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¿Cómo ayudar a aprender a hablar a los niños?

El momento en que un niño empieza a aprender a hablar es uno de los más importantes de su vida. Y casi igual de importante es cómo les responden los padres…

Por un lado, adquiere la posibilidad de comunicarse con mucha más riqueza y
facilidad que hasta ese momento; por otro lado, antes de aprender a hablar, el
pequeño podía pensar solamente al modo de los animales inteligentes, como los
perros o los monos; las palabras le servirán para pensar de un modo
específicamente humano.


Aclaremos
esto: una mesa ratona se parece más a un banquito que a una mesa de comedor,
pero sin embargo, nosotros clasificamos mentalmente por un lado los asientos
(bancos, sillas, sillones, etc.), y por otro las mesas, no importa de qué
tamaño, forma o color sean.

Estos grandes agrupamientos los podemos hacer
porque poseemos conceptos; en nuestro ejemplo, sabemos que "mesa" es un plano
horizontal que sirve para apoyar cosas encima, y que "asiento" es algo destinado
a sentarse, pero no podríamos tener conceptos si no tuviéramos palabras para
nombrarlos.


Si
tenemos eso en cuenta, comprenderemos por qué los niños que no han disfrutado de
suficiente contacto con la mamá o con otros adultos afectuosos durante los
primeros años, parecen menos inteligentes que los niños más afortunados, que sí
han tenido estímulos adecuados.


En general, se trata de niños a los que no se
les ha hablado lo suficiente, y que por lo tanto han aprendido pocas palabras;
su deficiencia de lenguaje les dificulta tener un rendimiento inteligente. Tener
un lenguaje amplio no es suficiente para pensar bien, pero sí es un instrumento
necesario para ello.

Entre las necesidades básicas de un niño, junto a las necesidades de alimento y
afecto, está la necesidad de palabras, que le hablen y le respondan.

Pero para
favorecer el desarrollo normal del chiquito, no es suficiente hablarle a secas,
sino que es necesario hablarle bien.


La "media
lengua” – la torpeza con que el pequeñín balbucea las primeras palabras
–enternece y muchísimas veces los padres, y en especial la madre, no resisten la
tentación de contestarle imitando su "media lengua", pero esta conducta, por
afectuosa que sea, resulta perjudicial, porque impide que el niño aprenda a
pronunciar correctamente las palabras por imitación, como sucedería de otro
modo.

Su aprendizaje del lenguaje se detiene: ya no puede "marchar" hacia sus
padres, tomándolos como modelo, porque ellos han hecho el camino inverso,
aniñándose, dicho sea de paso, esta detención cumple el deseo profundo de la
madre, que desea mantenerlo el mayor tiempo posible en esta deliciosa edad, sin
comprender que su función, por el contrario, es ayudar al pequeño a crecer.

Otras madres se angustian mucho por la pronunciación torpe de sus chiquitos y
los corrigen constantemente.

Esta conducta tampoco es recomendable; el pequeño,
entre los primeros tres años de edad, aprende progresivamente a servirse de un instrumento (el aparato fonador,
o sea cuerdas vocales, lengua, etc.), cuyo manejo puede resultarle difícil al
principio, su progreso surgirá de la comparación que hace espontáneamente entre
su manera de decir, y la de los adultos que lo rodean.


¿ Quién es quién?


 -¡Cuidado mamita, que te puedes golpear!

A primera
vista, podríamos creer que es la nena la que dice esta frase a su mamá; pero no,
es la madre la que está hablando a su hija llamándola "mamita".

Son muchísimas las madres que tienen esta costumbre, y aun a veces llaman
"mamita" a su hijo varón, o bien hablan a los niños Ilamándolos unas
veces "mamá" y otras veces "papá".

Sin entrar a considerar la causa de esta
conducta de la madre, podemos afirmar rotundamente que se trata de una costumbre
perjudicial para el pequeño niño.

Cuando nace, no sabe en absoluto quién es
él, ni sabe aún que él es una persona separada; se entiende que sea así, ya que
hasta el momento del nacimiento ha funcionado casi como una parte del cuerpo de
la madre.


Normalmente el chiquito va descubriendo a medida que crece, que él es una
persona y la mamá
es otra, descubre también que tiene un sexo y que hay otras personas que tienen
sexo diferente, es decir, el niño lentamente va
discriminando.


Alrededor
de los tres años, cuando este proceso está bastante avanzado, aprende a
referirse a sí mismo diciendo "yo", en vez de decir su nombre.


Si el
niño necesitó del esfuerzo de la madre durante el parto para separar su cuerpo
del de ella, también necesita que se le ayude ahora a irse diferenciando como
persona, una de las formas de ayudarlo es referirse a él llamándolo por su
nombre.

Si se le llama una vez "Juancito", otra vez "papito" y otra vez "mamá",
se corre el peligro de sumir al pequeño en la confusión, es decir, de que no
logre diferenciar
claramente quién es quién, ni quién es varón y quién es mujer.

La forma más
adecuada de hablar con los niños es hacerlo sencillamente, pero llamando a cada
cosa, a cada persona y a cada parte del cuerpo  por su
nombre, lo contrario es
caer en el error
de creer que para manifestarle cariño al pequeño hay que volverse igual a él.


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