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Preguntas de los niños que nos mandan a Internet

¿A quién no le ha pasado que un niño lo deja con la boca abierta.. y lo hace correr a Internet para encontrar una respuesta?

Abuelas y nietos que preguntan… sin respuesta a la vista

Mis amigas mayores que yo, siempre me han inspirado, entre otras cosas, respeto.  Pero hete aquí mi sorpresa, y mi extrañamiento, cuando la existencia las convirtió en abuelas; me las cambiaron.  

Entonces, el acontecimiento en sí salpicó a varios de los conocidos, de una baba indisimulable, insoportablemente contagiosa y encima nos impregnó de una mirada distintas de las cosas. 

Por supuesto que ipso facto conocí a sus descendencias y mi asombro fue incrementándose a medida que sus niños, porque, con permiso de la madre, ya se los han apropiado un poquito, también van en aumento, de peso, de edad, de tamaño y de todo aquello que puedan desarrollar. 

Mientras tanto, por la oportunísima impertinencia de que los años transcurren, simple y llanamente veo como pasa la vida. La cuestión es que los que a gatas llegan en altura a la punta de la mesa, con suerte aprenden a hablar más rápido que un suspiro. 

Y mediante órdenes, silabeo, o en idioma “tarzanezco” primero y en un contundente castellano con alguna que otra adaptación libre, después, proponen cada diálogo, que una termina preguntándose qué diablos hace parada en frente de estos mocosos y no va huyendo a tomarse un curso de filosofía clásica, resucitando al mismísimo Sócrates, en forma instantánea y con carácter de urgente, antes de ponerse de nuevo enfrente de ellos otra vez.

Las preguntas que hacen los niños

Luna, por poner un ejemplo, tiene cuatro años y heredó el temple de su abuela materna, una cuota de raye sano para no volverse loco de su madre, cierta impaciencia del abuelo, la seriedad y concentración de su tía y algunas cosas parentales. 

Por lo tanto se empareja con los de su especie, niños menores de edad, parecen omniscientes : todo lo mira, todo lo escucha, todo lo sabe y lo que no por cierto, lo adivina.

El tema es que la nena en cuestión, a la edad de tres años, me hizo rebobinar los pocos conocimientos en materia de arte que tengo, sin olvidar que están prendidos por alfileres cuando me espetó muy seria: “¿sabes que Diego Rivera, el pintor, es el novio de Frida Kahlo, la pintora bigotuda?”. 

Creo que en un mismo acto reflejo, tragué saliva y alongué un largo suspiro que me dejó unos minutos de tiempo para mi arrobamiento y enojó a su poca paciencia, y dale, ¿sabes o no?, metió presión. 

Me arrodillé y me metí en un diálogo del cual no sabía que bien parada iba a salir.  Mientras su abuela y su madre, huían despavoridas a Internet a averiguar un poco de arte pictórico. Y seña y santo de esos personajes. 

Por si acaso, les dije que no despegaran su anatomía del aparato, porque la párvula seguía hablando de Picasso, como si fuera su compañerito de jardín de infantes, y la hubiera invitado a su atelier, aunque por cierto, conoció el atelier de Pepe Cáceres. 

Para rematarla, en un acto posterior, mientras la madre de su madre, intentaba relajarse de tanta presencia infantil, le interrumpió el concentrado zapping, indicándole que no pusiera Montecristo porque a ella le gustaba el de pelo amarillo, refiriéndose a Facundo Arana. 

Cuando miró, con benevolencia, a mi hijo de tres años, que práctica Tarzán básico, siempre y cuando suponga que vale la pena comunicarse con el mundo exterior, que para él es muy sintético, a saber: su mamá, su hermana y su gata, su colega, me dijo, déjalo, pobrecito, lo que pasa es que no te habla porque es muy tímido. 

Hete aquí que la miré a ella, agradeciéndole la indulgencia, y en un flash, me vinieron las palabras de mi vieja, que decía “algunos varones son más remolones para hablar”. 

Y a mí la obsoleta cigüeña me mandó un tortugo divino, él se toma su tiempo para todo, pero su forma de mirar, de quién la habrá heredado digo yo, es la de triple rayos X, y es como si permanentemente estuviera radiografiando todo lo que ve a su paso. 

Así que mi engendro no parla pero se FICA y para cuando hable me facturará las que va meditando, mientras tanto, mis amigas  antecesoras, se restriegan las manos, me miran con sorna, simplemente se sientan, a esperar el ansiado momento en que mi “tarzanito” sea entendible.  Glup, la que me espera.

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