y desgastarnos”, finaliza diciendo la psicóloga.

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