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¿Cómo lograr que nuestros hijos nos hagan caso?

El viaje de la autoridad a través de las generaciones: el viejo problema de la obediencia y los niños

El límite en el niño 

Nuestros abuelos utilizaron la “pedagogía negra”, basada en la obediencia por miedo. Aunque no podamos creerlo se escribían libros recomendando a los padres de cómo someter a sus hijos y quitarles la voluntad.  

La generación de padres de los 50´ parece haberlo hecho bien. Sólo cuando miramos las “dificultades” de la generación de padres de los 70´ es que nos damos cuenta de que los daños también los alcanzaron: alto índice de divorcios y una vida  desorientada. 

Los padres jóvenes de los 90´ en adelante, al tener que salir de casa para trabajar, enfrentan dos nuevos desafíos: su propia sustitución en el hogar  y los avances de la tecnología, obligándolos a reformar su manera de ejercer la autoridad. 

¿Cómo lograr cambios positivos en la autoridad? 

Es crucial enterarnos de cómo las historias de nuestros padres han influenciado en nuestras vidas, para reconocer los errores y poder enmendarlos antes de traspasarlos “sin querer” a nuestros hijos.

Cambiemos nuestra estrategia de autoridad, volvámonos más negociadores, más sutiles, más persuasivos y convincentes que antes.  Eduquemos su libertad. 

¿Qué implica tener autoridad? 

Es una responsabilidad porque cuando el niño nace no se puede cuidar por sí solo. Alguien responde por él.

Es un
derecho porque al procrearlos, salvo casos de protección al menor, estamos obteniendo el beneficio de tenerlos con nosotros y a educarlos según nuestro criterio (patria potestad).

Es un
poder porque al ser indefensos nos necesitan y podemos ejercer influencia sobre sus actos y pensamientos.

La autoridad es el fundamento de la vocación de servicio que un padre está obligado a prestarle a su hijo desde que nace hasta que lo ha formado responsable, feliz y autónomo.

Si  hay responsabilidad primero, habrá  derecho después, no hablamos legalmente, si no, moralmente.

Consejos prácticos sobre la obediencia y los niños

· Los niños no conocen de tiempos, se les hace imposible entender que mañana tendrán el dulce que piden, porque para ellos sólo existe el presente. Distráigalo con otros temas.

· Cuando usted le dice a su hijo que ya no lo quiere él piensa que es para siempre y sufre mucho, por la misma razón que no conoce de tiempos. Cuide sus palabras.

· Háblele en positivo, el subconsciente del niño  ignora la palabra “no”. Si dice no corras, no grites pues lograrás pocos resultados, si decimos: habla en voz baja, ven caminando, lo entenderá mucho mejor. Acostúmbrese a un nuevo lenguaje y disfrute de los resultados.

Por Adela Cueva Díaz
Orientadora Familiar
Conciliadora Extrajudicial – Familia

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